Fantasía española desde Rusia
Dirección: Nacho Cerdà. Intérpretes: Anastasia Hille, Karel Roden, Carlos Reig-Plaza, Paraskeva Djukelova, Valentin Ganev, Kalin Arsov y Svetlana Smoleva. Nacionalidad: España, Gran Bretaña y Bulgaria. 2006. Duración: 96 minutos.
Mientras se disputa en los despachos oficiales la recompensa nutricia que recibe buena parte del cine español por practicar ese cine de boina y caspa, de cuchara de palo y risotada, unos pocos cineastas españoles se la juegan. Entre ese cine melodramático, pálida copia del entronizado Erice -¡qué fuente tan remisa!- y el cine escatológico del afortunado Segura -¡cuánto talento se dilapida!- hay una tercera vía que huye del realismo -sea mágico o pastoril- y de la gamberrada -sea landista, ozorista o de Aquí no hay quien viva -. Con la excepción de media docena de autores fieles a lo que representan -Medem, Almodóvar, De la Iglesia…-, han surgido algunos cineastas jóvenes que reivindican la fantasía y el terror acometidos sin concesiones y con dignidad.
Nacho Cerdá pertenece a ese pequeño grupo de autores cuyas películas, vistas dentro de treinta años, nos recordarán que el cine español del comienzo del siglo XXI era mucho más interesante que el que practicaban los dueños de los Goya. Es más, los análisis retrospectivos sobre el cine español de estos años encallarán frente a Los abandonados , porque es difícil explicar su presencia en el país de Alatriste .
Se da el dato de que Los abandonados se estrenó antes en EEUU que en España. ¿Una curiosidad? Sí; y no tendría importancia de no ser porque, mientras que en la tierra de Hollywood se lanzaron 1.000 copias, aquí desembarca con dificultad y poca confianza. Cierto que Los abandonados no es cine fácil. Posee todos los ingredientes para que vayan pocos espectadores: distante, perturbadora y casi hasta malsana. O sea, una ganga. Ni siquiera echa mano de una Paz Vega procaz o un Guillemo Toledo locuaz. Al contrario. Su reparto está a la altura de las circunstancias. Los abandonados se adentra en una estructura cerrada sobre sí misma que recupera un pasado atroz y crece sobre un reencuentro imposible. Habla de fantasmas, pero éstos habitan en la mente agrietada de su protagonista, una productora de audiovisuales que regresa a su Rusia natal para enfrentarse al horror y la locura. Es irregular y a veces deambula sin rumbo, pero al menos esboza una voz propia y resulta singular.