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Archivo para mayo, 2007

El miedo a ganar

viernes, 18 de mayo de 2007 Sin comentarios

Dirección y guión: Scott Frank. Intérpretes: Joseph Gordon-Levitt, Jeff Daniels, Matthew Goode, Isla Fisher, Carla Gugino, Bruce McGill y Alberta Watson. Nacionalidad: EE.UU. 2007 Duración: 99 minutos.

A The Lookout le separan de lo magistral dos pequeños pero decisivos detalles. Un final a la altura de lo que durante muchos minutos alberga, y un poco de alegría, un poco de desparpajo, esa especie de brillo indefinible pero real que transforma lo bueno en mejor. Se trata del primer filme dirigido por Scott Frank, pero nada en él permite intuir esa impaciencia insolente o esa tímida contención que acompaña a los nuevos realizadores. Lógico, porque Scott Frank lleva años en la cumbre de los guionistas mejor pagados. Sabe cómo se cuenta una historia y sabe cómo mantener el interés del público.

Probablemente Scott Frank seguiría siendo el solvente guionista que es (Morir todavía , El pequeño Tate , Minority Report , La intérprete …) de no ser porque este guión fue objeto de un par de desaires. A Sam Mendes primero y a David Fincher más tarde, les tentó muy seriamente la historia de The Lookout . Sin embargo, Mendes lo dejó por Camino a la perdición y David Fincher por Zodiac . Y Scott Frank hizo como algunos padres airados. Decidió que nadie más rechazaría su historia porque la dirigiría él mismo. Además, después de trabajarla tanto tiempo y de ir ajustándola a las exigencias de Mendes y Fincher, estaba seguro de que tenía entre manos una gran historia. Había motivos.

El guión de The lookout no se sintetiza ni en una anécdota convencional ni en un género específico. Se mueve en los parámetros de la contemporaneidad pero al mismo tiempo se ve atravesado por un tempo clásico. Representa el ideal de todo artista: aportar esa creatividad original que proclama una voz singular y hacerlo con la rotunda serenidad de lo que ya canónicamente se asume como bueno. ¿Cuadratura del círculo? En cierto modo.

Existía una razón más. Scott había declarado que el común denominador que parecía unir a todas sus historias giraba en torno a la identidad. Si en muchas de sus películas sus protagonistas sufren un cambio, él haría lo propio. Con The Lookout , el guionista se transformaría en director.

Su argumento desarrolla el proceso angustioso que vive su protagonista. A causa de un accidente provocado por su temeridad se olvida constantemente de las cosas más elementales. Esa amnesia hace que se le compare con Memento , pero The Lookout guarda una gran distancia con respecto a la película de Nolan. Aquí la dínamo que lo mueve no es la sorpresa sino la evolución. Su estructura no se recompone a golpe de saltos temporales, sino que se construye a partir de quiebros argumentales. Aquí el suspense no estriba en cómo se cuenta sino en lo que se cuenta. Aquí Scott Frank utiliza el thriller y el drama para combinar el toque de los hermanos Coen con el subrayado de David Lynch. Argumentalmente, incluso coincide con el Kaurismäki de Luces del atardecer , aunque aquí la femme fatale es casi una niña carente de motivación.

Estamos ante un cuadro original semioculto por pinceladas de autores reconocidos y reconocibles. Bien pertrechado por un reparto capaz de eludir los tributos a la causalidad que impone el cine comercial de gran presupuesto, The Lookout supone un pequeño hallazgo. Surge como un inclasificable filme sobre la culpa y el desarraigo, un título extraño y sorprendente que, durante muchos minutos, se mueve con intensidad y tensión. Podía haber sido una gran película y en algunos desarrollos lo parece. Pero ya se ha dicho. Se impone la impresión de que, a la hora de ir a matar, a Scott Frank le entra un cierto vértigo. Tanto que, en su final, se diría que ha sido abducido.

