En España hay un proceso que cada día es más fuerte de demanda inmediata de regeneración. En Catalunya tenemos un elemento colectivo de cohesión de tener una personalidad propia y desarrollarla. Los de Podemos y nosotros (el movimiento independentista catalán) somos dos respuestas distintas a un estado caótico de perversión de la democracia. La lucha del Poder contra la Ciudadanía. Lluis Llach, 07/11/14
Ya ha pasado el 9N que desde el pasado diciembre ha marcado en buena parte la actualidad política española y catalana. Y aunque algunos dan por finiquitado el proceso, más por un deseo que por una realidad, el souflé catalán no sólo no ha bajado sino que es ahora cuando va a alcanzar su mayor grado de madurez.
Los fríos datos nos pueden arrojar múltiples conclusiones, y el tiempo dará la razón a quienes argumentaron en uno u otro sentido. En mi opinión la movilización de ayer demostró una cosa principalmente, y es que en Catalunya hay una masa crítica para lograr la independencia. Conseguir movilizar a dos millones doscientos cincuenta mil personas en un “butifarrendum”, “elección inútil”, “acto de propaganda”, etc, y que de éstos cerca de dos millones apuesten por un Estado independiente es un hecho muy notable de movilización ciudadana que se une a los actos de protesta de Diadas anteriores.
El porcentaje de participación, un 35% sobre un censo de 6,2 millones de personas puede parecer muy poco, y es sin duda a lo que se agarrarán la parte españolista que prefiere seguir poniéndose una venda en este asunto. Diré un dato que si bien reconozco que está cogido con pinzas nos puede orientar sobre la magnitud de lo acontecido ayer en Catalunya. La mayoría absoluta de Mariano Rajoy con la que gobierna cómodamente España se asienta en un 31,57% de votos sobre el censo. Y eso en unas elecciones con la totalidad de garantías democráticas, con una campaña electoral, con debates políticos donde confrontar programas, con el doble de colegios abiertos, etc.
Otro argumento es el de que no tenía seguridad jurídica al no disponer de censo, funcionarios, etc. Resulta realmente cínico achacar ese defecto cuando se ha prohibido que la consulta tuviera esas garantías democráticas. Dicho todo esto cuando digo que hay una masa crítica favorable a la independencia me refiero a que cuando haya unas elecciones de verdad la opción para que Catalunya sea un Estado independiente tiene opciones reales de salir adelante.
Otro detalle, y no menor, es que 2.250.000 de catalanes y catalanas han ido a votar a pesar de estar prohibido, y a pesar de que ciertos partidos residuales en Catalunya, y en vías de desaparición en el resto del Estado, quisieron ayer tener su cuota de protagonismo al presentar una denuncia para detener incluso a los voluntarios que estaban en las mesas. A esas más de dos millones de personas tampoco les importó que doce jueces de parte dijeran que no tenían derecho a expresar su opinión. Esto es sin duda un salto cualitativo en la mentalidad de los catalanes y catalanas en el sentido de que para toda esa gente la soberanía reside en ellos mismos. Y cuando se da ese paso es irreversible, y para mí la foto que jalona este artículo es la que mejor representa ese cambio de mentalidad.
Si tuviera que elegir entre un ganador político ayer me decantaría sin duda por la ciudadanía catalana, que en un acto de civismo enseñó ayer el dedo corazón a quien con una ceguera política, digna heredera de quien por eso mismo perdió un imperio, se niega a dar una respuesta política a un problema político. Pero si tuviera que elegir a una figura política me quedaría con el president Artur Mas. Dado por muerto, y dimitido, en tantas ocasiones que ya no recuerdo el hábil político catalán consiguió ayer varias cosas:
Primero, que 2.250.000 de personas avalaran su nuevo 9N con el respaldo social que eso conlleva a lo que ha de venir. El resto de partidos van a ir a rebufo de la muy inteligente maniobra que desembocó ayer en la masiva votación-protesta.
Segundo, se ha asegurado una lista única soberanista en unas eventuales elecciones autonómicas en clave plebiscitaria con la declaración unilateral de independencia (DUI) como punto primordial de su programa. Ningún partido político, visto lo de ayer, que apueste por la independencia puede apartarse ya de este mandato ciudadano si no quiere desaparecer cuando el proceso haya terminado. No se va a perdonar que nadie use este proceso en clave partidista.
Tercero, se ha asegurado liderar esa lista única, a pesar de que ayer a Jordi Évole le dijera que no era una condición sine qua non para pactar dicha lista con ERC o las CUP.
Cuarto, como conclusión de las anteriores y de manera tangencial salva a su partido del sorpasso de ERC que las encuestas vaticinaban fruto del enorme desgaste que su acción de gobierno ha provocado, y que en un escenario normalizado a medio plazo podrá recuperar. Habrá sin duda gente que crea que este cuarto punto es el principal, y la razón de ser de todo este proceso. Pero pienso que para salvar a su partido, que recordemos tenía 62 escaños, y el respaldo del PP, no se hubiese metido en semejante berenjenal soberanista.
Por lo tanto la respuesta al título de este artículo, y basándome en las argumentaciones expuestas, es que tendremos muy en breve unas elecciones en clave plebiscitaria. En ellas habrá una lista única con el punto de la DUI como principal reclamo, y que ésta tendrá muchas posibilidades de conseguir la mayoría absoluta en el nuevo Parlament Catalán. Mi apuesta es que el Parlament proclamará la independencia, pero no tengo ni idea qué pasará a continuación. Mirando mi bolita de cristal (y en el cambio de mentalidad que se ha instalado ya en los catalanes y catalanas), yo diría que España va a pasar a tener 16 autonomías en un plazo relativamente corto de tiempo.
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