Buen ‘rollito’, mala película
Dirección: Claude Berri. Intérpretes: Audrey Tautou, Guillaume Canet, Laurent Stocker, Françoise Bertin, Béatrice Michel, Kahena Saighi, Hélène Surgère. Nacionalidad: Francia. 2007. Duración: 97 minutos.
Al igual que las buenas noticias no son noticias, las películas con eso que ahora se ha dado en tildar de buen rollito tampoco son películas. Películas buenas, se entiende. Lo que no quiere decir que no tengan éxito. Al contrario. Ese tipo de producciones rebosantes de personajes amables, encajes sentimentales y altas dosis de azúcar y miel cumplen su terapéutica función: aliviar culpas ajenas. Por cierto, no confundir esto con las películas de happy end porque, aunque éstas a menudo han tenido muy mala prensa, muchas de ellas resultan sobrecogedoras por su contenido y sobresalientes por su calidad. Nada aquí sobresale, entre otras cosas, porque nada aquí levanta la cabeza.
Basada en el libro de Anna Gavalda, coescrito el guión en complicidad con la propia novelista, dirigida en colaboración de François Dupeyron (El señor Ibrahim y las flores del Corán ) a causa de una depresión que a punto estuvo de tumbar al veterano Claude Berri, estamos ante un producto demasiado lavado, demasiado pulido y pactado como para aspirar a ser personal.
Los protagonistas que están juntos en este filme, pero que no quieren mezclarse, son un joven aristócrata cuyo tartamudeo tiene su origen en unos padres castradores; un don Juan lleno de amargura que se gana la vida como cocinero; y una joven anoréxica que tiene problemas con su madre. Los tres provienen de famllias en ruinas y los tres arrastran una soledad que su convivencia ayudará a resolver. Con este argumento, Rohmer hubiera despellejado años atrás a estos tres especímenes desorientados pero Claude Berri carece de ironía, no pone distancia y no parece saber hacia dónde va. Su trabajo como cineasta se mueve en el territorio de la mera ilustración, le resulta suficiente con la piel de la novela y nos deja sin sustancia.
Su cámara no construye imágenes, sólo recoge palabras. Palabras que se dicen para que entendamos lo que el celuloide no muestra. En ese estadio, Audrey Tautou hace de Audrey Tautou, o sea, de Amèlie. Y con ella como referente, el resto circula a su alrededor en medio de simpáticas acciones, con gestos amables y pequeñas y edificantes sombras. Todo muy convencional, muy plano, muy bonito. Todo vacío de autenticidad y de vida.