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La soledad de dios

viernes, 18 de mayo de 2007 Sin comentarios

Dirección: Claude Chabrol. Intérpretes: Isabelle Huppert , François Berléand, Patrick Bruel, Robin Renucci, Maryline Canto y Thomas Chabrol. Nacionalidad: Francia y Alemania. 2006 .Duración: 110 minutos

Una de las frases más celebradas de Borrachera de poder , en ella hay quien ve la piedra angular de toda la película, la pronuncia el personaje de Huppert al afirmar que a ella no le interesa la imagen de la justicia, lo que le preocupa es la justicia. Ese personaje nuclear del último filme de Claude Chabrol tiene contra las cuerdas a todo un entramado corrupto. Ella, en calidad de juez, determina la prisión o la libertad de un puñado de poderosos que ante su presencia se saben vulnerables, ante su señoría tiemblan. Y ella, de origen humilde y ascenso rápido, se nos dice, aparece como una diosa justiciera y ¿vengativa?

Chabrol, superviviente feliz de lanouvelle vague , convocó por séptima vez a Isabelle Huppert para trabajar con ella.Y para ella construyó una más de sus historias arquetípicas. Porque es indudable que Borrachera de poder está llena de huellas de Chabrol, en sus costuras se adivinan sus manos, en sus reflexiones braman sus estilemas. A Chabrol no le importa la trama, se sirve de ella. Argumentalmente podría sintetizarse este filme como la reconstrucción de uno de esos famosos escándalos de corrupción y política. Es el cáncer de las democracias occidentales, y quizá -parece sugerir Chabrol- sea una enfermedad inevitable, inseparable del hecho de convivir en sociedad.

Ahora bien, Chabrol no trata de arrojar luz alguna sobre ningún caso concreto. Los encausados son peones en un limbo sin nombres propios y la atmósfera del filme evoca una sensación de extrañeza e irrealidad. A Chabrol no le interesa ilustrar una anécdota. Si los sacerdotes son los policías del alma y los jueces son dios, Chabrol explora en la soledad de una diosa con el poder de juzgar las debilidades de los poderosos. Una diosa ebria de poder justiciero, empecinada en buscar la verdad y, poco a poco, ahogada en un clima de asfixia y miedo. Borrachera de poder se nutre de frialdad y distancia. Hay pocos agarres y sobra perversa sabiduría. Chabrol pronuncia un diagnóstico feroz sobre el sistema. Como el Bergman de Saraband , forja un filme poderoso a partir de una lección ya dicha. Y es que a Chabrol, en cuanto narrador, no le preocupa la justicia sino el dolor de saber que ésta, del todo, jamás se alcanza.

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Cuando la música no amansa

viernes, 18 de mayo de 2007 Sin comentarios

Dirección y guión: Francisco Vargas Quevedo. Intérpretes: Ángel Tavira, Dagoberto Gama, Fermín Martínez, Gerardo Taracena y Mario Garibaldi. Nacionalidad: México. 2006. Duración: 98 minutos.

Un abuelo, su hijo y su nieto salen del bosque en el que habitan. Bajan de las montañas en las que viven para dirigirse a la ciudad. Y allí tocan sus viejas melodías recibiendo unas monedas a cambio. Son campesinos pobres, carne de guerrilla y víctimas de la soldadesca que siembra la muerte. Y eso, muerte y desesperación encontrarán cuando vuelvan a su casa y vean que el pueblo ha sido tomado por los lobos feroces. Con esa estructura de cuento de hadas, cuento terrible y doloroso como son los cuentos con raíces profundas, Francisco Vargas desarrolla El violín , un filme bienintencionado de sonidos desgarrado(re)s.

Lo paradójico -y quizá donde se esconde la sombra de la sospecha- es que detrás de una estructura humilde, de cine pobre, de cine de resistencia, se agazapa una operación resabiada. Fotografiada en blanco y negro, con rostros anónimos y prosa terrosa, El violín no es lo que parece. Aparenta ser una metáfora sencilla y directa contra la violencia, la tortura y la muerte. Y lo es, pero no surge del testimonio documental sino de una recreación ficcionada, medida, impostada. No nace de un acto de autodefensa sino de una puesta en escena que sabe muy bien cómo articular el discurso que enuncia.

