Ni cine, ni tebeo… sólo un homenaje confuso y confundido

viernes, 2 de enero de 2009 Sin comentarios

Dirección y guión: Frank Miller. Intérpretes: Gabriel Macht, Samuel L. Jackson, Sarah Paulson, Eva Mendes, Dan Lauria, Paz Vega, Jaime King y Scarlett Johansson. Nacionalidad: EEUU. 2008. Duración: 108 minutos.

Antes de enfrentarnos a esta adaptación que ha hecho el siempre excesivo Miller, conviene puntualizar una circunstancia inapelable: Denny Colt, nombre real que sostiene a The Spirit, no nació como ahora lo percibimos. Fue domingo a domingo, en las entregas semanales de la prensa -llegó a publicarse en cinco millones de ejemplares-, como se modeló su personalidad. The Spirit nació en tiempo revuelto; en los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial, en medio de un mundo herido.

Will Eisner tenía 22 años cuando, a finales de 1939, fue contratado por Busy Arnold, jefe de Quality Comics. Se le dio total libertad para crear un héroe de papel destinado a entretener al gran público. Su misión era completar los suplementos dominicales y Eisner vio en ese encargo, algo así como el reconocimiento a su joven talento y la posibilidad de escapar de la llamada a filas. Pero en 1942, cuando Spirit ya era un personaje seguido por millones de aficionados, Eisner se incorporó al ejército y tuvo que dejar que a su Spirit le dieran vida otros.

También fue consciente, poco después, de que había sido contratado por su capacidad de trabajo antes que por su calidad de autor. Saber eso, fue una cura de humildad y espoleó un talento del que, poco después, daría un recital incontestable.

Probablemente aquella lección recibida a través de Spirit sirvió para asentar su estilo y, a la vuelta de la guerra, un Eisner madurado en el horror de la muerte se reencontró con su personaje. Su héroe inmortal se le aparecía como un antihéroe, y su presencia era sólo un pretexto al servicio del verdadero texto. De hecho, en muchas aventuras Spirit se comportaba casi como una sombra testigo de la crueldad del mundo.

¿Qué Spirit sirve de modelo a Miller? Es evidente que Miller, ansioso de bucear en el origen como si allí siempre habitase lo decisivo, acude al Spirit más primitivo aunque evite, por lo inapropiado del hecho, la presencia de su ayudante Ebony White, un joven negro que respondía a los estereotipos paternalistas que Spike Lee denunciaba en Bamboozled . Miller, enfant terrible del mundo del tebeo actual, consagrado para el cine tras las adaptaciones de 300 y Sin City , se enfrenta a The Spirit con las mismas armas e(s)téticas que, junto a Robert Rodríguez, formuló en Sin City : Esto es, acercar el cine al tebeo con un lenguaje fascinado por la brutalidad. En The Spirit , también la ciudad es la protagonista. De hecho, los objetos del mobiliario urbano, devienen en las armas con las que Spirit , un detective sin pistola, se defiende de sus enemigos. Es ahí, en esa esencialidad del héroe, donde reside su mejor logro. El otro descansa en la carnalidad de sus actrices, un reparto envidiable y envidiado, que imprime una ácida sensualidad a esta Central City.

Se trata de una bella embarcación en cuya sala de máquinas crece un agujero por el que hace agua todo el conjunto. Miller desoye el principio de toda traslación de un arte a otro: traicionar el modelo de partida, olvidarse de los recursos de origen para aferrarse a lo que es propio del medio utilizado. En Spirit la servidumbre al realismo propia del cine no se respeta. En su lugar todo se trueca en deuda a la viñeta. El todo se pone al servicio de la imagen pero ésta no es suficiente para cerrar el vacío que lo consume desde el núcleo de su guión. Demasiado pegado a la piel del papel, a Miller le pasa como al Fesser de Mortadelo y Filemón , que el exceso de literalidad lo disuelve todo. Sin verdad no hay emoción y sin emoción no hay relato que se sostenga.

