28 años ya…

«El arte de la guerra es semejante al de la medicina: mortífero y conjetural«.
(Voltaire en Le Sottisier)

Hace ya 28 años: ayer cumplidos. Hace ya 28 años cuando un familiar me fue a buscar a la salida de un gimnasio en una larga avenida pamplonesa. Las actividades extraescolares (así llamadas ahora) se cortaron de raíz. La avenida era ya sólo una noche de febrero incipientemente fría y plagada de luces de farolas forcejeantes con la nieblilla para ser vistos sus contornos. Lo demás: vacío. No coches. No viandantes. Nada. Silencio sólo interrumpido ante mis intentos de indagar qué demonios era un «Golpe de Estado«: ¿cómo se podía arrear un golpe a algo tan poco palpable o, peor aún, arrear ese algo metafísico un mamporro a alguien?

Poco a poco se fue diluyendo la neblina que había penetrado hasta en mi cerebro mediante una nítida explicación: los militares querían tomar el poder por la fuerza. Grosso modo lo entendí, ya que el poder todavía es algo palpable sólo en quien lo detenta aunque hoy todavía se me antoja un concpeto un tanto metafísico, pues no pocas veces a ese sentido metafísico apelan dichos detentores.

Hace 28 años y yo, con diez primaveras en mi haber, notaba ya claramente la convulsión permanente que se vivía en todo el país y no digamos ya por estos lares. Dos factores ayudaron a ello: mi generación se crió mayormente en la calle con todo lo que ello acarreaba y mi peculiar gusto por la lectura de periódicos desde mi más tierna infancia.

Pero la cita de Voltaire todavía vale: no hubo nada mortífero, afortunadamente, y las conjeturas quedaron para después de la maldita «Intentona».

Hace ya 28 años…

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Sociedad para ciegos.

Leo a estas horas que en Koxka Comité y empresa no han llegado a un acuerdo : no sólo es Koxka. Multitud de empresas están teniendo gravísimos problemas.

No digamos ya de la construcción en donde los inmigrantes legales más trabajaban (el 80% de los inmigrantes «con papeles» están ya en el INEM), no digamos ya los eventuales despedidos en empresas de cuyos nombres no quiero acordarme, no digamos ya del «sector servicios» donde el despido se convierte -en desvergonzada transvaloración- en oprobio y vergüenza del despedido y su familia a pesar de los jaleos de ánimo de quien despide y de las naderías que espeta para ello.

No, aquí se habla más del AVE con reproches mutuos. Se habla mucho más del dichoso pabellón Arena Reino de Navarra y del Museo de los Sanfermines.

Aquí hace tiempo que lo que mola es hablar del bigotudo corrupto marbellí y su ruptura con la famosa folclórica: no tienten a la suerte conmigo, tal vez lo haya contado al revés. La prensa rosacea no va conmigo aunque todo lo invada.

Que sea Guy Debord quien me calle ante tan dramática situación:

«El origen del espectáculo es la pérdida de unidad del mundo, y la expansión gigantesca del espectáculo moderno expresa la totalidad de esa pérdida: la abstracción de todo trabajo particular y la abstracción generalizada de la producción global se encuentran perfectamente traducidas en el espectáculo, cuyo modo concreto de ser es precisamente la abstracción. En el espectáculo , una parte del mundo se representa ante el mundo, apareciendo como algo superior al mundo. El espectáculo es sólo el lenguaje común de esta separación«.

(Guy Debord, «La sociedad del espectáculo«: las cursivas son obra del autor. El subrayado: mío).

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Muerte del ídolo.

No soy revolucionario, ni socialista, ni nada parecido. Es algo que no va para nada conmigo. Políticamente creo en la individualidad. Todos los partidos políticos que conozco sobre la faz de la tierra parecen empeñarse en suprimir la individualidad. Necesitan colectivos que voten en bloque. Necesitan grupos. Lo que buscan es la homogeneidad de las masas (…). Odio todos los grupúsculos y cualquier tipo de asociación porque destruyen la personalidad y la individualidad. Quizá una habitación llena de gente con ideas muy distintas sea caótica, pero es un caos maravilloso, con altas dosis de diversión y muy didáctico”.

Quien así se describe en su autobiografía no podía ser tan idiota como aquél que veneráramos algunos en nuestra adolescencia: Sid Vicious.

Institucionalmente conocido como John Simon Ritchie, vuelve a estar en la prensa: una película-documental hablará sobre si tal vez no fuera él quien matara a su novia groupie y yonqui.

