Bienvenidos a Minnesota
Dirección: Jonas Elmer. Guión: Kenneth Rance y C. Jay Cox. Intérpretes: Renée Zellweger, Harry Connick Jr, J.K. Simmons, Siobhan Fallon Hogan y Frances Conroy. Nacionalidad: EEUU. 2009. Duración: 96 minutos.
Renée Zellweger pertenece a una estirpe de actrices en edad difícil y en situación delicada. Su caso no es nuevo, ya lo hemos visto y lo seguimos viendo en profesionales como Sandra Bullock, Meg Ryan y tal vez con Julia Roberts y Michelle Pfeiffer. Hace unos años Meryl Streep, probablemente una de las más grandes y quien mejor ha sabido sortear este peligro en los últimos tiempos, lo describía sin acritud pero sin tapujos: Hollywood es cruel con las mujeres. A partir de cierta edad, decía la protagonista de Los puentes de Madison , no hay buenos papeles para las buenas actrices. A ellos se les permite seguir haciendo de protagonistas aunque ya no cumplirán los 60 años. ¿Se trata de la detestable misoginia de los ortodoxos judíos? No, por fortuna los judíos que dominan el negocio del cine pertenecen al ala liberal, menos permeable a la cábala que al we can de Obama. Se trata más bien de ese machismo universal que corroe las cinematografías de todo el mundo.
Repudiemos pues esa falta de inteligencia, sensibilidad y respeto que muestran los magnates del cine ante este tema. Pero aún inclinados a cargar con el enojoso peso de la discriminación positiva en el vía crucis de nuestro machismo, pocas cosas resultan tan penosas como perder el tiempo viendo los mohines adolescentes de la (in)madura Zellweger. En películas como ésta, nuestra solidaridad ya no puede estar del lado de la estrella agraviada sino junto al pobre director de fotografía atormentado por la necesidad de ocultar lo que el paso del tiempo inscribe allí donde debe ser inscrito lo que se ha vivido. Ejecutiva en apuros parte de parecido ardid al que hizo triunfar Bienvenidos al Norte . Una feroz ejecutiva ambiciosa y rubia debe dejar momentáneamente Miami para, en Minnesota, reducir una planta de alimentación a su mínima expresión. Allí, golpeada por el frío del norte, rodeada de brutos simpáticos y secretarias de fe en el Todopoderoso, se las verá con un musculoso delegado sindical. Guerra de sexos y lucha de clases, nueva reedición del viejo episodio secesionista que nos recuerda que actrices como Katharine Hepburn sabían envejecer con dignidad. Porque, tal vez, ese ser o no ser no depende del sexo sino del seso. En ese caso, Renée Zellweger no tiene remedio.