Tenemos en nuestra ciudad pensadores que nos interesan. Intentaremos traerlos paraUds a nuestro blog. Hoy tenemos para presentarles a Josetxo Beriain.
“Aceleración y tiranía del presente” es un ensayo publicado por el sociólogo Josetxo Beriain en el que hace un estudio sobre el tiempo. Estudia el modo y el porqué el tiempo ha sufrido una aceleración en nuestros días. Y lo estudia a la luz de numerosas publicaciones de pensadores del siglo pasado, muchos de ellos de la segunda mitad. Vamos a destacar algunos como Bauman, Virilio, Luhmann, Simmel, o Ramón Ramos.
Las metáforas del círculo, la flecha y el punto, para representar el tiempo a lo largo de la historia. Estas metáforas nos muestran, como el discurso social de cada momento histórico, determina la idea que una sociedad dada tiene del tiempo. Beriain, se detiene especialmente, en el momento actual, y en el punto como su metáfora. Así nos explicar muchos de los fenómenos sociales del presente.
El autor coloca las causas en el capitalismo y su premisa: “El tiempo es oro” Pero apunta a una causa más potente, que nosotros vamos a nombrar como: el intento de hedonismo generalizado. Si la idea de salvación, ya sea religiosa o profana desaparece, lo que viene a sustituirla es el imperativo a disfrutar, a gozar. Nos muestra, cómo lo que se deshecha con una mano, nos rebota en la otra con efectos de sufrimiento. Les animamos a leer el libro publicado en la Editorial “Anthropos”, Barcelona, 2008, del cual les ofrecemos el siguiente resumen:
La realidad está constituida por una pluralidad de tiempos conectados los unos con los otros según articulaciones sutiles y múltiples…la historia de un ser humano o de una civilización, no puede ser reducida a la sencillez monótona de un tiempo único…el tiempo social es un producto de la vida social, y más concretamente, del conjunto de relaciones significativas…como la alternancia justo-injusto; bueno-malo, etc. Las relaciones son una construcción humana productora de temporalidad…ninguna cosa tiene significado intrínseco o fijo, sino que su significado, emerge de la relación con otras cosas o eventos…
Estas son las tesis que J.B. va a defender en su libro, y lo hace de la siguiente manera: De las metáforas para representar el tiempo entresaca tres: El círculo, la flecha y el punto. El punto será la metáfora que representa en tiempo en el presente. La metáfora del tiempo como circular, corresponde a la idea de una renovación cíclica de todas las cosas. Da ejemplos: la cultura tradicional china, o la Grecia antigua, entre otros. Para Platón, tanto los procesos cósmicos, como el tiempo de nuestro mundo, se desarrollaba en un círculo de generación-degeneración. La metáfora de la flecha corresponde al tiempo de la Edad Moderna, basada en la idea racional del mundo. Esa idea del mundo, que tiene sus raíces en la tradición judeo-cristiana, interpreta la historia como la caída del hombre y su redención, y tiene como significación, la salvación de la humanidad. Esta idea de salvación, se conservará después, pensada como destino de la historia. Las utopías de un futuro radiante son una versión secularizada de redención humana.
Hoy vemos disolverse los grandes mitos de la modernidad. Vemos desaparecer la certidumbre de un futuro salvador para la humanidad, y con ello, la idea del tiempo como un comienzo y un fin. En la medida en que nuestro futuro deviene más incierto, nuestra experiencia del tiempo experimenta una creciente fragmentación. Nada vale como algo seguro y permanente en el tiempo. Aparece una aceleración entendida como incremento de la velocidad de desplazamiento de personas, mercancías y mensajes, que van a condicionar la experiencia de la vida humana. En muchos casos, se manifiesta, como una tiranía del presente, despegado de cualquier carga de tradición y de cualquier concepción utópica. La ruptura con el pasado nos lleva a un cambio permanente y acelerado. Hay una exigencia de rapidez. Pero cuanto más tiempo ganamos, gracias a la aceleración tecnológica, menos tiempo tenemos. Esta sociedad, basada en una intensificación del presente, amputado del pasado, nos arroja a un futuro inasible. Se vive al día, a la hora, al minuto, y, una sociedad así, es propensa a los accidentes y desastres. Si el futuro aparece borroso, pues no pensemos en él. Disfrutemos ahora, paguemos más tarde. Vivimos a crédito. ¿Para qué retrasar la gratificación?
La aceleración que produce la tecnología nos lleva a una tele-presencia, que incrementa el olvido. Es una sociedad en directo, tele-presente en la totalidad del mundo. El espacio se contrae virtualmente y pierde su significación para orientarnos. La sociedad también se acelera. Los trabajos cambian a mayor velocidad que las generaciones. Cada persona se ve obligada a remodelar su profesión constantemente con cursos de reciclaje para un mercado de trabajo extremadamente flexible y volátil.
