Y Bruce Willis, ¿qué dice de esto?
Dirección: Vadim Perelman. Guión: Emil Stern; basado en la novela de Laura Kasischke. Intérpretes: Uma Thurman, Evan Rachel Wood, Eva Amurri , Gabrielle Brennan, Brett Cullen y Oscar Isaac. Nacionalidad: EEUU. 2007. Duración: 90 minutos.
La vida ante sus ojos empieza a partir del momento en el que la cámara distante, gélida e imperturbable de Gus Van Sant se despedía de las víctimas y asesinos de la trágica matanza de Colombine en Elephant . Dicho de otro modo, Gus Van Sant dibujó sin retórica ni referencias explícitas el acta notarial de una atmósfera, de un paisaje y un paisanaje sacudido por el horror de la muerte. Aquí Perelman, especula y subjetiviza la historia de una de esas potenciales víctimas.
O sea añade retórica sentimental y pierde precisión. En el filme de Vadim Perelman, cineasta de origen ucraniano autor de Casa de arena y niebla y hombre elegido para hacer el remake de Poltergeist , nada nos interroga por el caldo de cultivo de esas reacciones asesinas que siembran de muerte los institutos yanquis. Todo queda reducido a pretexto, a telón de fondo para adentrarse en las secuelas, en las brasas y en el recuerdo que todavía permanece años después.
Nada que objetar. El punto de partida podía dar lugar a una reflexión inteligente al cuestionarse por las cicatrices provocadas por estas acciones, al hurgar en el vacío sentimental y afectivo en el que se mueven, heridos para siempre, quienes vivieron una tragedia como esa. Filmada hace dos años, protagonizada por Uma Thurman y Evan Rachel Wood para encarnar al mismo personaje, y narrada en un constante ir y venir entre el día del crimen y su conmemoración quince años después, La vida ante sus ojos hace trampas.
Se ahoga en su propia red. Incapaz de fundir su aparente deseo de reflexión con el quiebro narrativo que guarda, como una traca artificial naufraga en su desenlace. Ese es el problema. Que la naturaleza de su giro final reduce a pretexto todo lo que le precede. Y lo que le precede no era cuestión menor. Peor que mejor aquí se desgrana el dolor de la memoria, el sentimiento de culpabilidad y las sombras provenientes del pasado que enturbian el presente de una joven inquieta reconvertida en una acomodada madre de familia y profesora de Arte.
Perelman dilapida el potencial interpretativo del reparto, las posibilidades del relato y los recovecos del argumento… todo lo empequeñece, lo desdibuja, lo malpierde. Qué pena y cuánta mediocridad.