El cuerpo produce una excitación en principio inespecífica a la que Freud llama excitación endógena. El cuerpo, a través de los sentidos, recibe percepciones que lo excitan, y a esa, la llama excitación exógena.
En principio, la descarga de la una y de la otra, se intenta realizar a través de la motilidad, pero no es suficiente. Es necesario también un objeto al que hemos llamado Otro auxiliador, que proporcione comida y caricias, y que lo haga hablando, hablándole al bebé. Es todo ese conjunto de cosas lo que permite aminorar la excitación.
Tenemos, ya con esto, que para calmar la excitación es necesario el objeto comida que entra por la boca, el objeto voz que entra por el oído, el objeto mirada, que aparece enseguida y el objeto cuidados del cuerpo, centrados sobre todo en la zona anal y genital.
Esto va a producir, lo que Freud llama, la erotización de ciertas zonas del cuerpo, a las que llamará zonas erógenas (siendo más precisos, la mirada y la voz, las incluyó Lacan)
Este proceso de crianza permite pasar de una pulsión acéfala, desordenada, carne trémula, podríamos decir, permite pasar a una ordenación. Ahora, ya tenemos varias pulsiones localizadas en ciertas zonas del cuerpo. De una excitación desligada, que coloniza el cuerpo, pasamos a una excitación ligada, canalizada a través de zonas. Zonas de carga y descarga.
Además eso se hace a demanda del Otro: “come” “caga” “mira” “escucha” Es decir, es un proceso inmerso en el lenguaje. Imposible de llevarse a cabo sin lenguaje. El lenguaje absorbe o liga excitación.
Otro modo de decirlo es, que la pulsión pasa por el Otro auxiliador, el cual auxilia con el lenguaje. Lo llamaremos el Otro del lenguaje. Y así la pulsión se diversifica en: oral-anal- escópica- invocante.
Pero no toda la excitación pasa al lenguaje y se calmada con ello. Hace falta, también, el chupete o el dedo…, las heces, con el placer de retener o expulsar…, las nanas o la música…, las miradas…, y también el manoseo de la zona genital, del que enseguida se encarga el bebé mismo
Además, algo de esa inicial carne trémula queda siempre. Siempre queda algo desamarrado en el cuerpo. Todo esto si las cosas van de la buena manera. Que nunca van del todo. Si todo va de la buena manera, los caminos de aminorar la tensión o de satisfacer la pulsión son variados, diversos. Sustituibles unos por otros. Simultáneos a veces. Podríamos decir, que lo más conveniente para el sujeto es, que todos los caminos funcionen, convenientemente, para un menor sufrimiento. A todo esto es a lo que Freud llamaba lo sexual. Algo mucho más amplio que la genitalidad.
Represión y sublimación son dos modos de llamar a dos caminos de “descarga”. La represión -secundaria-, es un cierto modo de ligar la excitación al lenguaje. Un modo un tanto “atascador” podríamos decir. Se tiene que ayudar pues, con síntomas corporales metafóricos para descargar. Pero no todos los fenómenos de cuerpo son de esta índole.
La sublimación es otro modo de descarga, que tiene más que ver con el arte, con la creación, o con el deseo de saber. No todo lo socialmente aceptado es sublimación. Cuando un sujeto usa predominantemente un modo de descargar Freud lo llamaba fijación, Lacan lo nombra como modo de goce.
Este hecho, es siempre problemático, pues el placer de la descarga hace un viraje al displacer. Tenemos como ejemplo, la bulimia, como fijación de goce oral. La acumulación como fijación de goce anal, o la masturbación compulsiva.
Es decir, ya se trate de un bebé o un adulto, cuando hay displacer en el cuerpo podemos pensar, que alguna fijación de goce debe de haber en ese momento. Que la “plasticidad” apropiada para que funcionen las sustituciones está teniendo dificultades. Sin olvidar que la apropiada, apropiada no existe. Que cada sujeto está siempre buscando nuevas maneras y ensayando nuevos modos. Esa es una tarea para toda la vida.