Da igual: los dos estaban ya muertos en vida. La dama blanca se había apoderado de la repelente Nancy Spungen antes que del propio Sid: ¿importa si Vicious estaba colocado con más de treinta barbitúricos y no pudo matar a su chica en el Hotel Chelsea de Nueva York y sí, tal vez, un camello que encima les robó?

Johnny Rotten (John Lydon) no era tan llamativo para chavales de 14 ó 15 años. Vicious sí. Como no existía ni Internet ni demasiadas revistas especializadas sobre el tema, muchos creyeron que había un ataque cornúpeta por medio para tamaño homicida final.

Rotten es inteligente: para él la heroína, como el dogma político o religioso, es necesariamente autodestructivo. Crea en vida muertos y asesinos.

¿Importa realmente si fue Vicious?

2 de febrero de 1979: hace treinta años, después de salir bajo fianza de la cárcel en la que se intentó suicidar y donde fue violado, John Ritchie, Sid Vicious, muere tras la cena que su mamá hippie le hizo a base de pasta a la boloñesa culminado con una dosis pura de heroína.

Rotten tiene inteligencia.

Vicious tenía pose: muerte. Nada.

Son tiempos lo suficientemente jodidos como para acabar ya con los falsos ídolos.

Imagen de arriba a la izquierda: el histriónicamente inteligente John Lydon (antaño Johnny Rotten) a día de hoy.

Imagen de la derecha: el maleable Sid Vicious, la pose, la estulticia, la muerte: nada.

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La vida del parado

NOTA: GRACIAS A DIARIO DE NOTICIAS ANTES DE NADA Y, POR FAVOR, ESTIMO MÁS IMPORTANTE LA PARTICIPACIÓN QUE LAS VISITAS, QUE TAMBIÉN SE AGRADECEN. CONTAD VUESTROS CASOS DESDE LA DISCRECIÓN, PARADOS Y EMPLEADOS NOS JUGAMOS MUCHO.
Los lunes al albur del tormentón: perdonen mi referencia cinematográfica con toda la mala intención de trastocar el verdadero título que debía serlo de este “post” un tanto amargo. Sinceramente, he preferido el título arriba referido para ver si se animan los siempre amables trabajadores de DIARIO DE NOTICIAS y tengan la deferencia de poner en la web de portada un enlace a este humilde blog. Creo que la situación así lo requiere y el tema va para largo, lamentablemente. Y lo digo por varias razones:

1. Porque ya está bien de obviar este goteo de trabajadores directamente al paro y que sufren no sólo por ellos y sus familias, sino porque no conocen más casos que el suyo en el sector servicios al menos, que es el último en que uno ha metido horas. Cuando durante 16 largos años trabajé en una fábrica, cada vez que se hablaba de regulaciones o despidos, al ser todo un bloque para bien o para mal, siempre nos consolábamos aunque fuera viendo la noticia en la prensa o intercambiando opiniones en caóticas e inútiles asambleas. Por ello, durante unos días, este blog se convierte en foro para que entre a contar sus problemas todo aquel que se halle en mi situación o peor. Ruego sigan las normas del Administrador de los Blogs de DIARIO DE NOTICIAS: nada de insultos ni pamemas.

2. Seguimos padeciendo a un gobierno (juro que no pienso en siglas sino en instituciones mal llevadas) que se ha entretenido más en calificar de “antipatriótica” a la oposición de turno antes de reconocer que la que se nos venía encima ya por febrero del año pasado era de órdago. Porque dicho gobierno se ha dedicado a jugar a la filología barata tamizando la grave crisis económica de la que somos damnificados, llamándola “pequeño bache económico” y, como reina de todos los abortos de acepción: “desaceleración económica”, amén de las últimas declaraciones como “estaremos mejor en marzo”, para luego retrasar tan iluminada previsión para diciembre del recién comenzado año.

3. En caso de quien suscribe, estando apuntado a ¡¡¡tres cursos!!! con bastante antelación y para seguir formándome –aunque lo recomienden los politicastros es pura coincidencia, ya tengo edad para saber qué debo hacer- resulta que en el primero de esos cursos me hallo muy fuera de la lista en que ¡se priorizan a los empleados sobre los desempleados! Claro, todos los cursos pasan a través de una “superestructura”, que diría Marx, a su vez hija de otra que no pienso nombrar y que se denomina a sí misma: sindicato.

4. Dicha superestructura lo es más si tenemos en cuenta los premios recién recibidos para que sus afiliados reciban un tranquilizante de vez en cuando y nadie se vaya de madre con una situación que sólo la estulticia humana lleva a no dar señales de alerta incluso en la calle.