En ese sentido y aunque su director, el debutante Vargas, acude al recuerdo de Los olvidados de Buñuel, o aunque una mirada epidérmica pueda asociarlo a La perdición de los hombres de Arturo Ripstein, su estrategia lo denuncia más cercano al Babel de Iñárritu. De hecho, aunque Vargas utiliza un montaje cortado con aspereza, esas imperfecciones no ocultan que se partía de un paño fino. De manera que, a veces, El violín deja entrever una planificación poderosa, una querencia de autor y una construcción perfilada con voluntad de estilo. Por eso incomoda que esa adopción de cine de urgencia sirva para dejar sin desarrollar los retratos de quienes se muestra mucho, pero poco o nada demuestran. Vargas escoge el camino de la metáfora (ong )ecológica y resulta imposible no estar de acuerdo con su denuncia. Pero eso no impide presentir que estos olvidados jamás hubieran sido aceptados por Buñuel, su naturaleza emana del artificio.

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El insoportable peso del éxito

viernes, 11 de mayo de 2007 Sin comentarios

Dirección: Sam Raimi. Guión: Sam Raimi, Ivan Raimi, Alvin Sargent. Intérpretes: Tobey Maguire, Kirsten Dunst, James Franco, Bryce Dallas Howard, Topher Grace. Nacionalidad: EE.UU. 2007. Duración: 140 minutos.

Si se uniera la primera mitad del primer Spiderman , con la segunda parte de la segunda entrega, se obtendría una amena película. En el primer Spiderman lo mejor era el nacimiento del héroe; en el segundo, la consistencia de un villano, el doctor Octopus, que no sólo era una real amenaza sino que aportaba acción, espectacularidad, sentido y aventura. Eran pues dos medias buenas películas. Sin embargo, el tercer Spiderman es sólo una ambiciosa y larga galería de ideas contradictorias. Peor aún, es una caricatura en la que Peter Parker se precipita hacia la estulticia porque su autor, Sam Raimi, no puede equilibrar el símbolo con el éxito y la fama.

En una celebrada disertación retórica a la que tan acostumbrados nos tiene Tarantino, uno de sus personajes manifestaba su aprecio por Superman , alabando su superioridad sobre otros superhéroes. Él es alienígena, se nos decía, y su verdadero disfraz no es el de Superman , sino el del apocado periodista bajo el que se esconde. Superman tiene claro quién es y de dónde proviene; Spiderman en cambio nació atravesado por una esquizofrénica sensación de culpa e impostura. No sabe qué es ni quién debe ser.

Lo mismo le pasa a Raimi. A estas alturas del partido, y con tantos beneficios, ha perdido el control de su personaje. Como acontece con el propio Parker, preso de la vanidad, Raimi se encuentra maniatado por los beneficios. Como quiera que sus más acérrimos espectadores no han cumplido los 15 años, Spiderman 3 se mueve en un espacio indefinible; demasiado obvio para ser tomado en serio y demasiado pretencioso para ser disfrutado como una simple aventura. Al margen de ello, el tema que ancla la razón de ser de este Spiderman es la soberbia. Parker, abducido por una voraz bacteria extraterrestre, muta de comportamiento transformándose en un presuntuoso patán, arrogante y vengativo como cualquier cocainómano al uso. Y es que Raimi ha metido demasiadas cosas en este Spiderman . Hay formulaciones visuales fascinantes: el hombre de arena, Venom y la lucha final; y hay sentido y moralejas. Pero no hay equilibrio ni medida y eso la hace ser peor de lo que lo son las partes que la integran.

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Cuento moral sobre el azar y el destino

viernes, 11 de mayo de 2007 Sin comentarios

Dirección: Danis Tanovic. Guión: Krzysztof Piesiewicz. Intérpretes: Emmanuelle Béart, Karin Viard, Marie Gillain, Guillaume Canet, Jacques Gamblin. Nacionalidad: Francia. 2005. Duración: 98 minutos.

