Monadas y monos
Dirección: Kirk DeMicco. Guión: Kirk DeMicco y Robert Moreland; basado en un argumento de Kirk DeMicco. Producción: John H. Williams y Barry Sonnenfeld. Nacionalidad: USA. 2008. Duración: 80 minutos.
Es Space Chimps un filme de productores, en consecuencia, un producto diseñado en despachos con la mirada puesta exclusivamente en el mercado, algo diferente del público. El primero ve sólo números; el segundo atiende a los espectadores. Sin duda, los dos aspiran a tener éxito pero se trata de una diferencia sutil que lleva a puertos muy distintos. ¿Un ejemplo? Basta con enfrentar a Wall-E con Space Chimps . La primera nace desde el entusiasmo y el compromiso, desde el rigor y el talento. La segunda se atraganta en su propio parloteo que busca interpelar al público más vulnerable, los niños, contra los que lanzan una serie de obviedades y excesos.
Su precedente brilló como una centella durante un tiempo: Shrek , la historia de un ogro bueno y un pollino parlanchín. Aquel primer Shrek que daba la vuelta al mundo de los cuentos a golpe de incorrección, guiños y pellizcos era un filme solvente que arrasó en las taquillas del mundo. Como sus productores lo que buscaban eran beneficios, repitieron dos veces más la fórmula del ogro verde con el mismo olfato con el que Santiago Segura hizo lo propio con Torrente . Cometieron un grave error de cálculo, ¿o quizá no? El caso es que, a la hora de valorar las claves del éxito, leyeron mal los síntomas. Infravaloraron el matiz y exageraron lo obvio, lo que llevó a distorsionar el modelo de partida hasta difuminar sus atributos.
A la decadencia de Shrek , mal la segunda entrega y peor la tercera por más que les salgan los números, se le suma en ese descenso al infierno Space Chimps , una incursión en clave de ciencia-ficción por la que unos chimpancés son los protagonistas de un filme que, en el fondo, no es sino una versión animada de Scary Movie . O sea, la aplicación del libro de estilo de Aterriza como puedas pero carente de su sentido del ritmo y huérfana de su ingenio. Kirk DeMicco, un debutante incapaz de mostrar el pulso narrativo que gente como John Lasseter derrocha en sus creaciones, conforma un filme hijo del artificio. Sin emoción no hay sensación de verdad y, en su ausencia, se apela a lo inmediato. Aquí lo inmediato es un grupo de monos resabiados que no paran de hacer monerías sin gracia y sin sentido.