Tan sólo queda, al decir del propio Miller, esa carta de amor a Eisner. Pero, ay, es mediocre porque que carece de eso que reclama su título: espíritu (cinematográfico).

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Mucho de todo, nada de algo

viernes, 2 de enero de 2009 Sin comentarios

Dirección: Baz Luhrmann Intérpretes: Nicole Kidman, Hugh Jackman, David Wenham, Bryan Brown, Jack Thompson, David Gulpilil y Brandon Walters Nacionalidad: Australia y EEUU. 2008 Duración: 165 minutos

¿Puede una única secuencia sostener toda una película? Seguramente no. Pero si hubiera un Oscar a la mejor secuencia de acción, Australia merecería ganarlo. Está situada en el tercio final de su primer acto y en ella participan todos los protagonistas de este gran guiñol romántico no apto para diabéticos. En ella vemos a galope a Lady Ashley (Nicole Kidman) y a Drover (Hugh Jackman), al niño mestizo que han adoptado, a su abuelo aborigen, un hechicero de poderes mágicos, y a su padre no declarado que trata de arruinar su negocio. Su negocio son las vacas y las vacas son las verdaderas protagonistas de esta obra desproporcionada y colosal, un filme ¿neoclásico? que empieza al estilo de John Huston y concluye con guiños al Tornatore más blando y meloso.

Baz Luhrmann (Romeo y Julieta, Mouline Rouge ), mezcla australiana de Ken Russell y David Lean, aparece como el responsable absoluto de esta epopeya en la que algunos ven las viejas formas de Lo que el viento se llevó y otros, el estilo pirotécnico de Pearl Harbor de Michael Bay. Unos y otros tienen razón porque en Australia , una quilt de remiendos sin sentido, muchas películas se convocan. Algunas Luhrmann las hace explícitas, El mago de Oz; otras se imponen por sus ecos, y en este apartado, la reverberación se torna trueno.

Volvamos a la citada secuencia vertebral de este díptico, porque en ella algo hay de metafórico. En este western austral, resuelto al estilo Leone pero sin su convicción, 1.500 cabezas de ganado avanzan irremediablemente hacia el abismo. Algo parecido ocurre en ese instante con el filme de Luhrmann; que se arrastra en su despegue porque se mueve en un terreno indeterminado entre el filme épico, la mirada manierista, el tono humorístico y la cantinela de un filme de memorias narrado por un niño. El niño, un café con leche (sic) con melena de diseño y discurso ñoño, se empeña en cargarse la película. El que no lo consiga por completo hay que agradecérselo a Lobezno, muy en plan Eastwood, y a Kidman, que incluso cuando no está bien, está mejor que el resto. A ellos y al derroche de medios. Sobra dinero, falta guión y Luhrmann, que una vez nos pareció moderno, se atraganta ahora con un filme más que viejo anacrónico.

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El paisaje es el mensaje

viernes, 2 de enero de 2009 Sin comentarios

Dirección: Gil Kenan. Intérpretes: Soairse Ronan, Harry Treadaway, Tim Robbins, Bill Murray, Martin Landau, Toby Jones, Mackenzie Crook y Marianne Jean-Baptiste. Nacionalidad: EEUU. 2008. Duración: 95 minutos.

Autor de Monster House , una incursión en la animación capaz de forjar una personalidad propia, Gil Kenan ha abandonado ¿temporalmente/definitivamente? el dibujo para pasarse a las películas con actores. Se sabe que este proyecto se venía preparando antes incluso de que Kenan asumiera el encargo de Spielberg y Zemeckis pero es de lamentar que, a la vista de su excelente hacer, no se haya optado por asumir esta historia en formato de dibujos animados. Probablemente la razón pueda encontrarse tanto en la reticencia de buena parte del público no infantil a degustar productos animados como al éxito de obras tipo Harry Potter /La brújula dorad a/El señor de los anillos … entre ese público que retoza en sus felices teen .