Católico en un tiempo sin Dios, Krzysztof Kieslowski fue quizá el último heredero de Roberto Rossellini. En realidad, Kieslowski fue el último de casi todo. Siempre llegó tarde. O demasiado pronto, que viene a ser lo mismo. Nacido en la Polonia secuestrada por la Historia, Kieslowski hizo de ese carácter periférico y tangencial su seña de identidad. Tardó en ser reconocido pero, cuando lo hizo, recibió un tratamiento como sólo los más grandes han recibido. Autor de angustia existencial y mirada trascendente, películas como La doble vida de Verónica ; series como Decálogo y propuestas como la trilogía compuesta por Azul , Blanco y Rojo lo encumbraron como un cineasta magistral. Y fue entonces, cuando Kieslowski afirmó que como cineasta su vida ya había acabado. Tras su reflexión civil sobre Francia, su bandera tricolor y el lema Libertad, Igualdad y Fraternidad, o sea, sobre el fundamento de la democracia occidental, Kieslowski imitó al Oteiza del vacío metafísico. ¿Para qué repetir lo que ya había sido dicho?

Sin embargo, pese a su anunciada retirada, Kieslowski escribió junto a su fiel Piesiewicz, también de nombre Krzysztof, una nueva trilogía. El pretexto era Dante, el contexto, La Divina Comedia . El texto, tres reflexiones sobre el cielo, el purgatorio y el infierno. Pero antes de que Kieslowski las viera filmadas, la muerte le tomó la palabra. Su corazón se partió y sus tres historias quedaron inermes. Otros, sin él, deberían hacerlas.

El primero fue Tom Tykwer (El perfume ). Rodó El cielo en 2002 y aquí seguimos sin noticias de él. El segundo ha sido Danis Tanovic. Este bosnio salido del fuego de la guerra yugoslava, documentalista de raza y autor de la celebrada En tierra de nadie , se enfrentó a El infierno . No es sencillo reemplazar a nadie. Mucho menos si su muerte todavía parece cercana y más si se trata de un autor de personalidad acusada. Quizá por ello, Tanovic, con la mirada comprensiva de Piesiewicz, se empeñó en permanecer fiel al estilo de Kieslowski. Es una elección honesta pero suicida, porque por más que en El infierno oigamos las palabras de su autor, el espectador avisado dirá una perogrullada. Dirá que falta la voz de Kieslowsky. Peor aún. Afirmará que en El infierno no resuenan los silencios, el ritmo y la emoción-conmoción del cine de Kieslowsky. Y dirá verdad.

Es cierto. El infierno desprende esa sensación extraña, casi fantasmal, de percibir una ausencia. Ahora bien, se trata de una ausencia relativa, porque Kieslowski domina de principio a fin todo el contenido de esta película. EnEl infierno , la historia de tres hermanas de vida sentimental aciaga, palpita una reflexión consustancial al cine del autor de No matarás . Uno de los personajes del filme, un profesor universitario liado con una de sus alumnas, lo verbaliza en la primera mitad del filme. Habla de la diferencia entre el azar -algo sustancial a la modernidad, Paul Auster sería uno de los autores que lo representan- y el destino -algo que pertenece al pasado, ese pasado en el que la idea de Dios daba consistencia simbólica a la tragedia-.

En tiempos actuales -lo dice este personaje-, sin coartada metafísica sólo nos queda el drama. Y eso es lo que El infierno muestra. Un infierno terrestre provocado por la ambición y el egoísmo, por el desacierto y la imposibilidad de escuchar al otro. En El infierno , Tanovic sostiene con fuerza y esfuerzo la palabra de Kieslowski. Y ésta es enorme, poliédrica, compleja y llena de ideas. Y eso, ideas, es algo que cada vez resulta mas difícil de decir, de ver y de oír, y no sólo porque ya se hayan dicho.