Por éstas y otras razones que no quiero exponer para no eternizarme, creo conveniente hablar de mi caso hoy: primera hora de la mañana, se me despierta con el ingrato ruido telefónico. Una chica en verdad demasiado acelerada no se acuerda de decirme para qué empresa me llama ni logro sonsacar a qué actividad se dedica la misma. Lo único: la dirección. Y todo a pesar de que sutilmente le hago ver que distorsiona su voz con el micro porque habla muy rápido. Nada más. Cuelga. Silencio. Sin número en mi teléfono para devolver llamada y hacer ver, educadamente, que se ha olvidado de la mitad de las cosas, me desespero.

Media mañana: sigo viendo entre 80 y 100 ofertas de empleo en la región en que habito. Las candidaturas en que uno está inscrito siguen su lentísimo proceso…si lo hay. De los dos CV’s que envié físicamente la pasada semana, al menos, a fuer de ser insistente, uno ha hecho mella pero sin posibilidad de materializarse en un puesto todavía…

Es la vida del parado: en mi caso, del desempleado que lo es desde el enorme pico que va de finales de noviembre a principios de diciembre de 2008, engrosando casi el millón de nuevos en el INEM. ¿”Destrucción de empleo inexistente”?: bueno, otra falacia, uno no estaría aquí dándole a la tecla sobre tan enojoso y angustioso asunto si no hubiera visto destruir mi antaño empleo.

Mientras, sin poder estudiar una línea de la carrera que en tres cuartas partes largas llevo superada, pienso sinceramente en el jardín-huerto en que encontró refugio quien da título a este blog, antojándoseme un lugar más que sugerente: necesario.

Hemos de liberarnos de la cárcel de los intereses que nos rodean
y de la política

(“Exhortaciones de Epicuro”)

Imagen: El grandísimo Epicuro.

Texto a pie de imagen: «Busto de Epicuro, filósofo griego que fundó en Atenas la escuela del Jardín, abierta a la participación de las mujeres, hecho excepcional en la época clásica«.

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Y la orquesta tocando

Esto de escribir es un asco: la mayoría de las veces –según me dicen- se me nota cierto tufillo “ácido” cuando en este jardín escribo y ya no digamos en mis escritos publicados “en papel”. Juro que la mayoría de las veces quería parecer irónico.

Bien, como quiera que hoy me apetece lo indecible parecer “ácido”, cáustico o como les apetezca llamarlo, si notan cualquier ramalazo de ironía o es casualidad o es malicia del que lee o, quién sabe, defecto de quien escribe (esta última opción es la más probable).

Llegan las fechas que más añoro durante todo el año, la vida me va en ellas. Es más, mi vida gira en torno a ellas. Días en que ciudades grandes o pequeñas, en Barcelona como en Pamplona –por hablar en las cuáles he estado últimamente- las lucecitas a medio gas, verbigracia el ramalazo ecologista light, afean calles, avenidas y no digamos ya domicilios particulares. Es curioso observar cómo unas festividades tan espirituales se convierten en un festín de horterismo sin límites. Nunca he criticado estas fechas porque la gente tenga la deportiva afición de hacer salir humo de sus tarjetas de crédito por muy materialista que parezca: ello mueve la “pana” y crea empleo. No es malo.

Pero en otras andamos: ciudades afeadas hasta la vulgaridad más extrema con cargo al erario público (público no es un periódico ni un “ente”, queridos contribuyentes, es el dinero que nos afanan vilmente cada mes); guerras de papá noeles subiendo por ventanas a punto de darse pacíficas palizas con olentzeros vecinales mientras esperan la aparición de los reyes de Oriente para acabar en reyerta; belenes en los únicos sitios realmente bonitos de este pueblo como La Taconera; chusma que nunca te saluda y que, como imbuidos de tanto “espiritualismo”, por arte de magia te ríen, te abrazan y te quieren presentar a sus niñatos malcriados, pero siempre con la sonrisa manchada de hipocresía mal disimulada…

Es, queridos niños, tiernos infantes todos: la Navidad.

El “buenismo” ha llegado. Alguien debiera poner dicho concepto de nombre para algún guirlache: el empalague sería idéntico. Aquí todo el mundo es bueno, como en sanfermines, hasta que la fiesta se acaba: ahí vuelven la mala leche y los navajazos en el trabajo (el que tiene uno, claro).

Además, este año hay mucho que celebrar: o estamos despedidos o estamos con el miedo a ser carne de INEM, o tal vez y quién sabe, andamos pensando atracar a quien le haya tocado el dichoso Gordo de la Lotería que tanto tiempo ocupa, sospechosamente y en plena recesión económica, los telediarios.

Vds. no sé, respeto que quieran darse un chapuzón en el caldero del horterismo, del buenrollismo, de tanto “espiritualismo”: yo, no tengo nada que celebrar.

Mientras la orquesta tocaba sabiendo que su fin era morir congelados en las aguas que fagocitaban aquella mole llamada Titanic, los demás intentaban salvarse o raspar unos minutos de vida. Es -la de la orquesta- la estupidez que puede alcanzar de sobra el ser humano. Voltaire bien lo sabía al escribir al conde de Argental el 3 de octubre de 1752: “Ángeles míos, este mundo es un naufragio. ‘Sálvese quien pueda’, tal es la divisa de cada individuo”.

En tantas fábricas, oficinas, cuchitriles laborales y no digamos ya oficinas del paro y muy cerca de cualquiera de Vds., tampoco hay quien tiene nada que celebrar: ni maldita la jodida gracia que nos hace. Quien suscribe el primero.

Imagen: muy ilustrativa y que pulula por Internet.

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Rosa de Fuego

Siguen su curso, tétrica pero firmemente, los días del último año en la vida de quien suscribe y de su familia: ya soy uno más de tantos damnificados por la enorme crisis en la que nos vemos inmersos.

Mañana, no obstante, tengo la oportunidad de volver unos días tras muchos años a la otrora “Rosa de Fuego”, que tanto ha dado la espalda al Mediterráneo, últimamente…

Rememoro lo leído sobre los llamados “Acontecimientos” o “Sucesos de Mayo del 37” en el edificio de La Telefónica en plena Plaza de Cataluña (así llamada entonces). Y los rememoraré siempre: el horror de una guerra dentro de otra guerra. Las dos: guerras intestinas. La peor forma de guerra para los antiguos helenos.

Siempre me gusta recitar a mis amigos una genial frase de la Ilíada que ya apareció en este Jardín, que los últimamente gélidos tiempos mantienen tan mustio como a su dueño: “Sin familia, sin ley y sin hogar, existir debería todo aquel que desea la funesta lucha intestina”, sabias palabras de “el caballeroNéstor.

Homero sabía lo que no muchos entre el 36 y el 39 del pasado siglo en este país, y no digamos en Europa si concordamos en que las dos grandes guerras llamadas «Mundiales» comenzaron siendo guerras civiles europeas.

Mayo de 1937, tras varios incidentes no baladíes –incluyendo asesinatos a manos de estalinistas del PSUC y de nacionalistas de la ERC , de líderes anarquistas de la FAI-CNT y poumistas– los anarcosindicalistas de la CNT (¡un millón de afiliados en 1936!), con el apoyo de los comunistas no estalinianos del POUM, se hacen fuertes en el edificio de La Telefónica hartos ya.

Un magistral Orwell lo reproduce con pavor en su admirable y pedagógico “Homenaje a Cataluña”. Orwell tiene que dormir gravemente herido al raso varias noches entre los vestigios de lo que habían sido casas, antes de huir clandestinamente de su zona, puesto que sus propios camaradas -e incluso compatriotas- de las Brigadas Internacionales lo querían despellejar como a Andreu Nin, allá en Madrid. El hecho de haber luchado con el POUM sin ser militante, ya era de facto algo delictivo: traición.

Una guerra intestina como diría Homero, dentro de otra guerra intestina. Checas para antaño camaradas en Barcelona, en Valencia, en Madrid (¡pobre Edificio de Bellas Artes, mi querida y genial estructura con imponentes escaleras, que tuvo que presenciar los horrores de la tortura y el asesinato!).

Vuelvo a la “Rosa de Fuego”, pues, la antaño ciudad española moderna y modernista par excellence. Abierta de par en par al Mediterráneo por naturaleza geográfica, recibiendo todo su aroma de libertad. Tan abierta a nuevas ideas exógenas. Ahora, se me antoja cerrada en sí misma, envilecida. Tan diferente de la que conocí a finales de los ochenta.

Pero cualquier excusa es buena para salir un poco de esta ciudad tan ingrata para mí en los últimos tiempos.

Imagen: Los siniestros estalinistas -valga el pleonasmo- del PSUC,UGT y demás, en su sede en mayo de 1937, Barcelona.

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Como un papel

Una persona despierta verá en este escrito virtual un homenaje a una gran letra de los Radio Futura y, en concreto, al filósofo y compositor Santiago Auserón.

No entro a hablar de Auserón como personaje: lo dejo para quien le conozca.

Entro a hablar de los mejores Radio Futura: “El hombre de papel” destila inteligencia a borbotones.