Hacia esa edad resbaladiza, ya dejan de ser niños pero todavía no son adultos, se dirige este filme que bebe de una imaginería barroca y artesanal cercana al universo de Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro y que se ve atravesada por el exceso habitual de Terry Gilliam aunque, eso sí, carente de su procaz y ácida mordacidad.

City of ember es una versión descafeinada del Dark City de Alex Proyas, una especie de mundo de los hermanos Quay con acné y buenos sentimientos. Posee una puesta en escena radical y cuenta con un reparto impresionante. Tanto que, por lo que respecta a los adultos: Murray, Robbins, Landau… no se puede evitar la sensación de despilfarro. Probablemente porque a Kenan le interesa mucho más la ciudad en la que habitan sus personajes y su atmósfera que los personajes por sí mismos. Ya lo había hecho con especial acierto en la citada Monster house y repite jugada en este relato inquietante en el que una colonia de seres humanos vive bajo tierra atenazada por el recuerdo de un desastre medio ambiental. Acostumbrados a vivir en la oscuridad, sus habitantes parecen haber olvidado la existencia de un mundo al aire libre. Es decir que, argumentalmente, pertenece al acervo canónico de la ciencia ficción. Cultiva con mimo una historia y, sin ser nada extraordinaria, combina un guión sin pretensiones con una dirección ajustada a sus ambiciones. Hacer un cine de aventuras al viejo estilo, cine sólo por y para niños, tan solo eso.

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Paseo por el individualismo y el cine

viernes, 26 de diciembre de 2008 Sin comentarios

Dirección: Clint Eastwood Guión: J. Michael Straczynski.Intérpretes: Angelina Jolie, John Malkovich, Jeffrey Donovan, Jason Butler Harner, Amy Ryan y Colm Feore. Nacionalidad: EEUU. 2008. Duración: 141 minutos.

El mismo año 1928, en el que comienza la acción de El intercambio, es decir, cuando desaparece un niño y con su vacío se desencadena la larga agonía de una madre -lo que en principio parece ser el leit motiv de su argumento- había, como ahora, una feroz crisis económica en el horizonte. Lo paradójico es que, al mismo tiempo que el hambre sacudía la vida rural norteamericana, meses antes del crack de la bolsa neoyorquina, el cine mudó de naturaleza. Le fue dada la voz y con ella, aquellas coreografías apasionantes del cine silente se diluyeron con la palabra. Este detalle no es nada gratuito, aunque lo parezca. Y no lo es porque, además de lo que desarrolla el argumento del último filme de Clint Eastwood, de lo que se ocupa de verdad este cinéfilo empedernido, es del cine como relato. Del cine como constructo simbólico con el que conjurar la violencia de la vida. No en vano, mayoritariamente ha sido definido por la crítica como el último gran clásico. Pero ¿se puede ser clásico en el tiempo de la de(con)strucción?

Si situamos con referencia al Oscar la época en la que se desarrolla la acción de El intercambio, vemos que arranca con los triunfos de Amanecer de Murnau y Alas de William Wellman. Su desenlace final acontece en 1935 con la victoria sorprendente, no así para el personaje de Angelina Jolie, de Sucedió una noche, de Frank Capra. ¿Un hecho casual? No, a Eastwood sin duda también le gusta Capra.

Entre Murnau y Capra, el cine volvió a nacer y supo incorporar la palabra. Una palabra que en el filme de Eastwood no descansa en las fuerzas policiales. De ellas, al menos de quien detenta el poder, sólo emana el abuso y la mentira. Entonces, si la verdad no viene de lado de la Ley ¿dónde se encuentra? La respuesta en este filme se muestra transparente: la palabra verdadera la enuncia una madre y se defiende en el apoyo que a ésta le presta un hombre de Dios, o sea un predicador presbiteriano con un toque radiofónico de estrella mediática. Dicho de otro modo, lo que El intercambio escenifica se parece mucho al credo del citado Capra, un cineasta erróneamente tildado de reaccionario cuando simplemente era un conservador yanqui que creía en el sueño americano, en la libertad del individuo y en la fuerza de la familia y la Biblia.

