El viudo que abrazaba bien
Dirección: Antonello Grimaldi. Guión: Nanni Moretti, Laura Paolucci y Francesco Piccolo; según la novela de Sandro Veronesi. Intérpretes: Nanni Moretti, Valeria Golino, Isabella Ferrari, Alessandro Gassmany Blu Yoshimi. Nacionalidad: Italia, Gran Bretaña. 2008. Duración: 112 minutos.
El azar de la taquilla obedece a leyes caprichosas. ¿Cómo explicar que dos películas de argumentos tan parecidos pero tan poco frecuentes por otra parte, como los que animan Caos calmo y Mi vida sin Grace se estrenen a la vez y sean vecinas en el mismo complejo de unas multisalas? Ambas muestran el mismo paisaje de desolación, ese vacío radical e irreparable que provoca la muerte de la esposa y madre en la hasta entonces una familia al uso. Nanni Moretti aquí, y John Cusack en el filme norteamericano se quedan viudos al comenzar la película. A partir de aquí nada les asemeja. En el caso norteamericano, ya se habló en su día, un personaje extraño en medio de un relato convencional. En Caos calmo asistimos a personajes ordinarios en un mundo que se comporta de manera extraña.
Aunque la película la dirige Antonello Grimaldi, Nanni Moretti domina de principio a final toda la historia. De hecho, intervino en el guión y desde luego creó a su personaje a su imagen y semejanza. En Caos calmo la tragedia que abre el relato evita el melodrama simple. No es la muerte la que determina el drama que aquí se cuenta, sino su vacío y con él, el reencuentro forzoso entre un padre y su hija. Hay una situación traumática, una decisión exagerada y un abanico de personajes que sirven para que en el filme se hable del mundo laboral, de las relaciones fraternas, de la incomunicación intergeneracional, de la perplejidad del hombre ordinario en la Europa de ahora.
Ese padre desbrujulado, ese hombre ensimismado que siempre compone Moretti, alcanza aquí su máxima expresión. Decidido a no perder a su hija, a ganársela mejor dicho, abandona el trabajo para esperar todo el día en la puerta del colegio. En ese espacio, Caos calmo levanta un microcosmos lleno de personajes cotidianos con los que se roza su protagonista. En medio de gestos leves y detalles hondos, surge un coito abrasivo que indignó a un obispo y regaló publicidad extra a esta película. Obedece a un impulso desesperado en medio de una calma inquietante. No es gratuito. Marca el grito de ese intento fallido de detener el tiempo que ilustra el filme y esboza la sonrisa de quien decide enfrentarse a la vida.