LOS SUEÑOS*_LA HERENCIA DE LA FALTA

Freud, en “Algunas notas adicionales a la interpretación de los sueños” habla de la responsabilidad moral por el contenido de los sueños. Es una reflexión sobre los sueños y su naturaleza inmoral.

En este trabajo, Freud se pregunta por la implicación del sujeto en el contenido del sueño. ¿El sujeto debe de sentirse responsable? En el sueño ocurre que uno es asesino, mata, viola, golpea a sus seres más queridos, hace cosas que en el mundo de la realidad merecerían castigos severos previstos por la ley.

Él considera, que su descubrimiento de la interpretación de los sueños, desplaza el problema de la moral. Lo que se muestra en el sueño, su contenido consciente, manifiesto, puede ser inocente, moral, correcto. Pero puede disimular un contenido latente más inmoral. Desde ese punto de vista de Freud- y no creo que los analistas de hoy difieran sobre ese punto- el contenido latente de la mayoría de los sueños, es de trasgresión. Uno sueña siempre en contra del derecho. El núcleo del sueño es una trasgresión de la Ley.

Los contenidos del sueño son de egoísmo, de sadismo, de crueldad, de perversión, de incesto. Y no estoy exagerando el punto de vista freudiano: en la formulación de Freud los soñadores son criminales enmascarados. De manera tal que cuando se habla de un crimen, de un asesinato, lo primero que desde el punto de vista analítico se podría decir con seguridad es, que en esa historia, se trata de si mismo y no del otro.

Si se plantea la pregunta de si debemos asumir la responsabilidad de nuestros sueños inmorales, Freud responde que si. Analíticamente lo inmoral es una parte de nuestro ser. Nuestro ser incluye, no solamente la parte de la que estamos orgullosos y mostramos en la tribuna, la parte admirable que constituye el honor de la humanidad, sino también, la parte horrible. No sólo el honor, sino también, el horror. Al menos eso es lo que el psicoanálisis ha agregado a la idea del ser humano como tal.

La interpretación de los sueños por parte de Freud ha modificado la idea que teníamos de nosotros mismos… Ha demostrado que incluye esa parte desconocida; el inconsciente reprimido, el cual está en mí; que se mueve y actúa habitualmente a través de mí. Freud lo llama el Ello, pero está en continuidad con el Yo. Somos criminales inconscientes y eso aflora a la conciencia, no solo en los sueños, aunque desplazado, deformado, o proyectado.

Eso explica la fascinación por el gran criminal. Existe mucha literatura, cine etc., que nos lo muestra. Pensemos en la figura del caníbal Aníbal Lector que tantos y tantos espectadores ha tenido. Pienso que esta fascinación tiene que ver con que él realiza un deseo presente en cada uno de nosotros. Un deseo que nos horroriza. Estar horrorizado es un modo de estar fascinado.

Se utiliza la palabra monstruo para calificarlos. El ser humano alberga, en cierta medida, pequeños mostruos tímidos. Me gustaría plantear la paradoja de que el crimen es humano. Eso que se consideraba lo inhumano fue reintroducido en la categoría de lo humano por Freud.

La cuestión es que también existe en nosotros la simpatía, la compasión y la piedad. Podemos decir pues, que lo propiamente humano, es precisamente el conflicto entre esas dos vertientes. El conflicto entre la ley y el goce.

* Jacques- Alain Miller es fundador de la EMP (Primera parte del extracto del comentario de Jaques Allain Miller publicado en Virtualia 18)

LA HERENCIA DE LA FALTA

Toda religión o mitología contempla el tema de la falta. La idea de un pecado original preside la mayoría de las concepciones que tratan de narrar el surgimiento de la especie humana. Queda descartada toda idea de inocencia. Si no somos inocentes ¿De qué falta somos culpables pues?

Freud inventó también un mito que trata de dar cuenta del paso de la animalidad a la humanidad; el mito de Tótem y Tabú. Trata con ello de hacer un corte. De establecer un antes y un después. Un corte infranqueable que nos separa del estado anterior, el cual por definición, es irrepresentable, a no ser por proyección a partir de lo humano.

Sabe Freud, que lo que nos describe es especulativo, pero que tiene un carácter fundador. No es histórico, es la condición de posibilidad de la historia. El mito nos dice que la prole se halla sometida a un padre brutal. Un padre del goce, pura animalidad. Un día lo matan y lo devoran. Y el resultado paradójico es la instauración de la prohibición interiorizada, de la ley. Es decir la emergencia de la ley propiamente dicha. Ley moral como barrera que escinde lo natural de lo humano.

La figura del padre emerge en otro registro que el puramente biológico. Emerge como padre muerto en su biologidad. Emerge en el registro de lo Simbólico, al mismo tiempo que la culpa, y lo hace como transmisor de una ley que también a él le afecta; la ley de la castración.

A este asesinato original Freud liga la culpabilidad que siempre nos acompaña. Nos acompaña aunque por proyección se la tratemos de adjudicar al Otro. El padre- todo padre de familia- también está afectado estructuralmente por la falta, y su función es trasmitirla. Dicho de otra manera; en la transmisión de la castración tiene lugar la transmisión de la falla en la estructura. Del “no hay”

Lacan lo dice: “Para todo ser humano la cuestión de la culpabilidad no es otra cosa que el reflejo de su odio hacia el creador quien quiera que éste sea…..que hizo de él una criatura tan débil y tan insuficiente”

“Este odio aparece en la encrucijada del Edipo cuando se percibe cuan insuficiente e impostor puede ser el padre. Entonces, en lo que se va a emplear el sujeto es en volver a darle, en reponerle, estatura al padre, en recubrir ese desfallecimiento, en construirse un Ideal. Ese padre Ideal es una fantasía, un fantasma neurótico”* Ese Ideal conlleva restricciones, sacrificios, regulación de los goces. Pone en marcha el deseo y lo que podríamos llamar con Freud un investimiento libidinal del mundo y de los otros.

La tarea de restaurar al padre con un Ideal, no es la única reacción posible ante la percepción de su insuficiencia y su impostura. Otro modo posible es arremeter contra él y no reconocerle ninguna autoridad.

Pero el discurso de la modernidad con su empuje a la caída del padre- que no del Amo- ha generalizado esa reacción en gran medida. El discurso de la modernidad, propicia que no se emprenda la tarea de restaurar la dignidad del padre Simbólico. Muy al contrario. En lugar de convocar al padre a que haga su trabajo y ocupe su lugar, propicia su ridiculización. No tenemos más que ver como ejemplo a Hoomer Simpsom. Al padre del Edipo, el padre humano, se le pedía transmitir la ley y someterse a ella, es decir, tratar de cerrar la puerta a la animalidad de ese padre de Tótem y Tabú, a velarla podríamos decir.

La figura del padre tipo Simpson, que muestra su propio goce desregulado, ese padre de la animalidad, deja la puerta entreabierta a toda trasgresión posible. El imperativo “Hay que gozar” tomó las formas de “Hay que consumir…sexo, objetos, diversiones…”

“Todo es posible” ha sido el slogan que nos ha acompañado durante los últimos tiempos y que nos ha mantenido como sociedad, en una euforia un tanto maníaca.

Hoy corren otros tiempos. Y a nuevos tiempos nuevas invenciones. Lacan nos propone ir más allá del padre, pero a condición de hacer uso de él.

*Guy Briol; Miembro de la AMP y de la ELP

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *