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Archivo para noviembre, 2008

Más allá de la piel del actor

viernes, 7 de noviembre de 2008 1 comentario

Dirección: Mabrouk El Mechri. Guión: Frédéric Bénudis y Christophe Turpin. Intérpretes: Jean-Claude Van Damme, François Damiens, Zinedine Soualem, Karim Belkhadra. Nacionalidad: Francia, Bélgica y Luxemburgo. 2008. Duración: 96 minutos.

Se podría programar una cartelera estupenda con una serie de películas en las que los actores, esos actores especialmente anclados a sus personajes más arquetípicos, deciden desprenderse de esa piel que les ha hecho famosos. Hablo de actores -algunos dudan de su talento ¿malévolamente?- como Schwarzenegger y Stallone, pero también se podría convocar en este reírse de lo que representan otros como Tom Cruise y Robert de Niro. Se trata de una tentación casi tan vieja como el cine, pero que en la contemporaneidad se practica en nombre del metalenguaje y el sobreentendido. Hitchcock, maestro del manierismo y la manipulación, ya hizo algún escarceo obligando a Cary Grant a convertirse en el asesino hipotético y a James Stewart en un hombre acobardado por las fobias y el remordimiento.

Mabrouk El Mechri sublima esta fórmula y lleva a Jean-Claude Van Damme a protagonizar una abracadabrante historia en la que el principal interés reside precisamente en dinamitar de manera permanente esa frontera, no ya entre el actor y el personaje, sino entre el actor, el personaje, su imagen pública y esas sombras interiores en las que se percibe la verdad de sí mismo.

Eso, y nada más que eso, da vida a JCVD , un filme que, como la película de Spike Jonze protagonizada por John Malkovich, le descubre al público un aspecto inusual del actor y de lo que representa. Se trata de una deriva perversa que resquebraja el verosímil fílmico para desembocar en otro tipo de enunciado narrativo. Lo sorprendente es que lo que El Mechri propone se dirige al no espectador del cine habitual de Van Damme, porque JCVD pondrá en aprietos a ese público que funde en su percepción al actor con el personaje. La propuesta ni es original ni va demasiado lejos pero a su favor tiene que, en algunos momentos, introduce su escalpelo en algo parecido al escalofrío real e íntimo de un actor envejecido. Y en ese palpar el desmoronamiento del personaje se vislumbra, precisa, humana y comprensible, la debilidad del hombre que lo sostiene. Lo que hace de este filme algo noble y sin duda más interesante que todo lo que hasta ahora Van Damme había hecho.

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Demme no va a Dinamarca

viernes, 7 de noviembre de 2008 Sin comentarios

Dirección: Jonathan Demme. Intérpretes: Anne Hathaway, Rosemarie DeWitt, Mather Zickel, Bill Irwin, Anna Deavere Smith, Anisa George, Debra Winger. Nacionalidad: EEUU. 2008. Duración: 113 minutos.

En esta aguda, crispada y algo empalagosa película se nos invita a celebrar la nueva América de Obama. En esta boda se casa una mujer blanca de buena familia y revuelta cuna con un talentoso y musical hombre negro. Conforman una pareja perfecta que celebra su enlace vestidos al estilo indio -de la India, no de los nativos norteamericanos-. Y en compañía tan multicultural de muchos músicos y escasos problemas económicos, se toca de todo y a todo. Sin duda ese microcosmos que conforman los invitados al enlace de Rachel aspira a representar el ideal de los demócratas estadounidenses. Y, a juzgar por lo que vemos en los planos generales, viven bien. La inquietud surge al presentir que ese nivel de vida, visto desde la crisis actual, parece ciencia ficción.

Para algunos lo es pero no para el mundo que habita Jonathan Demme. Y conviene recordar que Demme practica una actitud de ambición de baja intensidad. No quiere dinero a toda costa, sino hacer cine con cierta dignidad. De hecho, Demme se alejó hace años del poder de Hollywood para disfrutar de la música y del cine independiente. Tanto que hay quien ha visto en este filme una suerte de cine Dogma desde la otra orilla del Atlántico.

No lo es, aunque la cámara se mueva. Rodada en pocas semanas, con total libertad y con la aspiración de convertir a Anne Hathaway en la Winona Ryder del siglo XXI, Demme revuelve en su propio pasado para retomar el mismo aire desdramatizador pero incisivo de Algo salvaj e y Casada con todos . Con la aportación de la hija de Sidney Lumet como guionista, La boda de Rachel recupera el tono rehabilitador de los personajes perdidos de los años 50. En esta boda se oculta un secreto familiar, la sombra de una culpa y el resquemor de las delicias familiares: amores aparentes y sonrisas eternas en la foto pública, odios profundos y heridas que no cesan de supurar en la intimidad del fuego hogareño. Demme retrata con histrionismo y precisión una familia de sentimientos exaltados. Amor y odio, egoísmo y banalidad, dolor y soledad… un tutti frutti aligerado a golpe de canción, fiel creyente de quien canta su mal espanta. Pero no, esta familia se consume por dentro.

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