Una forma de esclavización moderna es la dictadura de la prisa. La locura de la rapidez se pone de manifiesto en todos los ámbitos: En el deporte lo vemos en los esfuerzos sobrehumanos exigidos al deportista, o, en el cambio, de un fútbol bello, por un fútbol resultado. Los jóvenes creen más en el mundo de las imágenes, disfrutan con las imágenes, sobre todo, aquellas que exaltan las sensaciones. La aventura, como estilo de vida, es un buen ejemplo de este individuo que vive el presente del antes y el después. El tiempo se convierte también en un signo de status. Aunque parezca contradictorio, cuanto más rico es uno, menos tiempo se tiene.
Bajo todo esto, subyace una conciencia fatalista de tipo nihilista hacia la propia vida, basada en la creencia de que poderes externos a uno mismo controlan nuestra vida. La convicción, de que el futuro no lo construye uno, sino que le viene dado. Se observa una ampliación de la conciencia fatalista. El miedo al infierno, gestionado por la religión, ha sido sustituido por el miedo a morir y el empeño en alargar la vida, en un peligroso coqueteo con la inmortalidad.
La fuente más obvia de la aceleración es el capitalismo y su premisa: “El tiempo es oro”. El derroche del tiempo es el pecado más importante. Si se puede ganar diez en un día y se emplea medio, paseando, se han perdido cinco. Pero si el tiempo es dinero, la velocidad es voluntad de poder. El capital no puede parar a descansar, no puede detener la carrera y asegurar su posición, por la razón de que, o asciende continuamente, o desciende. No existe un punto medio de equilibrio, debido a que la parada es equivalente a la caída.
Más potente aún que el capitalismo como fuente de aceleración, J.B. plantea la idea de un imaginario profano, que trata de traer el reino de Dios a este mundo. Sería pues, el resto de una idea de salvación. Si el pecado ya no es pecado; si el futuro ya no es salvación, solo nos queda una vida “realizada”, es decir, rica en cantidad (que no en calidad) de experiencias. Si vivimos a doble velocidad duplicaremos lo que podemos hacer en una vida. La cuestión es experimentar más, en el menor tiempo posible. La introducción del reloj, como artefacto mecánico, anunció la victoria de un nuevo orden cultural y político.
Como tercera fuente de aceleración tendríamos la diferenciación de funciones. La política, la ciencia, el arte, la economía, el derecho, el sistema educativo etc., no pueden ser controlados simultáneamente, como un único ritmo social, a causa de su creciente complejidad y contingencias. La necesidad de sincronización, introduce una aceleración en el proceso. Al introducir mas aceleración, introducimos más contingencias, y con ello, nuevas incertidumbres. El resultado en el sujeto humano es una creciente angustia. La angustia de ganar posiciones, y sobre todo, de no perderlas.
Esta vorágine de la velocidad ha hecho surgir un nuevo tipo de identidad; la del jugador situacional el sujeto humano sin atributos. Se ha incrementado la conciencia de la contingencia; se trabaja profesora, ya no se es profesora; se vive con Maite, no se es el marido de Maite. Sin atributos significa vivir sin garantías, con solo una certeza provisional. Hemos pasado, de una identidad sustancial a priori, a una identidad situacional a posteriori. El Self es hoy un vacío para ser llenado con nuestras fantasías, es decir, permite un elenco infinito de posibilidades.
La reacción individual, en la modernidad tardía, es un movimiento frenético, que de hecho, es una forma de inercia. El individuo está aquejado por la melancolía y una cierta ansiedad depresiva.
Mención especial merece la tesis de Virilio: “Hacemos las cosas más rápidamente porque la velocidad es divertida, llama nuestra atención. Produce excitación y nos saca del aburrimiento. Nada es aburrido si es lo bastante rápido. La velocidad es una nueva forma de éxtasis, amamos la velocidad, la amamos hasta que nos produce miedo, porque produce una descarga de adrenalina, una intensificación de la existencia”
Se manifiestan algunos signos de desaceleración dice J.B. reducido a grupos concretos, grupos isla. Hoy los grupos progresistas son los que tienden a simpatizar con los que propugnan una contención, una desaceleración.
(*)Josetxo Beriain; Ed., “Anthropos”, 2008, Barcelona
A día de hoy estamos inmersos en una crisis que preveemos va a poner en cuestión este modo de funcionamiento. No sabemos que nuevo modo de tiempo se nos avecina. Si sabemos que este modo de “disfrutemos ahora paguemos más tarde” tiene un caro precio. También sabemos que tratar de eliminar el tiempo de la espera, es un intento loco. Es un modo de “alucinar” aquella vivencia de satisfacción mítica de la que nos habla Freud.