“EL APARATO PSÍQUICO”
Lección 3: LA ESCISIÓN DEL APARATO PSÍQUICO
Hoy vamos a estudiar cómo Freud explica la «escisión del aparato psíquico». Primero repasemos un poco: Llevamos dicho hasta ahora, que las percepciones primeras van a ser almacenadas en la memoria ordenadas en dos categorías: placenteras (buenas para mi); no-placenteras (malas para mi). Hemos visto también, cómo la primera vivencia de satisfacción queda fuera del registro significante; queda fuera de la palabra. Pero queda inscrita de otro modo, inscrita en forma de experiencia inefable e imposible de nombrar.
Esa experiencia inefable va a dejar en nuestro psiquismo una tendencia a repetir, una «compulsión a la repetición«. Buscamos repetir la experiencia de satisfacción, la buscamos como: la “Cosa” del mundo, y sólo nos encontramos con las cosas de este mundo. Freud define la repetición como fracasada e insuficiente. La satisfacción obtenida por la repetición no es equivalente a la satisfacción exigida. Siempre hay un déficit, y es ahí, donde Freud ve el factor que impulsa hacia adelante al ser humano. Este déficit es lo que nos impide satisfacernos con una situación estable, y también , lo que nos hace avanzar. Pero este impulso a avanzar tiene su otra cara. Es también una exigencia que va contra la adaptación; es la exigencia del retorno a una satisfacción primaria, y por tanto una exigencia de un goce excesivo.
Freud llamará a “eso” que buscamos «el objeto perdido«. Esta pérdida, como Uds. pueden ver, es una pérdida difícil de ser pensada. Debemos de ir rodeándola para ir captando lo que se juega en ella. Pues bien; está pérdida instaura un agujero, un agujero en el interior del psiquismo. El aparato psíquico se escinde en dos lugares, un lugar fuera del lenguaje, ( lo inasimilable para el juicio) al que Freud llama el “ello” reprimido, y otro lugar sujeto al lenguaje. Es una escisión entre el ser y el tener. El tener se queda del lado del cuerpo: Tenemos un cuerpo, no somos un cuerpo. El ser se queda como falta-en-ser. No tenemos acceso al ser.
Esta configuración, es lo que Freud llamará la «represión originaria«. No se trata de esa represión de la que escuchamos decir: “Estás reprimido, no te reprimas”. Esta represión de la que hablamos ahora es constitutiva y necesaria. Constitutiva porque constituye al «sujeto»como tal, como sujeto a una ley, a la ley de lo imposible. Y necesaria, porque en ese vacío creado, en esa falta, tiene que venir a colocarse el «deseo» Si deseamos es porque nos falta algo. Se introduce la dimensión de «lo simbólico» Lo simbólico regirá los intercambios sociales. Vamos a llamar «deseo»a lo que en nosotros tiene medida, y vamos a diferenciarlo de lo sin medida, de lo excesivo. A esto último lo vamos a llamar «goce»
Deseo y goce son los dos modos básicos de relación con los objetos. Sean éstos personas o cosas. Tomemos como ejemplo la comida y el amor. Podemos tomar la comida con moderación y gusto. En este último caso, elegimos, esperamos, paladeamos. Pero también podemos atiborrarnos, sin esperar y sin medida. En el amor, podemos tomar al objeto de amor con ilusión y entusiasmo, pero, no como la única cosa del mundo. También podemos vivirlo con obsesión, dependencia, exigencia. Se puede puede aplicar esto, al trabajo, al dinero, a la sexualidad, etc.
Paradójicamente el exceso, el goce, también puede tomar la forma del demasiado poco. El discurso actual promociona el goce del exceso, del mucho, pero de rebote, se cuelan fenómenos que están del lado del demasiado poco. Pongamos por ejemplo la bulimia: occidente es una sociedad bulímica, y eso genera de rebote la anorexia. Es el mismo fenómeno que vemos en la falta de deseo presente en muchos niños y mayores, sin ganas de jugar o de aprender; aburridos, atiborrados de juguetes, o, de objetos de consumo.