La seguridad del infierno
Dirección: Rodrigo Plá. Guión: Rodrigo Plá, Laura Santullo. Intérpretes: Maribel Verdú, Daniel Tovar, Carlos Bardem, Marina de Tavira. Nacionalidad: México. 2007. Duración: 97 minutos
Lo más terrible de esta fábula contemporánea sobre el miedo al lobo feroz no surge del dolor por la triste suerte de la abuelita. Lo que preocupa de La zona no reside tampoco en la ferocidad de los cazadores paranoicos que, en nombre de la justicia, se llenan de sangre inocente. Aunque ésa sea la amenaza y la consiguiente denuncia sobre la que crece esta película, lo aterrador de este cuento es que ha sido rodado en un escenario real y que, en lugar de exagerar sus perfiles para dimensionar su moraleja, los ha rebajado, porque la realidad es mucho más insoportable, ridícula y extrema que lo que recoge la pantalla.
La zona pone en imágenes la obsesión por la seguridad de la clase media-alta mexicana aunque puede aplicarse a cualquier parte, a cualquier lugar. Concebida como un relato distópico que alumbra un futuro cercano, enciende las alarmas porque sabemos que en el presente ya se cumple su terrible relato sobre el temor ante el otro. La obsesión por la seguridad alimenta el virus del totalitarismo y prepara el terreno a la locura y a la violencia. Esa parece ser la lección básica de un filme desgarrado y fantasmal capaz de hacerse perdonar sus deficiencias y una molesta artrosis narrativa que no sortea algunas acciones carentes de lógica. Aunque molesta esa sinrazón, ¿por qué no pide ayuda a la madre -excelente Maribel Verdú- el joven protagonista, sabiendo que ella es una de las pocas que no pierde la cabeza en esa zona-prisión?, el filme merece la pena.
Pesadilla real en el aquí y ahora, La zona expone en clave esquemática el peligro implícito en una sociedad cada vez más diferenciada entre ricos y pobres. Filme de urgencia y denuncia que ilustra sobre los excesos de la autodefensa, en ella descansan los discursos de autores mayores. Hay mucho de Peckimpah, de Pakula e incluso de Kazan. Su realizador, Rodrigo Plá bebe, entre otros, de los mejores cineastas norteamericanos, y se nota. Pero aunque su factura venga de lejos, su denuncia, en especial la que afecta a toda la corruptela policial y judicial, es atemporal y vigente, y aquí se oculta lo más impactante del filme. Lo que se percibe como verdadero y real en medio de una farsa que, en realidad, no lo es.