La soledad de dios
Dirección: Claude Chabrol. Intérpretes: Isabelle Huppert , François Berléand, Patrick Bruel, Robin Renucci, Maryline Canto y Thomas Chabrol. Nacionalidad: Francia y Alemania. 2006 .Duración: 110 minutos
Una de las frases más celebradas de Borrachera de poder , en ella hay quien ve la piedra angular de toda la película, la pronuncia el personaje de Huppert al afirmar que a ella no le interesa la imagen de la justicia, lo que le preocupa es la justicia. Ese personaje nuclear del último filme de Claude Chabrol tiene contra las cuerdas a todo un entramado corrupto. Ella, en calidad de juez, determina la prisión o la libertad de un puñado de poderosos que ante su presencia se saben vulnerables, ante su señoría tiemblan. Y ella, de origen humilde y ascenso rápido, se nos dice, aparece como una diosa justiciera y ¿vengativa?
Chabrol, superviviente feliz de lanouvelle vague , convocó por séptima vez a Isabelle Huppert para trabajar con ella.Y para ella construyó una más de sus historias arquetípicas. Porque es indudable que Borrachera de poder está llena de huellas de Chabrol, en sus costuras se adivinan sus manos, en sus reflexiones braman sus estilemas. A Chabrol no le importa la trama, se sirve de ella. Argumentalmente podría sintetizarse este filme como la reconstrucción de uno de esos famosos escándalos de corrupción y política. Es el cáncer de las democracias occidentales, y quizá -parece sugerir Chabrol- sea una enfermedad inevitable, inseparable del hecho de convivir en sociedad.
Ahora bien, Chabrol no trata de arrojar luz alguna sobre ningún caso concreto. Los encausados son peones en un limbo sin nombres propios y la atmósfera del filme evoca una sensación de extrañeza e irrealidad. A Chabrol no le interesa ilustrar una anécdota. Si los sacerdotes son los policías del alma y los jueces son dios, Chabrol explora en la soledad de una diosa con el poder de juzgar las debilidades de los poderosos. Una diosa ebria de poder justiciero, empecinada en buscar la verdad y, poco a poco, ahogada en un clima de asfixia y miedo. Borrachera de poder se nutre de frialdad y distancia. Hay pocos agarres y sobra perversa sabiduría. Chabrol pronuncia un diagnóstico feroz sobre el sistema. Como el Bergman de Saraband , forja un filme poderoso a partir de una lección ya dicha. Y es que a Chabrol, en cuanto narrador, no le preocupa la justicia sino el dolor de saber que ésta, del todo, jamás se alcanza.