Y si hablamos de familia llegaremos a la madre, y esa madre es a la que homenajea sin disimulo Eastwood. Probablemente esa sea la única certeza, la única idea clara en un filme más confuso de lo deseable. Porque en esta obra coral se empastan las voces y vemos cómo, de vez en cuando, se sumerge el hilo argumental por superposición de temas. En El intercambio se dan cita un psicokiller en serie, dos juicios en paralelo, una ejecución, varios asesinatos y en medio se muestra la indefensión de los ciudadanos ante la Ley y la vulnerabilidad de la mujer en tiempos difíciles. Es más, en muchos momentos, si el espectador se aleja de la tensión narrativa, puede percibir que detrás del aparente clasicismo formal de Eastwood, bullen citas cinéfilas y brotan guiños posmodernos. Que quien diera vida a Harry el sucio ponga sobre el tapete blanco de la pantalla de cine, el terror que relampaguea en el abuso del poder del estado, provenga éste del aparato policial, sanitario o judicial, no contradice su marca de fábrica. En el fondo, entre el proceder de sus personajes en el spaguetti western y el reflexionar de sus protagonistas actuales, el único cambio estriba en la fragilidad del héroe y en su creciente pesimismo. Su fe todavía descansa en el individuo enfrentado al sistema. Y eso es El intercambio . Un filme con más titubeos de los debidos pero con la lucidez de asumir que los tiempos cambian.

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Mucha bilis, poca compasión

viernes, 26 de diciembre de 2008 Sin comentarios

Dirección: Marcos Jorge Intérpretes: João Miguel, Fabiula Nascimiento, Carlo Briani, Babu Santana, Zeca Cenovicz y Paulo Miklos Nacionalidad: Brasil e Italia. 2007 Duración: 112 minutos.

CUANDO una película, como ocurrió con Estómago en la Seminci de Valladolid, arrasa en un festival, sólo podemos estar ante dos casos. Uno, el deseable; se trata de un filme excepcional, uno de esos que hacen historia. Y dos; el frecuente, el nivel del evento era tan mediocre y la capacidad de riesgo del jurado tan escasa, que se termina por perjudicar al filme que tanto se premia. Estómago, al igual que el año pasado acontecía con 14 Kilómetros, carece de consistencia y pertenece al segundo grupo, rey tuerto en país de ciegos. Pero si el filme español ganador en 2007, justificaba su premio en su solidaria mirada al problema de la emigración africana, Estómago atesora sus méritos en un juego de cinismo que mezcla los placeres culinarios con la vida carcelaria.

Articulado como un díptico, en el primer tramo se describe la llegada a la ciudad de Nonato, un buscavidas sin dinero ni oficio pero con una intuitiva habilidad para la cocina y el aprendizaje, lo que le servirá de pasaporte. La otra columna vuelve a repetir ese ascenso social, sólo que aquí entre los muros de la prisión. La intención del filme es sencilla: subrayar/comparar que, tanto en libertad como en la cárcel, la vida es dura, el estómago exigente y la cultura escasa.

Marcos Jorge, cineasta brasileño hecho en Italia, mezcla en su ópera prima sus raíces natales con las ruinas encontradas. Esto es, en Estómago entra en combustión el paisaje delictivo del Brasil arrabalero con las delicias de la alta cocina. Ahora bien, este menú se atraviesa desde el primer entremés. Cuando un filme arranca con un chiste y éste carece de gracia, cabe temer lo peor. Si lo peor no acontece es porque en algunas secuencias, su película incorpora una buena materia prima. De hecho, el patetismo de su personaje podría haber aspirado a pertenecer al universo de Monniceli e incluso el Berlanga de los años 60 lo hubiera mirado con interés. Sin embargo, a Marcos Jorge le puede la actitud resabiada y el escaso cariño hacia su personaje.

