Sensibilidad y prejuicios
Dirección: Yôjirô Takita. Guión: Kundo Koyama. Intérpretes: Masahiro Motoki, Ryoko Hirosue, Tsutomu Yamazaki, Tetta Sugimoto, Takashi Sasano, Kazuko Yoshiyuki, Kimiko Yo. Nacionalidad: Japón. 2008. Duración: 131 minutos.
Al día siguiente de ganar el Oscar, medio mundo se lanzó a bucear en la ¿desconocida? historia de Yöjirö Takita. Pocos habían reparado hasta entonces en Despedidas , película a la que se daba como convidada de piedra en una ceremonia que debía ser ganada por La clase o por Vals con Bashir . Pero a veces los veteranos miembros de la Academia de Hollywood dan lecciones al mundo. Tras la sorpresa por la decisión, la cuestión era: ¿a quién habían dado el Oscar a la mejor película en lengua no inglesa de 2008?
Veamos. Nacido en 1955 y director de más de cuarenta títulos, algunos de ellos tan solventes como La espada del samurái y Los maestros del Ying y el Yang , el perfil de Takita responde fielmente al de buena parte de los cineastas que cultiva la industria del cine japonés. Takita, como otros compañeros de generación, aprendió el oficio dirigiendo cine pornográfico. Se trata de una especie de universidad de la calle, una escuela de dirección sin glamour ni vanidad, que pone a prueba egos desmedidos y convierte a estos profesionales en realizadores expertos. Como un cineasta del Hollywood clásico y dorado, Takita alterna géneros, tiempos y retos con una sola cortapisa: hacerlo perfecto o, si no se puede, al menos hacerlo lo mejor posible.
En Despedidas , filme en el que se relata que, pese a los prejuicios de la sociedad, no hay trabajo indigno sino personas despreciables, Takita da un recital de oficio y talento. Su filme, la historia de un violonchelista en paro que, obligado a renunciar a sus sueños, regresa a su tierra natal para empezar a trabajar en una empresa que se dedica a «preparar» a los muertos, se conduce con sutileza y humor para hablar sobre la estupidez de los prejuicios.
Circula la creencia de que las grandes películas son aquellas que cuentan con grandes secundarios. No es del todo exacta. Grandes son aquellas obras en las que su narrador sabe de la importancia de los pequeños gestos y cómo éstos se esconden en los personajes que permanecen en el fondo del plano. Y eso es lo que hace noble este filme de temblores y afectos. Conformar un retrato coral que se sirve de la muerte y sus ritos para reivindicar justo lo contrario: la vida y la libertad de enfrentarse a ella por encima de los convencionalismos.