El sentido de la vida
Dirección y guión: Darren Aronofsky Intérpretes: Hugh Jackman, Rachel Weisz, Ellen Burstyn, Mark Margolis, Sean Patrick Thomas Nacionalidad: EEUU. 2006 Duración: 97 minutos
Hace unos años, los Monty Python daban rienda suelta a una de sus más aplaudidas creaciones bajo el título de El sentido de la vida. La conclusión era que sólo desde la risa parece legítimo asomarse a ese precipicio en el que se despeñan las angustias más trascendentales. Ciertamente, cuestionarse el sentido de la vida en las frágiles estructuras de una película narrativa dependiente del circuito comercial parece una empresa errática.
Por eso, cuando hace ocho meses, Aronofsky mostró en Venecia esta película, en la que ha invertido cinco años de obsesivo trabajo, el vocerío de quienes se mofaban del extremo romanticismo de The Fountain tapó la emoción de quienes entendían que, pese a sus grietas insalvables, este filme es, por muchos motivos, ejemplar.
Fue poco después, cuando Hugh Jackman contó una pequeña anécdota acontecida el día del estreno mundial de este filme. En la sala de butacas, al final de la proyección, dos espectadores la emprendieron a puñetazos como expresión impotente de su incapacidad para defender con palabras lo que les había transmitido The Fountain. Era un aviso de que la tercera película de Aronofsky, como ocurrió con Terciopelo azul de David Lynch en su día, pertenece a la galería de obras malditas. Y es maldita porque algo en su interior ansía rozar el éxtasis, esa quimera del ansia artística, peligrosa aventura de la que nunca se sale indemne.
Por eso mismo a nadie extrañó que el infortunio acompañase a The Fountain desde la misma línea de salida. Ideada como un filme de gran presupuesto y altas estrellas, sus dos principales protagonistas, Cate Blanchett y Brad Pitt, abandonaron la nave dejando a Aronofsky casi sin financiación y al borde de la quiebra. Pitt prefirió la aventura de Troya y Blanchett se convirtió en madre. Paradójicamente luego ambos coincidirían en Babel trocando su historia de amor total de The Fountain por el rol de una pareja en crisis en la laureada película de González Iñárritu.
Aronofsky, el obsesivo autor de Pi y de Réquiem por un sueño, lejos de abandonar la empresa, hizo como los personajes de Werner Herzog. Rebajó sus pretensiones económicas, fortificó sus ambiciones artísticas y elevó su compromiso con la película hasta atreverse a rasgar ese último velo que separa al autor de su obra. De hecho, además de otras apreciaciones, es evidente que su cámara de enamorado retrata con devoción a Rachel Weisz, su esposa y excelente actriz, dando lugar a una de las secuencias de fresca sensualidad mejor filmadas por el cine contemporáneo. Parece fuera de discusión que Aronofsky y el personaje de Jackman se funden y se confunden, por eso The fountain no es una película sino una declaración de amor e intenciones. Si en Pi, Aronofsky penetraba en la mente paranoica de un matemático enfebrecido hasta la locura por su obsesiva elucubración para descifrar el secreto último de la cifra; en The fountain idea una estructura articulada en tres tiempos, en cuyos escenarios se asiste al mismo proceso de desesperada búsqueda. Aquí se ansía el origen, ese árbol de la vida perdido por el hombre cuando fue desterrado del paraíso. Aquí lo que Aronofsky plantea, de manera difícil de describir pero fácil de percibir, es el desesperado intento de Adán para evitar la muerte de Eva. Y lo hace con un monumental tríptico que traspasa tiempos y escenarios sembrando cada palabra, cada imagen, de intenciones y subrayados. Y es que The fountain es un filme extremo, alucinado, radical e incluso ridículo, pero sincero e inteligente.
Me alegro que el cine siga creciendo dentro de nuestros blogs de este mundo de sueños. Mucha suerte con tu proyecto, te deseo lo mejor. Espero que nuestra sana «competencia» nos haga mas fuertes y aportemos esa luz que nos brinda Diario de Noticias.
Un abrazo y suerte 🙂