Naufragio en un lavabo
Dirección: Imanol Uribe. Guión: Imanol Uribe, basado en la novela de Arturo Pérez-Reverte. Intérpretes: Aitana Sánchez-Gijón, Carmelo Gómez, Enrico Lo Verso, Javier García Gallego, Gonzalo Cunill y Lucina Gil. Nacionalidad: España. 2007. Duración: 100 minutos.
Llevo cinco días tratando de encontrar algo qué decir sobre La carta esférica porque, como martillea una canción de Fito, «no tengo nada que decir». Nada bueno, ése es mi problema. No obstante podría apuntar que películas como La carta esférica deben ser diseccionadas para comprender qué pasa con el cine español bendecido por el poder. Quizá aquí reside su principal aportación. A falta de interés narrativo, huérfano de la menor calidad, La carta esférica ofrece un modelo ejemplar sobre la insufrible decadencia de tantos profesionales del cine español. ¿Qué está ocurriendo?
Empecemos por su director. Hubo un tiempo en el que Imanol Uribe hacía cine sin dinero pero con sentido. Llenó la pantalla con mordiscos de realidad. El proceso de Burgos, La fuga de Segovia, La muerte de Mikel ,… Tanto era su empuje que fue en él y en unos pocos más: Ungría, Armendáriz,… donde se forjó el espejismo del cine vasco.
Algo ha llovido y bastantes cosas se han podrido. De hecho La carta esférica encierra el peor Uribe de todos, el de Adiós pequeña y Bwana . Claro que si se recuerda que Bwana ganó la Concha de Oro del festival de San Sebastián en medio de un escándalo monumental que dejó fuera obras infinitamente superiores como Capitán Conan de Tavernier. algo hemos ganado. En este momento el Festival de Donostia consigue evitar un filme como éste. Decadencia sí, pero con cierta dignidad, al menos por parte de algunos.
Basada en la novela de Reverte, La carta esférica alberga al peor Reverte de todos. Un Reverte que amasa oro en las librerías y en el cine alumbra lodo.
Para no desmerecer en esta ceremonia de despropósitos, Carmelo Gómez y Aitana Sánchez Gijón convocan el hacer de Humphrey Bogart y Ingrid Bergman en Casablanca . Incluso pretenden ser perversos cuando apenas son patéticos. Una trama sin tensión y una adaptación perezosa en la que el peso de la letra impresa ahoga la fotografía de un Aguirresarobe televisivo, completan el desastre de ésta que en otros tiempos podía haber sido una armada invencible y que ahora provoca pena y estupor. El problema está dentro.