-Pero quizá las personas somos algo más que palabras encarnadas….. el olor, el sexo, la risa y el llanto, la mirada, la música, el calor ¿Podría hablarnos de ello? *
Las cuestiones que Ud plantea fueron objeciones que se le hicieron a Lacan en algunos momentos. Sobre todo, al Lacan de los Seminarios IV y V, al Lacan del significante. En estos momentos, gracias a J.M. Miller y algunos otros, tenemos una mejor panorámica de su enseñanza. También podemos estudiar el “para quien” hablaba en cada momento, y eso, nos permite contextualizar cómo muchas de sus tesis primeras, eran dirigidas a introducir, entre sus compañeros de la I.P.A., nuevos puntos de vista.
La tesis de la primacía del significante, pudo, durante algún tiempo, dar la impresión de que dejaba los afectos sin considerar. Pero pronto pasó a hablar del significado como de una cadena pulsional a la que el significante imponía su primacía, dicho de otro modo, a la que el significante regulaba. Durante un tiempo, consideró que era posible significantizar toda la pulsión en el curso de un análisis. En el transcurso de esos mismos análisis, y en su propia investigación, se le fue mostrando que hay un resto insignificantizable. A ese resto, lo nombró de diversos modos. Es lo que, al final, denominó el síntoma; “un síntoma pasado por la experiencia analítica”, pasado por la máquina significante que es un análisis. Sinthoma con el cada cual tiene que poder hacer algo.
Voy a tratar de responder a su pregunta:
El hecho de que el sujeto humano sea, al mismo tiempo, el estudioso y el objeto a estudiar, implica serias dificultades a la hora de objetivar el estudio de nuestro aparato psíquico. Tenemos que tener en cuenta, que cuando podemos pensar, es porque ya nuestro psiquismo está estructurado, es decir, que ya ha habido un ordenamiento de ese impulso vital del que debemos suponer que estaba al principio “en bruto”. Podríamos llamarlo “una energía o excitación que se descargaría en espasmos o en alaridos”
¿De qué disponemos como prueba para apoyar esta tesis? Tendríamos las psicosis infantiles muy graves, también, algunos cuadros infantiles de autismos y ciertos momentos de las psicosis mayores, ya muy deterioradas. También, los sujetos que han pasado por experiencias extremas de terror u otras sensaciones y a los que se les desestructuró el psiquismo, de tal modo, que solo pueden hacer movimientos y-o dar aullidos.
Freud llamó pulsión a esa energía vital, y nos explicó, que para poder dar un largo paseo por la vida, esa excitación tiene que poder convertirse en parcialidades. Y eso sólo puede hacerse pasando por un proceso. Proceso, que solo se puede llevar a cabo con el cincel de las palabras, palabras que provienen del Otro y que permiten, que vayamos distinguiendo y ordenando la pulsión en sensaciones.
¿Cómo se despliega en el tiempo- cuando no hay interferencias- ese proceso? Primero, concentrándose en ciertas zonas del cuerpo, luego, dirigiéndose a la imagen del yo, y más tarde, pudiendo dirigirse a los otros, a los que llamaremos objetos.
Si podemos distinguir entre olor, sexo, risa, llanto, mirada, música, calor, es porque son retoños de la pulsión. O dicho de otra manera, elaboraciones hechas con el material pulsional, “labrado” por las palabras.
Las palabras son como cinceles que hacen del organismo un cuerpo. Un cuerpo pulsional si, pero también un cuerpo capaz de sublimar y de convertir el alarido en música. Sin palabras no habría música.
Un cuerpo pulsional, pero que es capaz de mirar, de estudiar lo mirado, y de sujetar convenientemente la gana de agarrar lo visto. Y lo mismo lo olido, etc.
La pulsión, para llegar a ser sexual, ha tenido que sufrir diversas canalizaciones, primero en el propio cuerpo, para llegar a ser genital, al menos en parte. Después, para pasar a necesitar un partener con quien satisfacerse. Las canalizaciones y las reconversiones que se tienen que realizar son evidentes.
Nos viene bien, para entender esto, un verso que dice: “Gracias a la vida que me ha dado tanto, me he dado la risa y me ha dado el llanto. Con ellos distingo, dicha de quebranto los dos materiales que forman mi canto”
Es decir, que si placer y displacer pueden llegar a ser distinguidos es porque las sensaciones pueden ser catalogadas, y los catálogos solo son posibles con palabras. Podríamos decir, que somos carne pulsional labrada por las palabras, por el significante.
Tengamos también en cuenta, que no toda la pulsión es susceptible de ser “labrada” por el significante. Algo queda por fuera. Ese resto con el que convivimos y que empuja siempre, a veces, por caminos difíciles. Un “eso” con lo que trabaja en ocasiones el artista, pero que tampoco es ajeno al significante, pues si está en el “fuera”, es porque la palabra marcó un “dentro”. El “eso” de cada uno, que en un análisis permite. El «eso» de cada uno, que en un análisis podemos conseguir que no nos haga (trop de mal) demasiado daño
Vamos a decirlo en términos más técnicos. Ya Freud hacía ecuaciones en referencia a los objetos pulsionales, por ejplo: heces=dinero. Lacan, en el Seminario XI, habla de los objetos a como objetos pulsionales; pecho, heces, mirada, voz. Y en el Seminario XVII plantea, que objetos pulsionales son todos los objetos, más o menos elaborados, que el ser humano fabrica.
Engloba, todos ellos, en lo que llama el objeto a. Es decir, que si retomamos la noción de Discurso podríamos explicarlo así: A la pulsión en bruto, sin organizar, viene a organizarla. Se forma entonces una cadena… S1-S2. En ese proceso de organización se producen tres cosas: un sujeto barrado, sujeto al lenguaje, es decir, representado por un “Yo soy…” nuca completo, con una falta en ser. Se produce una pérdida del goce bruto –goce Otro- y también, una recuperación de goce “domesticado” al que representamos con la letra a
Retomemos el ejplo de “Soy gracioso”que usábamos en uno de nuestros artículos. Tendríamos: S1= Soy gracioso, puesto en relación con S2 (cuando, cómo, etc.) Lo que daría como resultado un Sujeto barrado “Soy gracioso, pero a veces no estoy para bromas” También, como resultado, se producirían unos efectos de goce, eso que llamamos el objeto a. Vamos a llamarlo su ser de goce.
En este sujeto podemos aventurar que su objeto a tiene que ver con la voz. Su dicha y su quebranto, su risa y su llanto, tendrán mucho que ver con el equilibrio que consiga para no “hacer gracia a toda costa”.
Cuando eso sucede el S1 y el objeto a se hacen equivalentes, borrando la falta en ser, pero convirtiendo a ese sujeto en un ser de goce, sujeto sacrificado al goce.
Espero haber esclarecido algo de lo que planteaba su pregunta
* Pregunta a T. M. 7 julio 2009