Comedia a la canaria
Dirección: Juan Carlos Falcón Intérpretes: Ángela Molina, Elvira Mínguez, Antonia San Juan, Joan Dalmau, Jordi Dauder, Vladimir Cruz, María Galiana y Manuel Manquiña Nacionalidad: España. 2006 Duración: 107 minutos
A las comedias con muertos de cuerpo presente les ocurre como a las películas de boxeadores, que incluso las menos brillantes no dejan de poseer cierto atractivo. La razón de ello quizá estribe en que en ambos subgéneros, la muerte y la lucha, subyace respectivamente la esencia de la tragedia y la épica y eso es algo que conforma nuclearmente esa necesidad de relato que los seres humanos parecen tener desde que comienza su comprensión del lenguaje. Sea como sea aquí hay un muerto malquerido y muy odiado que preside de principio a fin esa película. Y con él, ante él, un grupo de mujeres. Vamos, podríamos hablar de una versión de Cinco horas con Mario, sólo que aquí hay más monólogos, bastante mala leche y un ansia indisimulada de venganza. También hay alguna que otra sorpresa y, lo mejor del filme, una interpretación bastante equilibrada de un conjunto de actrices y actores bien encajados. El lector inteligente ya ha deducido que el título del filme de Juan Carlos Falcón hace referencia a ese ataúd en el que un mal bicho descansa en paz para sosiego y alegría de quienes siguen con vida. La historia transcurre en las islas Canarias, en 1965; y como si fuera esa época, su director y guionista acude a las comedias de la época. Es decir, acude a Berlanga y a Monnicelli; a la comedia Ealing y a la comedia negra sin fronteras. Resulta curioso que en dos semanas consecutivas se estrenen dos películas Dos rivales casi iguales y La caja cuya actitud, desde argumentos muy diferentes, parece reclamar un ropaje humorístico formulado en los años del desarrollismo español. Como Calvo Butini, Juan Carlos Falcón es un cineasta de ópera prima y, como él, practica un cine decididamente ajeno tanto al mainstream hispano como al cine qualité de los nuevos creadores. ¿Estamos ante una nueva tercera vía? Seguramente no. Pero al menos La caja está en un terreno de búsqueda personal y evidencia que Falcón ha conseguido dirigir bien a sus actores, incluida Antonia San Juan, cuya intervención con un mortero y el cuerpo del finado alcanza la maestría escatológica. Sin ser una obra deslumbrante, a fuerza de humorada oscura, no echa al espectador de la sala.