Crimen y castigo al estilo Trier
Dirección y guión: Lars von Trier. Fotografía: Anthony Dod Mantle. Intérpretes: Willem Dafoe y Charlotte Gainsbourg. Nacionalidad: Dinamarca, Alemania, Francia, Italia, Suecia y Polonia. 2009. Duración: 105 minutos
E XPERTO en el arte de la manipulación, entiéndase eso en su acepción más noble y recuerden que en su origen, ligado al ejército romano, manípulo significaba literalmente lo que cabe en el hueco de la mano, Lars von Trier hace de Antichrist una incursión en algo que le es muy querido: la idea del sacrificio a través del camino de la provocación.
En ese hueco de las manos, como los místicos, como los prestidigitadores, Lars von Trier esconde el vacío y el sueño, lo fantástico y la nada, la fe y el desconsuelo. Ya lo decía Benedetti, la vida es en el mejor de los casos nostalgia, en el peor, desamparo. Entre ambos extremos se balancea von Trier. En consecuencia, su cine ocasiona reacciones enfrentadas: irrita su suficiencia, incomoda su transgresión, fascina su inteligencia y, cada vez menos, emociona su dolorosa desesperación porque en ella ya casi nadie se atreve a creer. Tiempo de fe, el nuestro, no es.
Coleccionista de fobias, manías y tics, von Trier encuentra en la simpleza de los medios de comunicación el mejor vehículo para promover la venta de sus artefactos. Le bastó un comentario irónico acerca de que era el mejor director del mundo para que se disparasen las descalificaciones y los insultos. Alrededor de von Trier hay siempre mucho ruido y, ahora y además, acompañando a su Antichrist existe una grosera distorsión.
Quien tema encontrarse en este filme la extrema manifestación de la crueldad y el horror, se decepcionará. Quien opine lo contrario ha olvidado por completo o no conoce la historia del cine y la historia del mundo. En todo caso Antichrist es una fábula bellamente fotografiada, ingenua en su manifestación, claustrofóbica en su desarrollo -sólo dos personajes sufriendo hasta la locura- y tal vez demasiado hueca en su zona central en la que sólo permanece esa espiral que desembocará en el martirio.
Antichrist osa desmontar el artificio de la buena madre y cuestiona el culto a un instinto sacralizado, el maternal, al que von Trier pone en entredicho. Hay mucha hojarasca inquietante en ese bosque, en ese Edén mezcla de huerto de los olivos y monte Calvario. Y hay mucho pretexto y bastante provocación en el proceso narrativo con el que von Trier derrumba algunos iconos de la cultura occidental con actitud ¿displicente? Tal vez lo que indigna más en el hacer del último Von Trier es que habla de cosas serias, pero como si a él le dieran lo mismo. Convoca al Antichrist y proclama la muerte de Freud, hurga en el terreno simbólico de lo mítico y la fábula y describe con feroz realismo la destrucción de la genitalidad de una sociedad civilizada, incapaz de controlar sus pulsiones e impotente para resolver sus conflictos.
Se puede interpretar de maneras muy diferentes lo que este Antichrist lleva dentro. Y es que en esa estrategia de enmascaramiento y ambivalencia, Lars von Trier ganaría al mismísimo diablo. Especialmente porque su interés no reside en la literalidad de lo que las imágenes muestran.</p><p> De lo que se habla, ¿importa? Desde Rompiendo las olas , y es posible que incluso desde el nacimiento de su cine, von Trier convoca -salvo en Los idiotas y El jefe de todo esto – una ceremonia de pasión y muerte; un ritual crístico que zarandea el misterio sacrifical del origen de la cultura occidental. Es el suyo, el cine de la duda existencial que cuestiona la incapacidad de los seres humanos para encontrar sentido a su vida. En su caso, su notable habilidad para componer poderosas imágenes y extraer de los intérpretes registros extremos, arma y legitima esa reiterada pregunta. Un interrogante que a fuerza de repetirse no espera respuesta convertido en un retorcijón que cada vez causa más inquietud y desasosiego.