Hoy queremos hacer un comentario en dos partes; las dos están orientadas por el psicoanálisis, pero una será más teórica y nos servirá como base de la otra. Las dos son un comentario a la película alemana “La ola” de Dennis Gansel.
Repasemos el guión de la película: Un profesor de instituto debe de dar una asignatura que no le gusta durante una semana. El tema es “La autocracia” Unos cuantos alumnos se apuntan a su clase únicamente porque el otro profesor que da “El anarquismo” es aburrido.
El ambiente que reina en la clase es de desinterés y falta de orden…Casi nadie sabe definir que es autocracia, y cuando alguien lo define hay una idea general de que es algo del pasado, y no sólo en Alemania sino en nuestra sociedad accidental. El profesor hace una pregunta “¿Creéis que eso no podría volver a suceder en nuestros días?”
Cuando se marchan, el profesor se traza un plan, que en principio parece destinado a demostrarles lo contrario. Luego iremos viendo cómo él mismo va quedando enganchado en sus mismas redes.
Cuando al día siguiente llegan a clase encuentran las sillas en orden, les hace sentarse en los lugares que él ha programado para cada uno y les plantea un modo de funcionamiento consistente en llamarlo de Ud, levantar la mano para pedir la palabra, levantarse para hablar, terminar la frase con un “Señor” Una mezcla de divertido asombro hace que obedezcan.
La propuesta de ponerse un nombre como grupo es rápidamente aceptada y tras una votación se decide como nombre del grupo “La ola” Es decir, busca como despertar en ellos un efecto de pertenencia al grupo. Algunos se niegan a seguir las consignas y son echados de la clase, argumentando que la decisión es libre.
Rápidamente, ese sentimiento de pertenencia, se convierte en una mirada hostil hacia los otros. Les propone un cierto modo de marcar el paso y aunque primero se resisten, cuando les dice que debajo está la clase de anarquía y los invita a que les hagan sentir su fuerza, el edificio tiembla con la fuerza de sus golpes…
El siguiente paso es proponerles un tipo de uniforme, una simple camisa blanca. A partir de ahí todo se precipita…Un logotipo, un saludo…Una sensación de fuerza se va apoderando de ellos. Son “La ola” y eso los convierte en amigos, frente a los otros, los que no lo son.
Los chicos, que hasta entonces eran un mosaico de vestimentas, comportamientos, y actitudes, se van unificando. Una actitud desafiante ante el resto del mundo se va apoderando de ellos…llenan la ciudad de pegatinas y pintadas con el logotipo, se enfrentan a quienes no quieren continuar con ello…
En ese momento se van perfilando tres modos de reacción ante esa dinámica de unificación. Alguien que se niega a entrar, una chica que ha mostrado una personalidad fuerte, aunque la negativa le cuesta perder a su novio, que se encuentra muy cómodo en esa situación. Por el otro lado hay un chico, que muestra una personalidad dependiente e insegura. Para él, “La ola” se convierte en su vida, hasta el punto de comprarse una pistola para defender a cualquier miembro del grupo.
En el centro de los dos polos, el resto de los chicos, están completamente implicados. Llegando hasta ser capaces de atacar a otro grupo durante un partido de waterpolo. Incluso, al final de la película, atacan a su propio compañero que quiere dejarlo todo.
¿Y el profesor? La sensación de poderío le atrapa, acaba por gustarle, se apodera de él, y hace emerger “eso” que llamamos “siniestro”, y que aquí consiste en mostrar la envidia y la rabia hasta entonces inhibida, hacia su mujer y el resto del profesorado.
Tenemos una película que nos muestra como un Significante Amo, un S1 sin significación; “La ola”, tiene el efectos de alienar, a todo un grupo, a un significante sin sentido. Y como esa identificación tiene, como efecto un imperativo de obediencia ciega, que solo deja una respuesta posible: “Señor, si señor»
El final de la película se lo dejamos para que la vean, merece la pena.
EL CINISMO CONTEMPORANEO Y SUS EFECTOS
La tesis que planteamos es que la proliferación actual de las tribus urbanas, así como de todo movimiento de corte fascista, se asienta sobre un modo de sociedad cínica. Una sociedad en la que el discurso del nuevo amo, el Discurso del Amo moderno, toma la forma del cinismo, pero no del cinismo antiguo que prescindía de los oropeles, sino de un cinismo que hace de la palabra algo sin valor, algo vacío.
Esa falta que venimos nombrando como falta en ser, falta en el saber, falta en el gozar, acompaña al sujeto de todos los tiempos y de todas las culturas. Y todas las culturas de todos los tiempos, han tenido y tienen, su forma de intentar taponar esa falta. Durante siglos las religiones del Padre han protagonizado el intento de conseguirlo. Pero a ese modo, que Lacan llama el Discurso del Amo antiguo, algo se le escapa siempre.
