De entrada me gustaría poder expresar en cuatro trazos (gruesos o no, será lo que consideren los amabilísimos lectores) lo que estas «señaladas» fechas me inspiran. Después de años viviendo paganamente –pues ello es posible- los Sanfermines, es decir, dedicándome al noble arte de caer en brazos de Dionisos o de Baco, según preferencias aunque sea el mismo «ente», reconozco que ya no me llaman. La edad, supongo. En mi entorno, cada vez más emparejados se dedican a aprovechar tales fechas para viajar.
Yo no iba a ser menos pero, desde hace cinco años aproximadamente, ésta es la primera vez que me “debo” quedar unos días aquí. El viaje con la excusa de un curso por los vestigios romanos de Augusta Emérita (o Emérita Augusta, que igual da), de haber visto la obra “Calipso” en su augusto teatro con Paco Valladares y Las Virtudes; de conocer la perdidísima Cáceres (no hay derecho: la llamada Vía de la Plata por la otrora calzada romana, no hay manera de que tome forma de autovía y eso que el recorrido está plagado de carteles que dicen que “El Estado invierte aquí”. Repito, no hay derecho a que los extremeños vivan casi incomunicados sobretodo por el norte) y ver la Torre de Abderramán con su cúpula, donde las cigüeñas parecían beduinos tramando algo; después de tanto pasear por tierras realmente calurosas aunque fueran benignas con nosotros, me hallo aquí.
Conste que respeto enormemente lo más sobresaliente, a mi entender, de las fiestas de “esta gloriosa ciudad”: los encierros. Recuerdo cómo desde pequeño el nudo en el estómago era un suplicio antes de que comenzaran. Ver, como desde tierras lejanas el otro día, el contraste de jóvenes y no tanto preocupados por llevar un jersey para el fresco matutino, jugándose la vida limpiamente delante de un morlaco de media tonelada de peso, merece como mínimo un respeto. Y yo se lo tengo. Mucho. Muchísimo.
El resto de las fiestas se me quedan ya un poco fuera de onda. O yo, mejor dicho. El caso es que tampoco me puedo sustraer de decir al rey por un día, alias Sr. Eskubi, que da la razón al filósofo Gustavo Bueno cuando dice que el mayor enemigo de un ateo no es siempre un creyente, sino un agnóstico.
Hace falta ser estrellita para después de la sarta de tejemanejes de Barcina y demás a la hora de ver quién tiraba el dichoso cohete, salir con tamaña tontería. ¿Como agnóstico celebrará los Sanfermines? ¿O vivirá en un mar de dudas dejando pasar la vida, como tienden a hacer los agnósticos? Personalmente, como ateo, o no hubiera lanzado el txupinazo y dejado con toda la cortesía, educación y buenas maneras posibles a quien lo deseara tal «honor» exponiendo solemnemente mis motivos; o por educación, hubiera lanzado el grito dichoso que tantos problemas metafísicos le da (dudo que llegue a tanto). Seguramente uno optaría por la primera opción, pero sólo me pongo como ejemplo en mi condición de ateo. Por lo demás, nunca me veré en dicha situación porque nunca estoy físicamente, como he dicho, ese señalado día por estos pagos, y porque no pienso ser en la vida carne de poltrona. Por cierto, que Eskubi sigue invocando a un santo (uno de los muchísimos “entes intermedios” del cristianismo que diría David Hume) cuando exclama “¡Iruindarrak, gora sanferminak! ¡Vivan las fiestas de San Fermín!«, así que vuelve a dar la razón a Gustavo Bueno demostrando su ensalada mental.
Sea como fuere, los Sanfermines fueron celebrados por mí con más bien poco espíritu religioso: o sea, ninguno. Algo factible. ¿Por qué no? Se liga más, se bebe y se come mucho sin tener que dar muchas explicaciones (hasta los dietistas lo comprenden, tolerantes ellos) y encima si uno no se sobrepasa y es gracioso, hasta le pueden reír las tonterías…
Pero el hecho de que no sean ya unas fiestas para mí (me repelen muchas actitudes hipócritas en estas fechas y la suciedad en algunos lugares de la ciudad muy queridos por mí) no quiere decir nada: deseo que estén pasando unas fiestas agradables, divertidas y maratonianas. Y que las celebren con o sin espíritu religioso. Que para eso el poder de elección no es sino la libertad.
Un deseo: que Vds. lo pasen bien.