Ley y (des)orden en un lindo y ¿tranquilo? pueblecito
Dirección: Edgar Wright. Intérpretes: Simon Pegg, Nick Frost, Jim Broadbent, Timothy Dalton, Stuart Wilson, Olivia Coleman, Paddy Considine, Kevin Eldon. Nacionalidad: Gran Bretaña. 2007. Duración: 113 minutos.
Circula por los videoclubes una humilde película que no para de alquilarse. Se titula Zombies party. En ella, a la sombra del revival de los no muertos, se teje una corrosiva comedia llena de mala uva capaz de provocar risas como las de antes. Arma fatal también las cosecha. Porque Arma fatal es una especie de Buddy movie party y un más que digno heredero al trono de Aterriza como puedas . Y es que, tras la aparente insustancialidad de su humor, late un inteligente resucitador del mejor cine de carcajada y escalpelo.
¿De dónde surge este solvente equipo formado por el director Edgar Wright y el actor Simon Pegg, presentes en ambos títulos? De allí donde se exilian los mejores talentos del cine narrativo contemporáneo: de la televisión. Ya no es ningún secreto. Cada día crece el espacio que las tiendas especializadas dedican a las series de televisión. La mitad se venden por razones de blanda nostalgia; pero la otra mitad, porque en ellas late una libertad creativa y una pasión fabuladora como ya no es factible hallarlas en el cine de gran presupuesto.
El equipo formado por Wright y Pegg fue alumbrado en series como Spaced y Asylum ; y sus raíces saben cómo se siente siendo british . Por ello, desde los viejos aromas de la Comedia Ealing a los permanentemente revisitados restos del legado de los Gilliam, Palin, Jones, Cleese y compañía, el atildado y socarrón humor británico proyecta aquí su poderoso influjo. Pero sería reduccionista colocar Arma fatal sólo sobre estas dos columnas cuando por sus venas corre una enciclopédica revisión cinéfila llena de guiños, saqueos y caricaturas grotescas e inolvidables. Es medio cierto que su modelo de partida corresponda al subgénero de las buddy movies . Es decir, esas películas protagonizadas por dos compañeros a su pesar, a menudo policías y siempre de métodos antagónicos cuya razón de ser es que, conforme avanza la acción y surgen los roces, aprenderán el valor de la amistad. Y aunque aquí Simon Pegg se reencuentre con Nick Frost como ocurría en la citada Zombies party , es decir, sean dos protagonistas, su naturaleza no bebe únicamente de esa Arma letal que se insinúa en el título. Por eso sus autores la titularon Hot fuzz pero los distribuidores españoles prefieren apelar discutiblemente a la serie de Mel Gibson. Discutible porque, como afirmaba Edgar Wright, su filme puede definirse como un episodio de Miss Marple filmado por Tony Scott. Que traducido significa que recrea una vieja forma narrativa tras digerir los efectismos del lenguaje publicitario. ¿Cierto? Más o menos.
Como buen humorista, Wright esconde su verdadera jugada. Como un prestidigitador llama la atención sobre lo insustancial para disimular sus intenciones. Busca que sea el público quien crea descubrir por sí mismo el talento de una película airada e irreverente. Cosa que es de agradecer.
Aquí se cuentan las andanzas de un buen policía que cree en la ley y que está comprometido con la justicia y su cumplimiento. Su eficacia resulta insoportable para sus compañeros, su capacidad de trabajo los pone en evidencia, su honestidad los convierte en desalmados. ¿Quién necesita hombres justos en una sociedad de corruptelas y componendas? La respuesta es nadie. Tan letal como peligroso resulta un funcionario que desea trabajar de verdad en el corazón de la Administración y el sargento Angel es trasladado de Londres a un ¿apacible? pueblecito. Y ahí comienza de verdad esta desternillante película filmada como si Ken Loach y Mike Leigh, en lugar de divinizar a Marx y Trostky hubieran escuchado a los Clash y los Pistols y hubieran sido acogidos por los Monty Python.