La bestia que nos aguarda
Dirección: Neil LaBute Intérpretes: Samuel L. Jackson, Patrick Wilson, Kerry Washington, Jay Hernandez, Ron Glass, Regine Nehy y Jaishon Fisher Nacionalidad: EEUU. 2008 Duración: 106 minutos
HACE once años LaBute dio un puñetazo incorrecto en plena época de la llamada discriminación positiva. En compañía de hombres mostraba a un tipo egoísta y manipulador, un misógino seductor que, por una apuesta, conquistaba a una joven sordomuda en un acto de crueldad emocional. El filme con el que recibió el premio al mejor director en Sundance, era de esos que divide al respetable. No tanto por la cuestión de género, que también, sino por la mala uva que su retrato social llevaba implícita, pues si bien es verdad que su despreciable protagonista era un imbécil total, tampoco su amigo bonachón ni la pobre seducida hacían demasiado para merecer mejor compañía.
Desde entonces, LaBute, ex miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, de donde fue echado por provocador, ha cultivado todos los géneros, todos los tonos,… pero siempre almacenando en lo más hondo de sus historias, un barro incómodo que mancha las retinas e incomoda la conciencia. Aquí el filo abismal que golpea la percepción del espectador gira en torno al racismo que practica un policía negro. O sea, un perverso pero eficaz giro argumental que comienza muy bien y que ofrece algunas secuencias de violencia subterránea como sólo este cineasta de Detroit es capaz de mostrar. El pretexto se barniza con otro tema también muy desasosegante, la amenaza vecinal, la presencia de ese otro que vive al lado de uno y cuya psicopatía puede desencadenar situaciones agresivas. Mala vecindad, racismo de minorías, corrupción policial,… y un pavoroso incendio al final del horizonte que, conforme avanza la película, se acerca al corazón del conflicto en una parábola excesivamente didáctica.
Esa es la debilidad de un filme que podía haber sido, de hecho durante una hora larga lo es, adulto y desolador, pero que acaba despeñado por la rutinaria ladera de lo previsible. Hasta llegar a ese desmoronamiento, su historia posee la cualidad de hurgar en heridas sociales y recordar que de esa responsabilidad nadie es ajeno, ni nadie está libre de culpa. Y ahí reside la desazón que siempre acompaña al cine de LaBute, esa sensación de apocalipsis que nos recuerda que el hombre es bestia que a los suyos desgarra.