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La fotógrafa de los monstruos

viernes, 11 de mayo de 2007 Sin comentarios

Dirección: Steven Shainberg. Guión: Erin Cressida Wilson, Patricia Bosworth. Intérpretes: Nicole Kidman, Robert Downey Jr., Ty Burrell, Harris Yulin. Nacionalidad: EE.UU. 2006. Duración: 122 minutos.

¡Ay de quienes crean que en Retrato de una obsesión van a encontrarse con una biografía al uso! Se desconcertarán. Lo mismo quienes, atraídos por la presencia de Nicole Kidman, acudan a ver este filme esperando un cruce entre su hacer como Virginia Woolf y su presencia en títulos como Moulin Rouge . Es más; de no ser por la presencia de Kidman, probablemente este filme no se hubiera estrenado comercialmente aquí jamás. Perverso, onírico y provocador; Retrato de una obsesión debiera haber sido filmado en blanco y negro al estilo de Cabeza borradora, Pi yTetsuo . Pero no están los tiempos como para autoinmolaciones, aunque nada puede salvar a este película del fracaso comercial y de la irritación de algunos espectadores ocasionales.

Steven Shainberg, director de este filme, ya había avisado de su querencia por la heterodoxia, lo morboso y la incorrección. Su obra anterior Secretary también fue objeto de confusión. Aquella relación sadomasoquista entre una secretaria y su jefe rezumaba patetismo y ternura pero levantó las iras de las secretarias profesionales, la confusión de los mirones irredentos y la perplejidad de los espectadores no avisados.

Aquí, con el pretexto de acercanos a la vida de Diane Arbus, una fotógrafa empeñada en retratar a personajes extraños, de final trágico, que cometió doble suicidio -sobredosis de barbitúricos y corte de venas a la vez-, Shainberg entrelaza La bella y la bestia con la Alicia de Lewis Carroll y La parada de los monstruos de Tod Browning. Amargo y ardiente coctail que no resulta apto para paladares hechos al pop corn o al chocolate con leche. Al contrario, Shainberg, cuya biografía habla de una intensa experiencia en un monasterio zen, lejos de transmitir serenidad, se empeña en mirar el dolor existencial de quienes no pueden respirar en lo convencional. La piel, el vello y la apariencia asumen el papel de iconos simbólicos para alimentar un discurso sobre los mecanismos de la seducción, el deseo y la melancolía. La fotografía deviene en puro artilugio para rozar la verdad y un inquietante juego de espejos, simetrías y elementos alegóricos cargan y recargan este filme de ecos confusos y desazones sin cuento.

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La terrible verdad de un cuento chino

viernes, 4 de mayo de 2007 Sin comentarios

Dirección: Zhang Yimou. Guión: Zhang Yimou, Wu Nan y Bian. Intérpretes: Chow Yun Fat, Gong Li, Jay Chou, Liu Ye, Chen Jin, Ni Dahong, Li Man y Qin Junjie. Nacionalidad: China, 2006. Duración: 114 minutos.

Parece evidente que esa maldición que da sentido a la última película de Zhang Yimou descansa en lo más profundo de la psique humana. En ella, ciertamente, poco importa que la historia transcurra en la China del imperio Tang, allá por el siglo X, en la Dinamarca de Hamlet o en el Vietnam de Coppola. Por eso algunos creen percibir en este filme ecos de Shakespeare, sin tener en cuenta que lo que ocurre es que Shakespeare y Yimou ahondan en las mismas heridas. Es decir, que estamos hablando del incesto y del padre, del primero de todos los tabúes y de la decisiva importancia de la madre como entraña seminal. Estamos hablando de antropología y psicología, de símbolos y leyendas. Eso es, o al menos en este territorio habita, La maldición de la flor dorada.

