Sentimiento autodestructivo
Dirección: Ron Howard. Guión: Peter Morgan; basado en su obra. Intérpretes: Frank Langella, Michael Sheen, Kevin Bacon, Sam Rockwell, Oliver Platt, Rebecca Hall y Matthew Macfadyen. Nacionalidad: EEUU y Reino Unido.2008. Duración: 122 minutos
La primera vez que el espectador ve frente a frente a David Frost y Richard Nixon, los púgiles de este combate a cuatro asaltos, se encuentran a miles de kilómetros de distancia entre sí. Esa primera vez transcurre del siguiente modo: Frost observa embelesado las imágenes de Richard Nixon justo cuando el Watergate propiciaba la única dimisión en la historia de un presidente de EEUU. Frost mira la pantalla de un televisor y desde el fondo del aparato, por un instante, se diría que Nixon devuelve la mirada al periodista en un imposible cruce de retinas que devienen en metonimia de un reto. Se trata de un espejismo semejante al que en la noche previa al cuarto pulso verbal, Nixon y Frost sostienen a través de una conversación telefónica. ¿La sostienen de verdad? En el último encuentro entre ambos, cuando el presidente ya ha aceptado ponerse el traje de jugar al golf, traje que luce con la misma resignación con la que un residente de San Quintin llevaría el uniforme de preso, Nixon dice no recordar nada. Y es que lo mejor del filme de Ron Howard descansa en aquello que se inscribe en el terreno del ensayo, en lo propio de la ficción y sobretodo en los detalles irrelevantes y en la prosa poderosa pero sutil de los (in)significantes gestos.
El desafío de El desafío , del que no sale bien parado su director, es el de la imposibilidad de soldar espectáculo con rigor, sugerencia con evidencia y el gran guiñol de la mascarada con la verdad subjetiva que la historia oficial nunca alcanza a desvelar. Cuando la película se olvida de los hechos, el filme penetra libre en el laberinto del poder y se reafirma en la pulsión de muerte, en ese suicidio simbólico por el que Howard parece sugerir que el duelo no lo ganó Frost; sino que lo perdió Nixon. Este desafío tienen en común con The Queen de Stephen Frears, al guionista, Peter Morgan, y al actor, Michael Sheen. Y, como en la radiografía de la reina británica, el poder aparece dignificado por el peso de la púrpura y exculpado por su talento. De hecho, la primera pregunta que recibe Nixon no es sino el pasaporte para su redención/comprensión. ¿Por qué no destruyó las cintas? pregunta Frost. Porque deseaba ser cazado para redimirse de tanta ignominia, responde este filme sospechoso de justificar al hombre para perdonar al monstruo.