Más cerca del Corbacho de Tapas que del Ferreri de La grand bouffe , Estómago resulta más ardiente que nutritiva, más epidérmica que divertida. Aspira a ser exquisita y no pasa de un proponer un menú del día con sal común y nula ternura.

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La bestia que nos aguarda

viernes, 26 de diciembre de 2008 Sin comentarios

Dirección: Neil LaBute Intérpretes: Samuel L. Jackson, Patrick Wilson, Kerry Washington, Jay Hernandez, Ron Glass, Regine Nehy y Jaishon Fisher Nacionalidad: EEUU. 2008 Duración: 106 minutos

HACE once años LaBute dio un puñetazo incorrecto en plena época de la llamada discriminación positiva. En compañía de hombres mostraba a un tipo egoísta y manipulador, un misógino seductor que, por una apuesta, conquistaba a una joven sordomuda en un acto de crueldad emocional. El filme con el que recibió el premio al mejor director en Sundance, era de esos que divide al respetable. No tanto por la cuestión de género, que también, sino por la mala uva que su retrato social llevaba implícita, pues si bien es verdad que su despreciable protagonista era un imbécil total, tampoco su amigo bonachón ni la pobre seducida hacían demasiado para merecer mejor compañía.

Desde entonces, LaBute, ex miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, de donde fue echado por provocador, ha cultivado todos los géneros, todos los tonos,… pero siempre almacenando en lo más hondo de sus historias, un barro incómodo que mancha las retinas e incomoda la conciencia. Aquí el filo abismal que golpea la percepción del espectador gira en torno al racismo que practica un policía negro. O sea, un perverso pero eficaz giro argumental que comienza muy bien y que ofrece algunas secuencias de violencia subterránea como sólo este cineasta de Detroit es capaz de mostrar. El pretexto se barniza con otro tema también muy desasosegante, la amenaza vecinal, la presencia de ese otro que vive al lado de uno y cuya psicopatía puede desencadenar situaciones agresivas. Mala vecindad, racismo de minorías, corrupción policial,… y un pavoroso incendio al final del horizonte que, conforme avanza la película, se acerca al corazón del conflicto en una parábola excesivamente didáctica.

Esa es la debilidad de un filme que podía haber sido, de hecho durante una hora larga lo es, adulto y desolador, pero que acaba despeñado por la rutinaria ladera de lo previsible. Hasta llegar a ese desmoronamiento, su historia posee la cualidad de hurgar en heridas sociales y recordar que de esa responsabilidad nadie es ajeno, ni nadie está libre de culpa. Y ahí reside la desazón que siempre acompaña al cine de LaBute, esa sensación de apocalipsis que nos recuerda que el hombre es bestia que a los suyos desgarra.

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La maldición de los no muertos

viernes, 19 de diciembre de 2008 1 comentario

Dirección y guión: Paolo Sorrentino. Intérpretes: Toni Servillo, Anna Bonaiuto, Giulio Bosetti, Flavio Bucci, Carlo Buccirosso, Giorgio Colangeli, Alberto Cracco y Lorenzo Gioielli. Nacionalidad: Italia. 2008. Duración: 110 minutos.

Desde la primera imagen queda claro lo que Paolo Sorrentino desea construir. Y, en consecuencia, desde el primer compás todo reverbera con la vibración de lo hiperbólico. Claro que ni siquiera hace falta que empiece la película para comprender lo que nos espera. Como establece su título, Il divo trata sobre un ser arrogante, engreído y soberbio; lo que también denota que estamos ante alguien magnífico y altivo. Esa ambivalencia que provoca la figura del divo -repele por su presuntuosidad, atrae por su excepcionalidad-, establece los ejes por los que se lanza solemne y poderoso este gran filme. Bajo esa premisa, quiere ser crítico y palpar la verdad pero no escapa a la fascinación por un personaje tan resbaladizo y oscuro, Sorrentino forja una de esas películas inconmensurables que, instantes después de haberla visto, sabemos que forma parte de nuestro recuerdo y de nuestro acervo.

