El psicoanálisis y su estudio de los procesos psíquicos permiten hacer lecturas estructurales de los comportamientos humanos. Nos permite no quedarnos en el imaginario de las conductas y pasar a estudiarlas desde una perspectiva diferente. Esta película puede ilustrarnos algunos de los conceptos que venimos desgranando sobre el psiquismo humano.
El horror de la situación en la que se enmarca la historia sirve para poner de relieve hasta donde puede llegar la falta de registro de los hechos en el psiquismo de un sujeto. En términos mas psicoanalíticos diremos que la falta de simbolización de la percepción de esos hechos muestra bien la teoría freudiana de que el afecto y la representación pueden ir por separado. Quizá no sea inocente que Taylor haya elegido a un psicoanalista como uno de los personajes de su obra.
Al profesor Johnn Halder no le era necesario la llegada del fenómeno nazi para flotar por la vida sin posicionarse. No lo hace ni como hijo ante una madre invasora, ni como marido ante una mujer ausente, ni siquiera como amante. ¿Cómo no iba a tener dificultades para hacerlo ante el régimen político?
En ningún momento se posiciona como sujeto, en ningún momento hace un acto que permita pensar que se ha construido un juicio de atribución. No hay un “esto lo quiero” “esto no lo quiero”
La madre puede tratarlo como se le antoje, la mujer, el suegro, nada parece inmutarlo. Y es que este hombre de apariencia afable es un sujeto que no enjuicia. Se deja llevar incapaz de hacer un juicio que le permita tomar decisiones, sean las que sean, pero propias.
No sabemos si Taylor leyó a Freud, pero lo evoca, cuando en los momentos en que debería tomar posición, en los momentos en que psíquicamente es requerido un juicio, él alucina una música.
Tomar posición es hacerse cargo de los actos que uno hace. Hacer el juicio de “esto lo quiero”, es hacerse responsable de esos actos. Si un profesor decide tener relaciones con una alumna, si un sujeto decide beneficiarse de las ventajas socio- económicas que le ofrecen, estaríamos simplemente ante un sujeto que dice “Sí, esto es bueno para mi; lo quiero, “esto soy yo”
Pero el profesor John Hadler es un sujeto desafectado, nada le afecta. No hay en él ni enfados ni pasiones. No busca nada, no rechaza nada.
Si el juicio de atribución; “esto soy yo”, está en suspenso, no está funcionando, el juicio de existencia se desdibuja. Por eso él no distingue bien entre la realidad y lo que no lo es. Dicho de otra manera, no da creencia a sus percepciones. Se mueve al borde de lo alucinatorio. Semidormido.
Pero los actos son los actos, y todo sujeto es responsable de sus actos. La conducta, consciente o no genera responsabilidades. Nada libra al sujeto de su responsabilidad.
¿Qué lo despierta? A mi entender unos significantes, dichos no por cualquiera, dichos por su amigo, amigo con el cual mantiene la única relación en la que se involucra. El lazo al amigo es la única relación propiamente humana que él tiene.
“Tu eres un nazi, yo soy un judío, no hay más” son palabras con valor de acto. Podríamos pensarlas como el equivalente a “Tu eres una gallina” del ejemplo de Lacan.
Ya no puede seguir en el limbo. Todo su hacer se le viene encima. Ya no puede seguir obrando sin pararse a pensar. Tiene que saber, e investiga.
El juicio de atribución se precipita. En el campo de concentración, ante la percepción de la barbarie, no puede dejar de atribuírsela: “Esto soy yo”
Al mismo tiempo el juicio de existencia se pone en funcionamiento: “Esto es real”y la música está ahí para señalar que no alucina. ¿Qué hacer entonces con el horror de ese saber nuevo sobre si mismo? Eso queda en suspense.