Carambola imposible
Dirección: Gracia Querejeta. Intérpretes: Maribel Verdú, Blanca Portillo, Jesús Castejón, Víctor Valdivia, Enrique Villén, Raúl Arévalo y Ramón Barea. Nacionalidad: España. 2007. Duración: 118 minutos.
En estas mesas de billar en las que se juega poco, hay una figura ausente que lo domina todo. Se trata de un padre y amante que acaba de fallecer dejando hija, novia y amigos unidos por el vacío de su muerte. Vacío que no dolor, porque buena parte del filme de Gracia Querejeta consistirá en deconstruir a ese personaje, que al principio teníamos por un buen sujeto, cuando en realidad era un canalla impresentable. Peor aún para él porque en estas Siete mesas (de billar francés) el muerto no es el protagonista; el protagonismo recae en sus víctimas, dos mujeres interpretadas con registros muy distintos por Maribel Verdú y Blanca Portillo.
En realidad, como en el juego del billar que le da título, todo se dirime en una cascada de carambolas y golpes. Con ellos, los personajes evolucionan, se abren y en ese proceso emerge la que Querejeta ha dispuesto sea la moraleja final de este relato: la esperanza de que es posible (y mejor) la vida sin ese hombre.
Una de las novedades que nos trae este filme de Gracia Querejeta coescrito con David Planell, es esa, que de todas sus películas, aquí por vez primera aparece el humor, la sonrisa e incluso cierta querencia por lo bufo. Es evidente que Siete mesas (de billar francés) ha sido interpretada a cuatro manos. Dos se inclinan por los sonidos graves, por el gesto airado, por el lamento presto y el quejido fácil. Las otras dos se mueven ágiles, buscan el contrapunto del relajo, del toque amable y de una letrilla que insiste en que tras la tempestad todo cambie.
En ese cruce se alza lo mejor y lo peor de un filme dirigido sin solidez y afeado por ciertos tics televisivos. Querejeta, cuya querencia hacia el drama es proverbial, se aplica con entusiasmo en su intento de unir la liviandad de Planell, con su inclinación hacia el drama. Esa es la carambola que le exigía este argumento y eso es algo que tan solo se consigue en la secuencia del restaurante chino, un momento inspirado y feliz donde humor y amargura se funden con precisión. Y esa es la cuestión, que una sola carambola para tantas mesas parece más fruto de la suerte que de la precisión de sus autores.