Los peligros de la venganza
Dirección: Tim Burton. Intérpretes: Johnny Depp, Helena Bonham Carter, Alan Rickman, Timothy Spall, Sacha Baron Cohen, Jamie Campbell Bower. Nacionalidad: EEUU. 2007. Duración: 116 minutos.
Fiel a sí mismo, Tim Burton se atrinchera en lo que en otro tiempo era despreciado como low culture. Ahora ese alimento espiritual para freakies abonados a un barniz gótico hecho de sangre, cuero y estridencia goza de alto prestigio y salva las aburridas carteleras. Con una filmografía coherente en la que son presencias fijas Johnny Depp y Helena Bonham Carter, Burton consigue lo que su casa madre, la Disney, hacía en otro tiempo: imprimir en sus obras un estilo reconocible desde antes de que aparezca el título. Así, aunque Sweeney Todd reutiliza los materiales del excelente y sangriento musical de Stephen Sondheim, estamos ante un filme cien por cien Burton atrapado en la elección de lo siniestro frente a la belleza.
Su apropiación de Sweeney Todd , cantado con pulcra suficiencia por sus principales intérpretes, rehúye las presentaciones glamourosas para abrirse con la tenebrosa llegada en barco a Londres de un barbero asesino al que se le ha visto un razonable parecido con Eduardo Manostijeras . Sin duda lo hay. Lo único que les separa es la frustración. Sweeney sabe de la herida del dolor y la injusticia. A fuerza de rumiar su angustia ha desarrollado la psicopatía de quien mata sin ser consciente de que el otro es sujeto como él y conoce el dolor y la angustia. Eduardo era un adolescente virginal cuyo pecado era ser distinto. Sweeney es un hombre amargado que era convencional y que regresa como el conde de Montecristo para vengarse de quien le ha arrebatado todo lo que era: su familia, su nombre y su futuro. Por eso reniega de su nombre. Inspirado en un personaje real, la mejor fantasía siempre ha sido engendrada por la estilización de lo verdadero, Burton no elude la naturaleza granguiñolesca inherente al musical.
Lejos de la sublimación del criminal que hace Hannibal Lecter, esta historia, oscura como un ocaso sin amanecer, se rompe en la sangría de este barbero. Encadenada a su alma de musical y a su coraza de inspiración brechtiana, el filme discurre por el camino del exceso sin vuelta. Es como si el Burton amigo de los juguetes siniestros se hubiera puesto serio de verdad y, lo que empieza con el aspecto de Bitelchus, acabase aplastado por el horror homicida de Jack el Destripador .