Blablablá…, crash, punch, ay!
Dirección y guión: Quentin Tarantino. Intérpretes: Kurt Russell, Sydney Tamiia Poitier, Rosario Dawson, Vanessa Ferlito, Jordan Ladd, Rose McGowan y Tracie Thoms. Nacionalidad: EEUU. 2007. Duración: 113 minutos.
Más allá del mecanismo que agita este proyecto, es decir, ese jugar con la quimérica ilusión de recrear el programa doble -normalmente forjado con películas de serie B – conocido en EEUU como Grindhouse, centrémonos en Death proof , es decir, vayamos al núcleo de la película de Tarantino.
Realizada tras el éxito de Kill Bill , sublimación enciclopédica del universo tarantiniano, da la impresión de que el autor de Pulp Fiction pone en marcha todo este artificio para proteger sus miedos y ocultar sus carencias. Narrada de manera lineal, aunque con un salto temporal en su zona vertebral, se diría que Death Proof ha sido gestada con lo que en ciertos argots profesionales denominan guión-cangrejo. Es decir, lo que el espectador contempla al final de la película, es la razón de ser de su existencia, es aquello que se vislumbró en su principio. Esa imagen final; en este caso vengativa y jubilosa, culpable de una autocomplaciente violencia de bajo instinto y nula reflexión, probablemente cruzó como un relámpago por la ya de por sí atronadora cabeza de Tarantino, y de su visión surgió este filme.
En realidad, Death Proof aporta una idea macabra pero sin duda poderosa -la del asiento letal del copiloto del coche del psicópata -, dos secuencias memorables y tres imágenes emblemáticas. El resto, o sea casi 65 minutos, lo ocupa una verborrea insoportable si se ve el filme doblado. En ese insulso blablablá por el que un grupo de bellas mujeres se empeña en lo imposible, hacer suyos esos parlamentos que Tarantino escribe cuando se carga de humo y polvo, habita el ADN del autor. Lo demás no es suyo. O no exactamente. Lo demás pertenece a su portentosa capacidad para sacar de los otros aquello que como espectador más le ha gustado.
Se ha escrito en algún lado que la mejor aportación de Tarantino hay que buscarla en su labor reivindicadora de esos buenos cineastas que le han precedido e incluso de aquellos que coexisten con él. Aunque sólo fuera por esa labor divulgadora por la que ahora Occidente admira tanto el cine de Wong Kar Wai como el de Tsui Hark, estaría justificado que se sienta aprecio por este hombretón que conforme pasan los años engorda en la misma medida en la que avanza su infantilismo.
En Death Proof, los reflejos cinéfilos crecen hasta el infinito. Algunos son visuales, la mayoría retóricos y dos, esenciales: Russ Meyer y el cine trash . Uno, que comparte esa pasión desmitificadora de Tarantino, ese querer rescatar del olvido la valía de aquellos a los que el sistema condena al ostracismo, no puede evitar percibir que en esta labor revival Tarantino se mueve con el paternalismo con el que el poderoso atiende al necesitado. Por eso este cine B que Tarantino nos muestra es profundamente falso. Tarantino se comporta como algunos exploradores blancos que van de caza creyendo que ponen a prueba su valor armados con rifles automáticos, con guardaespaldas profesionales y frente a leones sedados. La selva no es eso. En esta selva de cine grasiento y muslo largo falta el verdadero espíritu transgresor que tanto fascina a Tarantino. Sus chicas son de diseño, pero enseñan sólo lo que pueden ver todos los públicos. Su psicópata es de homenaje y sus coches están asegurados. Hay instantes de vertigo, pero resultan más vacíos que la vaciedad que daba a estos filmes su discreto encanto. Ahora bien, algunas de las imágenes de Death proof aspiran a permanecer en el tiempo, no así su historia, para eso se necesitan personajes y aquí sólo hay piernas largas y cerebros cortos.
Creo sinceramente que en el cine de Tarantino existe cierta involución hacia el homenaje cómico de la Serie B y del propio cómic. De forma rotunda me atrevo a decir que abre una brecha a partir de Kill Bill, dejando atrás sus insuperables Reservoir Dogs, Pulp Fiction o la no menos grande Jackie Brown. Si es verdad que siempre añadió sus guiños, en kill Bill no los abandona pero se acerca a sus gustos más infantiles y al puro divertimento. Lo que antes eran divertidas colaboraciones con su amigo el original Robert Rodriguez, ahora este cine se parece más a «Abierto hasta el amanecer» que a «Pulp fiction», y eso significa bajar el nivel. En sus inicios pisó fuerte con claras tendencias al mundo Peckinpah y a su lactancia visible de exceso de videoclub. Sin embargo lo que esta haciendo ultimamente es acercarse casi del todo al mundo de Rodriguez, al mundo de las Mariachi, Desperado o la anteriormente citada «titty twister» título original de abierto hasta el amanecer. Creo que siguiendo este camino que lleva, seguirá siendo un director de culto, pero con claro cambio de tendencia, y ese cambio le puede perjudicar en dejar de ser algo que ya fue… aunque simplemente hace lo que quiere hacer. Es una pena que a mi y a muchos nos esté pasando algo ciertamente curioso… parece que estemos esperando esa brillantez de sus inicios, tal vez ya dio todo de sí, aunque lo dudo. Mientras veremos esta Death Proof y nos acordaremos de «el diablo sobre ruedas» o «asesino invisible», disfrutemos de ello esperando algo mejor.