Ni cine, ni tebeo… sólo un homenaje confuso y confundido
Dirección y guión: Frank Miller. Intérpretes: Gabriel Macht, Samuel L. Jackson, Sarah Paulson, Eva Mendes, Dan Lauria, Paz Vega, Jaime King y Scarlett Johansson. Nacionalidad: EEUU. 2008. Duración: 108 minutos.
Antes de enfrentarnos a esta adaptación que ha hecho el siempre excesivo Miller, conviene puntualizar una circunstancia inapelable: Denny Colt, nombre real que sostiene a The Spirit, no nació como ahora lo percibimos. Fue domingo a domingo, en las entregas semanales de la prensa -llegó a publicarse en cinco millones de ejemplares-, como se modeló su personalidad. The Spirit nació en tiempo revuelto; en los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial, en medio de un mundo herido.
Will Eisner tenía 22 años cuando, a finales de 1939, fue contratado por Busy Arnold, jefe de Quality Comics. Se le dio total libertad para crear un héroe de papel destinado a entretener al gran público. Su misión era completar los suplementos dominicales y Eisner vio en ese encargo, algo así como el reconocimiento a su joven talento y la posibilidad de escapar de la llamada a filas. Pero en 1942, cuando Spirit ya era un personaje seguido por millones de aficionados, Eisner se incorporó al ejército y tuvo que dejar que a su Spirit le dieran vida otros.
También fue consciente, poco después, de que había sido contratado por su capacidad de trabajo antes que por su calidad de autor. Saber eso, fue una cura de humildad y espoleó un talento del que, poco después, daría un recital incontestable.
Probablemente aquella lección recibida a través de Spirit sirvió para asentar su estilo y, a la vuelta de la guerra, un Eisner madurado en el horror de la muerte se reencontró con su personaje. Su héroe inmortal se le aparecía como un antihéroe, y su presencia era sólo un pretexto al servicio del verdadero texto. De hecho, en muchas aventuras Spirit se comportaba casi como una sombra testigo de la crueldad del mundo.
¿Qué Spirit sirve de modelo a Miller? Es evidente que Miller, ansioso de bucear en el origen como si allí siempre habitase lo decisivo, acude al Spirit más primitivo aunque evite, por lo inapropiado del hecho, la presencia de su ayudante Ebony White, un joven negro que respondía a los estereotipos paternalistas que Spike Lee denunciaba en Bamboozled . Miller, enfant terrible del mundo del tebeo actual, consagrado para el cine tras las adaptaciones de 300 y Sin City , se enfrenta a The Spirit con las mismas armas e(s)téticas que, junto a Robert Rodríguez, formuló en Sin City : Esto es, acercar el cine al tebeo con un lenguaje fascinado por la brutalidad. En The Spirit , también la ciudad es la protagonista. De hecho, los objetos del mobiliario urbano, devienen en las armas con las que Spirit , un detective sin pistola, se defiende de sus enemigos. Es ahí, en esa esencialidad del héroe, donde reside su mejor logro. El otro descansa en la carnalidad de sus actrices, un reparto envidiable y envidiado, que imprime una ácida sensualidad a esta Central City.
Se trata de una bella embarcación en cuya sala de máquinas crece un agujero por el que hace agua todo el conjunto. Miller desoye el principio de toda traslación de un arte a otro: traicionar el modelo de partida, olvidarse de los recursos de origen para aferrarse a lo que es propio del medio utilizado. En Spirit la servidumbre al realismo propia del cine no se respeta. En su lugar todo se trueca en deuda a la viñeta. El todo se pone al servicio de la imagen pero ésta no es suficiente para cerrar el vacío que lo consume desde el núcleo de su guión. Demasiado pegado a la piel del papel, a Miller le pasa como al Fesser de Mortadelo y Filemón , que el exceso de literalidad lo disuelve todo. Sin verdad no hay emoción y sin emoción no hay relato que se sostenga.
Tan sólo queda, al decir del propio Miller, esa carta de amor a Eisner. Pero, ay, es mediocre porque que carece de eso que reclama su título: espíritu (cinematográfico).