ARTÍCULO PUBLICADO EN «LA VANGUARDIA», sábado 19 de julio 08

¿La exhibición del cuerpo es sexismo o liberación sexual?

¿Quieres venir a mi coche y lo probamos? Esta es la invitación sexual, sin rodeos ni malentendidos que le dirige un joven desconocido a otra joven también desconocida, nada más entrar a la discoteca. Sexo mudo sin preliminares muy en sintonía con el estilo de una época en la que ellos y ellas se apuran por dar la talla, en un afán de competir consigo mismos en hazañas contables, como si se tratase de operarios laboriosos. Tantas salidas, tantas pilladas. En esta tarea participan muchas de las propuestas de ocio estival que añaden fórmulas concurso cuya clave principal está en la exhibición del cuerpo. Se trata allí de dar a ver las marcas corporales (tatuajes, piercings) y sus formas eróticas (músculos, senos, culo) como tarjeta de presentación y mostrar, de paso, el capital que uno está dispuesto a invertir en la posterior competición sexual.

La idea es que ese cuerpo que exhiben es su principal activo para conseguir una relación sexual y que los preliminares, que incluyen los rituales de cortejo por la palabra, son prescindibles por improductivos. La novedad de esta fórmula es doble: por una parte suprime buena parte de los pretextos (baile, bebida, ligue) desvelando las intenciones de manera cruda, y por otra las chicas también participan activamente. Ellas no renuncian a elegir, por anticipado, a su partenaire.

Estas prácticas sexuales, que no todos comparten, no dejan de señalar las dificultades de una generación invitada a contabilizar y evaluar sus resultados con todo detalle, desde sus competencias profesionales, su polivalencia laboral y por supuesto sus habilidades sociales y sexuales. Del viejo lema «tu cuerpo es tuyo y haz lo que quieras» hemos llegado al imperativo «¡pon tu cuerpo a trabajar!». y por eso hace falta todo tipo de estímulos para mantener la productividad: camisetas mojadas, musculación, viagra y estimulantes sexuales, cirugía estética… ¿Sexismo o libertad sexual? Parece que mantener ese cuerpo en forma no es poca exigencia, sobre todo si la disciplina impuesta depende del espectáculo, la escena social en la que uno debe mostrarse. Cuando las luces se apagan y la música ya no suena, surge el tedio. ¿No será entonces la ocasión del amor como pasión que señala más bien lo que falta, la ausencia, y que requiere por tanto de las palabras para llenar el vacío? Habrá que esperar nuevos relatos de amor que den lugar a ese juego de malentendidos que siempre fue la relación sexual.

Son precisos nuevos relatos de amor que den lugar a ese juego de malentendidos que es la relación sexual

JOSE RAMÓN UBIETO Psicólogo clínico y psicoanalista, Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis

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