Que siga la bronca.

Atesoraba un sueño, agarrándome casi a él, en la sagrada y bendita siesta de ayer: venerable tradición, ayer merecida, otrora acompañada de sonido de gacelas, leones e hipopótamos apareándose, cuando por aquello de tocar botones en duermevela todo se transformó en griterío e insultos de otros animales salvajes bípedos en este caso.

Desperté sobresaltado. Lógico. Yo soñando con irme hoy lejos de aquí y en un momento aparecen cornúpetas, malos padres de familia, viciosos y demás adjetivos insultantes.

Y, sinceramente, una vez convertido de súbdito de Morfeo en espectador de la llamada “telebasura”, yo me pregunté: “¿Por qué demonios no ponen un cuadrilátero en el centro lleno de lodo y excrementos y que estos dos tipos se revuelquen y peguen ahí?”.

Es el problema de pensar con lógica, porque lógico hubiera sido hacer de tamaño espectáculo un final acorde. Y todo en horario infantil: algo que el conductor de dicho programa, me consta, otras veces no se cansa de repetir. Menuda estafa.

Y con la maldita manía de pensar, cometí de nuevo la tropelía de hacerlo pidiendo socorro de nuevo a Guy Debord, porque creo que a pesar de su dificultad dio en el clavo al hablarnos de la sociedad del espectáculo: así apunta cómo “los especialistas del poder espectacular (…) están absolutamente corrompidos por su experiencia del desprecio y del triunfo del desprecio, pues encuentran la confirmación de su desprecio en el conocimiento de ese hombre despreciable que es el espectador” (Guy Debord: “La sociedad del espectáculo”, 195. Nota: la cursiva es del autor)

Así que me convertí en hombre despreciable ayer por unos minutos verbigracia algún magnate que hace suya la susodicha “telebasura” como negocio redondo. Ahora bien, siempre crítico, reivindico con todo el énfasis que me da un mal despertar el terminar tales trifulcas como más arriba indico.

Mientras se lo piensan y dejando muy atrás el ramalazo despreciable yo me dedicaré a largos paseos, largas lecturas, largas sobremesas y a largas playas.

Salud.

Acerca de epicuro

Alumno de todo, maestro de nada...
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