¿Un cuento chino? Sin duda. Pero no con el malicioso significado que la prepotencia occidental le da como sinónimo de mentira. Ficticias son las magníficas acrobacias de los guerreros ninjas que atraviesan su desenlace; ficticios son los retratos históricos y, por supuesto, ficticio es ese despliegue magistral de la batalla final. Pero La maldición de la flor dorada no pretende ser crónica histórica, sino que aspira a formular una amarga alegoría sobre el poder y sus excesos. Yimou escarba en la paranoia del tirano y la locura de su emperatriz, prisionera de lo que simboliza y esclava de su poder.

Así pues, cuento es esta película, en efecto, pero con una profunda verdad en sus entrañas. Cuento chino porque chino es su director, un cineasta magistral por más que ahora algunos sectores de la crítica lo miren con sospechosa suficiencia. Y chinos son sus protagonistas, su contexto histórico y su percepción de la tragedia. No obstante, detengámonos un momento en el narrador de este cuento. Zhang Yimou fue una de las soberbias columnas que sostuvo el cine de la llamada Quinta Generación, etiqueta que Yimou no asumía. Pero para los espectadores no chinos, aquella Quinta Generación, representada por Chen Kaige y Zhang Yimou y presidida por Gong Li, era el heraldo de una nueva China. Nueva o vieja, Yimou no lo tuvo fácil, sus desacuerdos con el poder político le granjearon muchas dificultades pero su negativa a abandonar su país de origen alimentó ciertas suspicacias y alguna incomprensión.

En cuanto a La maldición de la flor dorada , se puede ver como la tercera entrega de su trilogía wuxia; ese género de aventuras y artes marciales que Ang Lee popularizó en Occidente con Tigre y dragón. Sin embargo La maldición , compartiendo con Hero y con La casa de las dagas voladoras algunas premisas, aspira a algo muy diferente. Si Hero se alimentaba de carne de leyenda y fantasía y La casa estaba construida con romance y aventura, La maldición es melodrama solemne.Y Yimou, que se ha reencontrado con Gong Li , hace en este filme su relato más desesperado, angustiado y cruel.

Más allá de la fuerza rítmica y del portentoso despliegue de su belleza formal, Yimou practica una suerte de bunraku a la china en donde todos se mueven con la rigidez de unas marionetas zarandeadas por el ritual y el destino. Con zonas oscuras y tiempos helados, Yimou obtiene gestos inolvidables (la emperatriz enjuagándose la boca tras tragar el veneno) e interpretaciones soberbias. Con ecos del Ran de Kurosawa, Yimou convoca la caída de ese muro simbólico con el que los súbditos protegen y se protegen de sus reyes; esos seres paranoicos víctimas de lo que representan. Muros ante cuya existencia, nuca sabemos si sujetan lo de dentro o lo de fuera.

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Fantasía española desde Rusia

viernes, 4 de mayo de 2007 Sin comentarios

Dirección: Nacho Cerdà. Intérpretes: Anastasia Hille, Karel Roden, Carlos Reig-Plaza, Paraskeva Djukelova, Valentin Ganev, Kalin Arsov y Svetlana Smoleva. Nacionalidad: España, Gran Bretaña y Bulgaria. 2006. Duración: 96 minutos.

Mientras se disputa en los despachos oficiales la recompensa nutricia que recibe buena parte del cine español por practicar ese cine de boina y caspa, de cuchara de palo y risotada, unos pocos cineastas españoles se la juegan. Entre ese cine melodramático, pálida copia del entronizado Erice -¡qué fuente tan remisa!- y el cine escatológico del afortunado Segura -¡cuánto talento se dilapida!- hay una tercera vía que huye del realismo -sea mágico o pastoril- y de la gamberrada -sea landista, ozorista o de Aquí no hay quien viva -. Con la excepción de media docena de autores fieles a lo que representan -Medem, Almodóvar, De la Iglesia…-, han surgido algunos cineastas jóvenes que reivindican la fantasía y el terror acometidos sin concesiones y con dignidad.