Como la esencia de los divos habita en la ópera, con aires operísticos es como Sorrentino nos introduce en el semblante de Giulio Andreotti, un animal político que el próximo 14 de enero cumplirá 90 años. De ellos, medio siglo ha permanecido al frente de la política italiana. Y cuando perdió el poder, o sea en estos últimos quince años, la fuerza de sus archivos le blindó frente a los tribunales que le juzgaron acusado de crimen y corrupción. Nadie duda de que sus secretos, lo que sabe y calla, lo que vio, movió y nunca dijo amordazaron a la Justicia. A Sorrentino esos secretos no le importan, lo suyo es escrutar el rostro que carga con ese peso.

Por eso mismo, conocedor de que el fracaso aguarda a quienes pretenden relatar lo real, Sorrentino bucea en la verdad simbólica. Si Matteo Garrone levantó Gomorra rehabilitando las puertas del neorrealismo, Sorrentino escoge el camino contrario. Todo en Il divo se debe al gran guiñol y es la suya la verdad del rito, la autenticidad del delirio y el exceso. Pero al igual que Matteo Garrone, sus nutrientes decisivos provienen de la tradición del cine italiano. Ésta es una constatación significativa, el cine renace en Italia a partir de las hermosas ruinas, desde las magníficas huellas del esplendor que tuvo en otro tiempo.

No obstante, más allá de sus raíces, en Il divo se percibe una especie de cordón umbilical con la tercera entrega de El Padrino de Coppola. Podría ser; el Vaticano, la mafia, el poder político… sin duda el territorio es el mismo pero hay una diferencia sustancial, el tono. Lejos del noir y el thriller Sorrentino elige el terror e invoca a Nosferatu. Amparado en la leyenda de Andreotti, su visión se desliza hacia la máscara del horror fielmente forjada por el actor que lo encarna, Toni Servillo. Con los rasgos creados por Murnau, su Andreotti deviene en paradigma del no muerto. Vive sin disfrute y permanece maniatado por la maldición de ser lo que él mismo se ha construido. Trufado por diálogos de perversa brillantez, su discurso maquiavélico sobre el poder y sus maquinaciones escribe una partitura inolvidable y universal. ¿Acaso no rezuma la imagen de Andreotti y señora el mismo agrio patetismo que desprende el retrato de los Ceaucescu, los Franco o los Aznar?

A un gran fresco histórico sobre la ponzoña del poder, responde Sorrentino con un vaciamiento absoluto. Hay una poderosa planificación, riesgo extremo, goce por el cine y compromiso con el discurso político. Estamos ante una de las grandes obras del año y con ella se recupera el placer de oír diálogos inteligentes y ver imágenes poderosas de esas que sólo le es dado convocar al cine cuando éste está esculpido con los fantasmas de la razón y la sangre de los sueños.

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Kar Wai USA.07

viernes, 19 de diciembre de 2008 Sin comentarios

Dirección: Wong Kar-Wai. Intérpretes: Norah Jones, Jude Law, David Strathairn, Rachel Weisz, Natalie Portman y Chan Marshall. Nacionalidad: Francia. 2007. Duración: 111 minutos.

HAY un par de inquietantes circunstancias que acompañan a este bello, arrebatado e irregular filme ante las que no caben respuestas convincentes. La primera: ¿por qué llega casi año y medio después de su estreno en el festival de Cannes de 2007? Y la segunda: dado el carácter de propuesta para públicos iniciados en su contenido, ¿qué sentido tiene hacerlo en versión doblada cuando es evidente que, por más que aquí se dé cita media docena de excelentes y reconocidos profesionales de la interpretación, no se trata de un filme de mayorías? Son cuestiones cómo éstas las que preocupan a sus espectadores, pero de las que los negociadores de la ley del cine español jamás se ocupan.

