SOCIALIZACIÓN

SOCIALIZACIÓN*

Las Jornadas de la ELP que se celebrarán en Julio en Barcelona tienen como tema “Clínica y pragmática de la desinserción en psicoanálisis” Vamos a ir presentándoles extractos de algunos de los trabajos que se están realizando en torno a ello. Comenzamos con el de Cristina Califano.

Su trabajo parte de la frase de Miller: “digo pragmática mejor que tratamiento o cura porque ahí estamos en el orden del saber-hacer, del arreglárselas con”

Pensar la supervivencia del psicoanálisis en el siglo XXI supone estar a la altura del momento ante los avatares del mundo contemporáneo, pero preservando siempre la ética del psicoanálisis.

Después de hacer un pequeño recorrido por Peirce y James se detine en Rorty para destacar cómo según este autor los humanos nos movemos en un universo de lenguaje, en las prácticas sociales que lo generan y en su concepto de utilidad: una acción es útil si sirve para crear un futuro mejor.

Nos señala, que en los tiempos actuales, el significante «pragmatismo» ha sufrido una banalización y va quedando subsumido bajo el ideal de «utilitarismo», en el que se obvian los límites éticos en pos del beneficio personal.

Siguiendo a F. Jullien distingue después, entre eficacia y eficiencia. La eficacia está en la base del pensamiento occidental. La manera griega de concebir la eficacia está basada en la modelización. Platón concibe primero una forma ideal que aspira a lo mejor y luego la voluntad, que se involucra para obtener esta forma ideal en la realidad. Es decir, la intervención conjunta de dos facultades: el entendimiento y la voluntad. La eficacia, funda las terapias cognitivistas.

Frente a este modelo podemos colocar el de la eficiencia, que está en la base del pensamiento chino. El no-actuar, que no es inmovilidad, renuncia o pasividad, sino “no hacer nada pero que nada deje de hacerse” Dejar que llegue el efecto, no buscarlo sino implicarlo. Es decir, promover el efecto como consecuencia de una acción indirecta.

La pragmática analítica estaría del lado de la eficiencia, en el sentido de que produce efectos como consecuencia de una acción indirecta. Al orientarnos por una pragmática con un sesgo de eficiencia, podremos colocarnos como interlocutores de los discursos de la modernidad y desde nuestra orientación, acompañar a los sujetos en la búsqueda de una solución al malestar. Pero sin olvidar que el goce y la pulsión siempre se presentan en oposición a cualquier idealismo que suponga que el sujeto quiere su propio bien. El goce no se deja domesticar, pero en la transferencia puede alcanzar una forma civilizada.

El nuestro sería un pragmatismo paradojal que no busca la supresión del síntoma, sino el como arreglárselas con el goce incluido en el síntoma al final del análisis, pues sabemos que aquello de lo que se sufre, es aquello de lo que se goza.

Cristina Califano también dice, que J. A. Miller nos invita a hacer el estudio temático de las situaciones subjetivas de exclusión social. Nos interesa pues hacer uso de los significantes que se usan socialmente y pensarlos desde el discurso analítico. Precariedad, errancia y aislamiento social son los significantes que representan a los sujetos que están al límite y que no entran en el discurso del amo quedándose fuera del circuito productivo.

J. A. Miller define nuestra época como la época del Otro que no existe. No hay un Otro que sirva de punto de anclaje al sujeto. Un Otro cuya función sería regular y orientar al ser hablante en sus experiencias. El psicoanálisis como práctica, es del orden social, es un lazo al Otro. El deseo de inserción es fundamental en el ser hablante. Es necesaria una inserción para producir un sujeto viviente.

En la actualidad los sujetos humanos viven en una gran desprotección. Desprotección producida por la precariedad de los lazos sociales. Hay sujetos en los cuales el deseo de des-inserción puede llegar al suicidio social y vital. Hay un amplio abanico de rupturas con el Otro: rechazo del saber, pasajes al acto, adicciones etc.

El trabajo del psicoanálisis será acoger la precariedad simbólica de estos sujetos. Tomar el síntoma que se han construido como un vínculo social, como una producción particular que les permite un lazo social, aunque sea precario. No como algo a eliminar de entrada. Es necesario primero acoger la dimensión del goce que el síntoma conlleva, para cifrarlo, para acotarlo bajo transferencia.

Más que una clínica de la inserción sería una clínica de la separación del goce en el que cada sujeto está inmerso. Es una clínica de las suplencias que pueda acoger el modo con que cada sujeto acepta un cierto vínculo con el Otro.

Cuando decimos “clínica y pragmática de la desinserción” decimos dos cosas: entender cuales son los modos en que cada sujeto establece su lazo al Otro, y acompañar al sujeto a construirse procedimientos de remedio, invenciones para hacer con lo que hay de la mejor manera posible.

* Cristina Califano es miembro de la ELP

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