Nacho Cerdá pertenece a ese pequeño grupo de autores cuyas películas, vistas dentro de treinta años, nos recordarán que el cine español del comienzo del siglo XXI era mucho más interesante que el que practicaban los dueños de los Goya. Es más, los análisis retrospectivos sobre el cine español de estos años encallarán frente a Los abandonados , porque es difícil explicar su presencia en el país de Alatriste .

Se da el dato de que Los abandonados se estrenó antes en EEUU que en España. ¿Una curiosidad? Sí; y no tendría importancia de no ser porque, mientras que en la tierra de Hollywood se lanzaron 1.000 copias, aquí desembarca con dificultad y poca confianza. Cierto que Los abandonados no es cine fácil. Posee todos los ingredientes para que vayan pocos espectadores: distante, perturbadora y casi hasta malsana. O sea, una ganga. Ni siquiera echa mano de una Paz Vega procaz o un Guillemo Toledo locuaz. Al contrario. Su reparto está a la altura de las circunstancias. Los abandonados se adentra en una estructura cerrada sobre sí misma que recupera un pasado atroz y crece sobre un reencuentro imposible. Habla de fantasmas, pero éstos habitan en la mente agrietada de su protagonista, una productora de audiovisuales que regresa a su Rusia natal para enfrentarse al horror y la locura. Es irregular y a veces deambula sin rumbo, pero al menos esboza una voz propia y resulta singular.

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Deseos fatales

viernes, 4 de mayo de 2007 Sin comentarios

Dirección: Mennan Yapo. Guión: Bill Kelly. Intérpretes: Sandra Bullock, Julian McMahon, Nia Long, Kate Nelligan, Amber Valletta y Peter Stormare. Nacionalidad: EEUU, 2007. Duración: 110 minutos.

En esa zona vertebral de la película, allí donde toda su mercancía ya ha sido mostrada y el relato avanza vertiginosamente hacia su desenlace, Premonition parece un filme grande y perturbador. En castellano le han añadido un subtítulo, Siete días . No aporta mucho, pero esos siete días resultan decisivos en esa estructura que Mennan Yapo se ha impuesto para resolver el enigma que la película plantea. Una mujer recibe la noticia de la muerte de su esposo. Se derrumba. Tras una jornada de dolor cae rendida en un sueño profundo. Al día siguiente, contempla que su marido sigue a su lado. Perpleja pero aliviada retoma la cotidianeidad. Sus hijas, el colegio, la casa pero… al día siguiente, la pesadilla retorna de nuevo. Lo que el guión propone es alternar entre sí esos siete días haciendo que el relato avance a saltos. Y que, entre los saltos, aparezca la verdad oculta.

Indudablemente Premonition es hija de su tiempo. Sin Memento , Irreversible , Kill Bill , Pulp Fiction y tantas películas de la llamada posmodernidad, no existiría. Pero esa dislocación de la estructura temporal del relato, con ser su motor argumental, no se detiene en el artificio. Hay más cosas. Hay sobre todo dos puntos de interés notable: el proceloso y resbaladizo terreno de los deseos, y la engañosa percepción que tenemos de las cosas que nos lleva a emitir juicios temerarios.

No es extraño que Sandra Bullock, una actriz empeñada en controlar su carrera y, en los últimos tiempos, deseosa de embarcarse en proyectos de prestigio, apueste decididamente por esta historia. De hecho, ella domina de principio a final todo el metraje, ella es la presencia absoluta de Premonition . Y ella que, en filmes como Crash , recibía un tratamiento al servicio de la historia y del director, aquí acaba diluyendo la figura del cineasta-autor.

Su cartel es buena prueba de ello. De un lado, rehúye la imagen arquetípica de la star de turno, pero del otro, la sugiere reiterando desde la ausencia la verdadera protagonista de todo. Yapo no puede o no sabe lanzarse a tumba abierta por el desazonador puzzle de este argumento. A Premonition le falta energía y es de temer que le sobra tanta Sandra Bullock. Por ello, lo que podía haber sido grande se resuelve con poco brillo.

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