Ese agujero, en el centro mismo del ser, que en el artículo anterior llamamos extimidad, no es un agujero vacío, está lleno de algo que nos desborda siempre y que retorna, muchas veces, bajo una forma siniestra.
El Discurso del Amo moderno tampoco puede evitar que el agujero siempre nos desborde aunque hoy lo hace de otra manera, y produce otros efectos. Esta película nos muestra con que facilidad la forma siniestra de la autocracia puede seducirnos hoy.
Nuestro conciudadano Juan Zapater resume su visión de esta manera: “Lo que esta Ola trae en su seno, no son sino experimentos sobre la seducción del grupo y la fuerza del colectivo, el irresistible atractivo de la disolución de la individualidad en el cuerpo común de la secta o el partido (…) Gansel hunde sus manos en el poder de seducción de las ideologías fascistas (…) El rostro amable del poder del grupo, día a día, gana a adeptos en la clase. Y bajo esa suave pero eficaz influencia, el profesor Rainer y sus seducidos alumnos avanzan gradualmente en esa espiral por la que el individuo se disuelve en la nada (…) Apunta a la fragilidad psicológica de una población susceptible de ser alienada por el confort del grupo y la fuerza de la disciplina -nosotros diríamos por un Significante Amo, un S1 carente de significación, es decir, reducido a la categoría de signo- Es un film que incita al debate y que mira frontalmente a un público joven desde la responsabilidad” En términos psicoanalíticos, estamos hablando del concepto de alienación lacaniano, que incluye la identificación.
Vamos a hacer un repaso sobre el cinismo contemporaneo para situarnos y para ello pediremos ayuda a Silvia Ons, y otros psicoanalistas, así como al sociólogo Bauman
En la sociedad actual la gente tiene una gran avidez por estrechar lazos- nos dicen- pero al mismo tiempo, desconfía de una relación duradera, que despierta la sospecha de una dependencia paralizante. Así el arte de romper relaciones y salir ileso de ellas, con pocas heridas profundas, supera el arte de componer relaciones. El otro deviene objeto consumible, desechable, y evaluado según la cantidad de placer que pueda ofrecer.
El Otro, que no existe, como nos enseñan Miller y Laurent, podemos vincularlo con la muerte de Dios anunciada por Nietche. El Otro ya no es el lugar desde donde una verdad puede emitirse. La incredulidad para con el valor de la palabra, corre paralela con la certitud de que la palabra no tiene contenido, ya que invocamos constantemente los valores de la justicia, el bien, la verdad, la unidad, pero nuestras actitudes y conductas no se orientan por ellos.
La sospecha de que existe un abismo infranqueable entre lo que se dice y lo que se hace gobierna nuestra mirada frente a los otros. La palabra se ha quedado vacía y eso da ocasión a que cualquier palabra pueda llenarse con el significado más absurdo. Es lo que sucede en la película, como vemos.
Asistimos a un momento en que los otros pueden transformarse súbitamente en enemigos, porque son potencialmente adversarios. Cualquier indicio basta para levantar sospechas, y generar la seguridad de que el mundo está habitado por intenciones malévolas. Se evapora así la confianza en uno mismo, en los otros y en la comunidad.
Pero el cinismo moderno, aunque no cree en las máscaras sociales, las utiliza a sus anchas con fines utilitarios. Se busca poder, dinero, fama, al contrario que Diógenes; el mejor representante del cinismo antiguo.
Esto genera la paranoia social. Lacan nos dice, que la paranoia está regida por lo que Freud llamaba “La incredulidad de origen” que corresponde a la negación de la fe y la creencia. Se deniega la creencia a un reproche interno, y se le atribuye al otro el displacer que el reproche hacia uno mismo produce. Este es el mecanismo de la proyección.
La proyección implica no fiarse del inconsciente, rechazar lo que emerge, rechazarlo, y al no creer al reproche, el yo se instala en la certeza. Así no hay creencia sino certeza. Certeza relativa a la malignidad de los otros. Cuanta menos creencia hay, mayor certeza se instala
Para que exista creencia es preciso que exista división subjetiva, es decir, que el yo admita que existe un orden que lo traspasa. Que admita un no saber sobre si mismo. Que admita no saber si se es tan inocente como uno se cree.
La incredulidad contemporánea es paralela al rechazo de la culpa. Así la incredulidad posmoderna puede darse la mano con el fundamentalismo más extremo
Silvia Ons, Allain Miller, Enric Laurent, son miembros destacados de la AMP