A estas alturas, buena parte del público afín al cine de Wong Kar Wai hace meses que de modo legal o alegal ya ha sabido de este filme. De hecho, ya suenan a viejas las noticias referentes al nuevo proyecto del cineasta hongkonés, una versión libre de La dama de Hong Kong de Orson Welles. Pero hasta ver cómo Kar Wai se las entiende con el autor de Sed de mal , este My Blueberry Nights aparece como la versión americana de Deseando amar y 2046 . Lo que para Wenders fue París, Texas , un admirable ejercicio de traslación geográfica de Europa a EE.UU. donde era perceptible el universo del cineasta alemán, es para Wong Kar Wai esta película de personajes que se encuentran pero no se ven y que se ven cuando sólo la ausencia permanece.

Se dirá que apenas hay novedad con respecto al universo del realizador de Chungking Express y se dirá bien. En ese sentido, su estructura triangular se cruza con la estética del road movie , con los ecos del reino del azar y con la agridulce soledad del perdedor orgulloso de serlo. Del experimento fluye una encrucijada de relatos y de personajes, de rostros que se confunden porque en el cine de este peculiar narrador importan más las sensaciones que los individuos y las emociones que los apellidos. El seductor envoltorio musical acuna con hipnótica armonía historias tristes y soledades inmensas y en ellas, con ellas, hombres y mujeres bailan como si fuera su último suspiro, como si se tratase del último vals.

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Dos solteros y una adopción

viernes, 19 de diciembre de 2008 Sin comentarios

Dirección y guión: Vincent Garenq. Intérpretes: Lambert Wilson, Pilar López de Ayala, Pascal Elbé, Anne Brochet, Andrée Damant, Florence Darel, Marc Duret y Liliane Cebria. Nacionalidad: Francia. 2008. Duración: 98 minutos.

A la pregunta ¿de qué trata Como los demás ? la respuesta más simple afirmaría que describe las dificultades de adopción que en la Francia del siglo XXI sufren las parejas homosexuales. Y en verdad ése es el paisaje que dibuja su argumento. Una pareja gay, abogado uno, pediatra el otro, entra en crisis cuando el médico manifiesta su deseo y su necesidad de tener un hijo. A partir de ese conflicto, el debutante director Vincent Garenq, con mejores intenciones que rigor conocimientos, desarrolla una comedia tibia en torno a un triángulo escaleno en el que se impone la mirada heterosexual en un universo homo.

En Como los demás se profundiza en el tema pretextual, las graves dificultades que sufren las parejas homosexuales para adoptar niños, con la misma actitud con la que Matrimonio de conveniencia de Peter Weir describía el tema de las bodas para obtener la nacionalidad estadounidense. Es decir, no traspasa lo anecdótico. Ciertamente no lo pretende y para los diez minutos, queda claro que la reivindicación de Vincent Garenq apenas irá más allá de lo testimonial.

Si se asume que el argumento es el pretexto y que su devenir se debe al deseo del guión y nunca a la necesidad de la historia ni a su adecuación con lo real, todo aparecerá transparente. Despejada esa niebla, Como los demás muestra su condición de película de actores en donde su mejor virtud descansa en ellos. Su devenir resulta tan inverosímil y su argumento se toma tantas libertades y respeta tan poco el principio causa-efecto que lo que ocurra o deje de ocurrir a los personajes del filme carece de rigor narrativo.

En su defecto se impone el estado de gracia de sus principales actores. Y entre ellos, dos. Lambert Wilson, con una actuación precisa, contenida y brillante; y Pilar López de Ayala: verídica, inteligente y carismática. Por ellos se justifica el placer de contemplar una película menor que aparenta poseer el toque de la Agnès Jaoui de Para todos los gustos pero que deviene en la gestualidad patoso-paternal de la Coline Serreau de Tres solteros y un biberón . Lo que convierte al filme en un dulce testimonio sentimental y una reivindicación revestida de caramelo.

