Esta película ilustra bien la tesis que venimos sosteniendo sobre la banalización del sufrimiento en las llamadas enfermedades mentales.
Vamos a comenzar por la figura del padre: Nos presentan un hombre absolutamente enloquecido, preso de rituales y supersticiones, y cuyo mundo se limita al futbol. Las relaciones que mantiene ya sea con su mujer, sus hijos o sus amigos en realidad no son relaciones con ellos, él está solo en su mundo y los otros son piezas que debe de colocar en lugares determinados para que su mundo no se desestabilice. En realidad es trágico lo que le pasa a ese hombre. Podemos deducir el monto de angustia que le ronda a una persona con este modo de vida. Podemos deducir que se trata de una psicosis que se estabiliza con esa sintomatología obsesivo-compulsiva. Pero aquí no pasa nada. Todo ese mundo loco es interpretado en clave de humor. ¡De sufrimiento nada¡
La madre, corre a llenar todos los vacíos con comida. Parece no tener criterio sobre nada de lo que allí sucede, su casa es un caos, pero para ella no pasa nada. Pero sobre todo es condescendiente con el goce del marido, con su locura; le consiente todo, con lo cual los hijos quedan desprotegidos ante la locura de ese padre y la de ella misma. Su locura consiste en ser una madre de la necesidad.
El protagonista diagnosticado de bipolar nos dibuja su vida anterior; medicado, engordado, emparanoiado. Se deja arrastrar por la furia ante la evidencia de que su mujer estaba con otro, y es arrrestado y encerrado en un psiquiátrico. Es decir, realiza un pasaje al acto que arrasa su psiquismo tras el cual tiene que recomponerse. Y ¿como se recompone? con un delirio bastante corriente: La relación sexual existe. Se organiza una versión delirante de qué es una Pareja, leer los mismos libros…
Se esboza ya la salida que el autor de la obra elegirá como final: hacer de dos Uno
El hecho de decidir no tomar medicamentos y también algunos pasajes que ridiculizan las terapias van en la misma línea que preside la película: la locura es libertad. Claro que entonces interviene la ley; el policía como encargado de que las cosas no se desborden demasiado, que haya un cierto funcionamiento.
La chica: Si la madre corre a llenar cualquier vacío con comida, ella corre a llenarlo con sexo. Sigue la misma línea, no plantearse para nada la cuestión de que toda locura produce sufrimiento.
Y finalmente hay una terapia que funciona; la danzoterapia dos bellos cuerpos moviéndose al compás producen una ilusión imaginaria de complementariedad que fascina a ambos. También fascina al espectador, creyente, al menos por un rato, del mito de las medias naranjas.
Como dice Lacan «La relación sexual no existe» solo existen relaciones sexuales que dejan en el sujeto siempre un vacío con el que convivir. Aquí eso queda ignorado por completo. Todos felices, y colorín colorado, este cuento se ha acabado