La buena madre
Dirección y guión: Philippe Claudel Intérpretes: Kristin Scott Thomas, Elsa Zylberstein, Serge Hazanavicius, Laurent Grévill, Frédéric Pierrot, Lise Ségur y Jean-Claude Arnaud Nacionalidad: Francia y Alemania. 2008 Duración: 115 minutos
El rostro de Kristin Scott Thomas preside el comienzo y el final de Hace mucho que te quiero . Entre el primer plano del arranque, una imagen silenciosa, una mirada perdida, un gesto ausente… y el último, todo cambia. Sobre todo la percepción que tenemos del personaje central y de todos cuantos le rodean. Pero eso es el fundamento de todo relato iniciático, mostrar la evolución del(os) personaje(s). El matiz, la singularidad de la película de Philippe Claudel, reside en su deseo de transmitir una lección moral que denuncia las terribles consecuencias de los prejuicios. Por lo demás, Claudel, un novelista de éxito en Francia, escoge para su debú como cineasta, un territorio mil veces cartografíado por quienes le han precedido desde -y en- su propio país. Esto es. Aunque Hace mucho que te quiero nace desde el mutismo de su principal protagonista, en el filme se habla sin miedo a la retórica; sin temor al exceso verbal.
Como buen cine francés, pese a sus guiños ingenuamente malévolos contra el «aburrido» Rohmer, Claudel desnuda los personajes alrededor de la mesa. Se trata de una irreprimible inclinación francesa que gusta de retratar a su clase media con los cubiertos en la mano, escenario en el que cineastas como Chabrol, Rivette e incluso el pellizcado Rohmer, reinan.
El Claudel cineasta carece de la ironía del primero y de la precisión del segundo. En todo caso es a Rohmer al que más se acerca, aunque su filme sea víctima de una débil anécdota argumental. Su relato insiste en mostrar las dificultades de reinserción de una ex reclusa que es acogida por su hermana pequeña ante la desconfianza del cuñado, la sorpresa de sus sobrinas y las diferentes actitudes de cuantos le rodean. El filme avanza sobre la progresiva evolución de esos sentimientos en paralelo al descubrimiento del porqué esa ex reclusa fue condenada. Como ella guarda silencio, flota en su arranque un cierto misterio. Pero no son las sombras del hecho, sino el rocío del perdón lo que a Claudel le interesa. Sin tensión ni incertidumbre, todo deviene en contención y cierta previsibilidad lo que acaba frustrando las expectativas de su despegue, donde Scott Thomas forja un gran personaje pese a carecer de dirección e historia.