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La Disney renace gracias al milagro de Pixar

viernes, 12 de diciembre de 2008 1 comentario

Dirección: Chris Williams y Byron Howard. Guión: Chris Williams y Dan Fogelman. Doblaje original: John Travolta, Miley Cyrus, Susie Essman, Mark Waltony Malcolm McDowell. Nacionalidad: EEUU. 2008. Duración: 96 minutos.

¿Cómo explicaremos a nuestros hijos, o más difícil, cómo nos explicaremos a nosotros mismos, que el mejor cine que se hacía al comienzo del siglo XXI era de dibujos animados, ese sucedáneo al que algunos críticos le niegan su naturaleza de cine? El tema es que, a lo largo de 2008, ha habido no menos de cuatro obras magistrales que han salvado este tiempo de crisis. Dos de ellas provienen de Japón. Me refiero a las inéditas en España, The Sky Crawlers, de Mamoru Oshii, y Ponyo on the Cliff, de Hayao Miyazaki. Las otras dos provienen de EEUU: WALL·E de Andrew Stanton y éste que ahora nos ocupa y que responde al título de Bolt , dirigido por los debutantes Chris Williams y Byron Howard.

En estas dos últimas, un hombre mueve los hilos desde la sombra: John Lasseter, padre fundador de Pixar y ahora padre refundador de Disney. Pero hablemos de Bolt, que se merece un detenido análisis. Bolt ya ha hecho historia por muchas razones. Una es industrial. Con Bolt la Disney, tras absorber a Pixar, se ha hecho Pixar, ha abrazado su proceso creativo y de ese modo, recupera su capacidad para elaborar los nuevos cuentos del presente, algo que desde hace un par de décadas ya había perdido por completo.

Para ello hizo falta que John Lasseter, productor ejecutivo, echara al director designado para realizar Bolt y que aplicara la fórmula que ha alumbrado los mejores relatos infantiles de los últimos años: Buscando a Nemo , Toy Story , Monster SA ,… y la citada WALL·E . En consecuencia eso implica dos ingredientes sustanciales: inteligencia y humor. Hay un tercero, rigor; lo que lleva a huir de las concesiones fáciles.

Si se compara el devenir de Bolt con el revenir de Madagascar 2 , pese a que esta última tiene el toque de Ben Stiller y la presencia en el guión del Ethan Coen de Tropic Thunder , es perceptible que la Dreamworks ahoga su producto por ese burdo populismo infantil y adulto. Nada de eso acontece con Bolt .

Lasseter sabe de la importancia de rozar los espacios íntimos, aquellos en los que el subconsciente se adentra en el misterio de los sentimientos , allí donde la edad poco tiene que ver. Por eso sus historias asumen el barniz irónico de lo posmoderno para recubrir los viejos relatos del personaje anónimo, del héroe sin superpoderes ni megaproblemas, del individuo enfrentado a una situación límite y a un proceso iniciático. Su Bolt debe bastante al Truman’s Show del Peter Weir. Como el personaje de Jim Carrey, su vida es ficción y su mundo es irreal. Bolt se cree un perro prodigioso, un X-dog comprometido con la justicia; un fiel defensor de su dueña, una niña, hija de un científico al que le debe los superpoderes. Pero a Bolt , perdido de su hogar, golpe a golpe la vida le despertará de su espejismo.

Lo que el filme plantea reivindica la necesidad del héroe sin artificios, exalta el valor de la amistad y rinde homenaje al cine de aventura, emociones y buenos humores. Como hay mucha pasión, junto a Bolt sobresalen dos compañeros impagables, Mittens , una gata escaldada y vulnerable, y Rhino , un hámster fantasioso y voluntarista que cree en el poder de su nuevo amigo.

Bolt plantea un largo viaje para que su principal personaje sea capaz de encontrarse a sí mismo, un proceso de madurez por el que Disney construye un hermoso y revelador relato. También, por supuesto, ha pergeñado unos personajes con los que sacará mucho dinero. Pero a cambio no escatima ni talento, ni brillantez, ni calidad técnica al servicio de un cuento tan clásico como Blancanieves y más actual que el 99% de los estrenos de este año.

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