Lágrimas por el final de una cultura
Dirección y montaje: Wang Quan’an. Guión: Lu Wei y Wang Quan’an. Intérpretes: Yu Nan, Bater, Senge, Peng Hongxiang y Zhaya. Nacionalidad: China. 2006. Duración: 95 minutos.
En las lágrimas con las que Tuya clausura su boda, boda que da título a esta película, se percibe el mismo desarraigo que sacude a la propia figura de Wang Quan’an. Como Tuya, Wang Quan’an se mueve en un territorio en retirada, empeñado en cuadrar un círculo al que las convenciones del pasado, por un lado, y el desmoronamiento de las formas sociales del presente, por el otro, anulan. Wang Quan’an al hablar de Tuya y al mostrar las últimas tradiciones de un pueblo condenado a perderlas, no hace sino redundar en lo evidente: que los tiempos cambian. Lo grave, parece deducirse del filme, es que la cerrazón de las tradiciones no hace sino acelerar ese final. Tuya, con su empecinamiento rebelde, llora porque sabe que en su intento está sola.
Por edad, nacido en 1956, Wang Quan’an debería militar en la camada de Zhang Yimou, Chen Kaige y compañía; la llamada Quinta Generación. Por su incorporación al cine, Wang Quan’an comienza a respirar como tal con la irrupción de la Sexta. Ese fluctuar entre dos referencias tan distintas; una vivió la Revolución Cultural, otra oyó hablar de ella, encuentra en Quan’an ese puente necesario para entender que ambas están más cercanas de lo que aparentan. Quan’an ejerce de pieza vertebral en esas dos miradas antagónicas, la de la épica operística y el chambara de lujo, véase: La maldición de la flor dorada , y la de la compostura mínimal desprovista de todo artificio; véase Naturaleza muerta .
La boda de Tuya lleva a la conclusión de que, en su propuesta, hay una equidistancia muy interesante entre esos dos manuales de referencia. ¿Acaso no mostraban igual respeto por la tradición Tierra amarilla y Sorgo Rojo , filmes fundacionales del boom del cine chino de los años 80?
Director, coguionista y editor de su película, Quan’an no es un cineasta asilvestrado e intuitivo que hace cine sin saber qué está haciendo. Al contrario. Quan’an, con un cálculo riguroso sólo utiliza una actriz profesional, Yu Nan, también presente en sus dos películas anteriores. Y la lanza, como a su personaje, a cargar con la película sobre sus espaldas. Si Tuya mantiene la hacienda, Yu Nan logra que sus compañeros, niños y adultos, hagan de sí mismos en un híbrido entre documental y recreación ficcionada. La boda de Tuya gira en torno a los esfuerzos de una joven mujer, madre de dos hijos que, ante la incapacidad de su marido tras sufrir un accidente, asume todas las labores de su duro trabajo. Como la vieja anciana de La balada del Narayama , Tuya es imprescindible, pero ni siquiera ella puede sacar por sí sola a toda la familia. La solución pasa por divorciarse del marido y volverse a casar, pero ella sólo aceptaría esa acción si el nuevo pretendiente acoge en su casa al antiguo marido, lo que no es fácil de aceptar porque implícitamente supondría consagrar de hecho una relación de poliandria, y eso es algo que resquebraja las reglas.
No hay más historia que ésta y ésta se hace hermosa y subyugante conformando una de las más emotivas películas del año. Nada que ver con ese cine de presuntos valores etnográficos gestado por publicistas con vocación misionera y blandas meninges. Aquí no hay reconstrucción impostada; tan solo una plasmación de lo real a la que se le ha inyectado un relato conmovedor. Enriquecida por la música tradicional; el paisaje y los trajes no son decorado sino verdad incorporada a la odisea de una joven madre que pide la revolución en una cultura que está abocada a disolverse en la nada. De ahí las amargas lágrimas de Tuya. Continúa el conflicto.