Sobredosis melodramática
Director: George C. Wolfe Intérpretes: Richard Gere, Diane Lane, Christopher Meloni, Viola Davis, Becky Ann Baker, Scott Glenn, Linda Molloy y Pablo Schreiber Nacionalidad: EEUU 2008 Duración: 97 minutos
Wolfe lleva años cosechando triunfos como maestro de Broadway; allí sus musicales y sus adaptaciones teatrales gozan de considerable prestigio. A la vista de las armas que despliega en Noches de tormenta , rutinaria traducción a Nights in Rodanthe , se comprende su éxito. Pero vayamos por partes. En el título original figura Rodanthe, un espacio situado en Carolina, EEUU, cuya belleza natural determina la atmósfera que preside este título de melodrama y romance. Rodanthe, y en concreto el espacio (re)creado para ubicar este love story de dos veteranos que arrastran el fracaso emocional de sus vidas pasadas en una edad que ya no admite errores, se erige como escenografía singular. Una casona Burton-gótica al pie de playa, cuyos cimientos lamen las olas, sirve de tubo de ensayo para que Richard Gere y Diane Lane entren en ebullición.
No hace falta decirlo. Son dos actores con recursos suficientes y atractivos físicos indiscutibles. De hecho, ya midieron poderes de seducción en Infiel y aquí subliman lo sublime, rizan el rizo de lo melifluo y realizan un encaje sentimental con el que masajean las debilidades lacrimales del espectador que se ponga a tiro. Gere hace de Gere y repite las miradas que, desde Pretty Woman , le preceden ante una Lane que sigue siendo una actriz poderosa a la que siempre le sientan mejor unos vaqueros gastados que un vestido de Versace.
Con ellos como polo magnético, con la playa de fondo y la tormenta en el horizonte, Wolfe echa mano del director teatral que lleva dentro y resuelve el filme a golpe de gestualidad melodramática. La historia, eso que en tiempos se llamaba trama, se mide en dos variables. Una ya se ha insinuado: la posibilidad de enamorarse hasta el estremecimiento cuando ya nunca más se cumplirán los cuarenta. La otra, como contrapeso, alude a la responsabilidad, a la necesidad de pensar en el otro, en los demás. Wolfe no necesita más, ni ambiciona entrar en la historia del cine. Lo suyo es agradar al público que busca descargas emocionales. ¿Lo de siempre? No exactamente. El cine de amor y lujo es aquí cine de amor y conciencia social. Es tiempo de ONG solidarias, de buenos sentimientos y de espectadores con edad madura.