Ese “juguete del viento”, que vuela al albur de la ráfaga más potente, intriga. Pero no es sino el humano que decide tirar por la borda su vida no viviéndola. Mirando tanto y tan arriba consiguiendo, como Tales de Mileto, meterse uno el gran bofetón de su vida contra el suelo: en el caso del jonio Tales, provocando las risas de una viejecilla más sabia en ese caso (¿o tal vez más pragmática?).

Mirar al cielo es bueno. Imaginar mundos mejores, seres mejores, es bueno. Vivir creyéndoselo: es nefasto. El fin es siempre, repito, siempre, el totalitarismo, el sectarismo, la intolerancia o, en el mejor de los casos, el psicoanalista: “Era un hombre de papel, era un juguete del viento, que en el cielo de la ilusión, halló su propio infierno”.

Dejarse llevar por la corriente mayoritaria de tu entorno, (sí, querido lector ,a ti van dedicadas estas humildes letras), no hace si no volverte un “hombre de papel” llevado por muy malos vientos. Otra cosa muy diferente es la prudencia que lleva a no tener que berrear a pleno grito lo que se piensa donde no conviene: no hace falta y además es de muy mal gusto. Sé tú mismo sin que se enteren salvo los que se lo merezcan (en realidad, a priori lo saben bien los no merecedores de tal detalle: te envidiarán siempre por la vendaval mayoría por la que se dejen llevar y de la cual formen parte). Compruébenlo: sean Vds. mismos hasta en sitios donde no vayan a ser precisamente con el que “todos/as quieran bailar”. Y séanlo con discreción: siempre aparecerá algún pequeñajo mental con sus prejuicios y envidias interfiriendo en sus vidas. La prudencia está reñida con estos bobos de papel. En realidad, bien pensado, es divertido.

Como divertido es no ser esclarvo de las Ideas (Marx hablaba pestes de la “ideología” como buen filósofo matearialista): toda idea a defender a favor de los vientos provoca ventosidades mentales…y lo peor de todo, nefastas acciones.

Y la palabra “compromiso” se convierte en tótem de quien así actúa: defendiendo la “Patria” omnipresente, por ejemplo.

Yo cambiaría mi traición, por compromiso, pero en el fondo del compromiso, hay una traición mayor”.

Y el compromiso-traición sigue en espiral de la “acción-reacciónad eternum: “Nunca termina la guerra, para los hijos del terror, voy guiado por otra voz, soy indígena de una tierra que nunca existió”.

Sean Vds. mismos no dejando que haya ningún iluminado (de cualquier pelaje), que aspire a censurarles los matices, las dudas, debatir, pensar…

Sólo en una dictatorial mente se es un daltónico por elección. Amigos o enemigos habitan la carcasa cerebral del robot que así piensa: un hombre de papel que no tiene coraje para pensar lo contrario de quien le rodea.

Una otoñal hoja que se mueve a voluntad de quien más lo desee…un hombre de papel, al fin.

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Sólo posible en U.K.

Un crisol de “culturas”: así es presentada las más de las veces la otrora capital de la “pérfida Albión”. Londres es, afortunadamente, mestizaje puro. Es decir: humanidad en pleno apogeo. Pues somos una mezcla todos sin excepción. Ahora bien, la palabra “cultura” así empleada (crisol de “culturas” cuando ninguna de ellas, por ejemplo, desecha el idioma inglés tan valioso para trabajar, vivir, sobrevivir e interactuar con los demás…) se me antoja decimonónico, impregnado de romanticismo que pariera tanto nacionalismo.

El viejo Epicuro siempre resonará:
¡Huye, afortunado, a velas desplegadas de toda forma de cultura!

Cuando se nos ensancha la boquita con la palabra mayúscula: “Cultura”, no hacemos si no seguir a la escuela romántica –teutona mayoritariamente- y crear un nuevo “ente”, algo metafísico a rabiar.

Y ello nos debiera hacer recapacitar: colere. ¿Inicio del concepto?: un verbo. O sea, cultivar. Aún hoy decimos de alguien que «es alguien muy cultivado”, como si tuviera la jeta sembrada de patatas.

¿Cómo una labor, una herramienta de subsistencia, acaba siendo endiosada substituyendo para muchos idealistas la idea: “Dios” por “Cultura”? Ellos sabrán.

Yo ni soy idealista (Epicuro tampoco) ni soy creyente: sea el “ente” de turno “Dios”, “Yavhé”, “Alá”, “la clase obrera”, “la raza”, «la nación» o “Wall Street”.

Así que déjenme recordar a mi apreciado François-Marie Arouet, alias Voltaire, creyente deísta, que vino a decir que “La tierra es un vasto teatro donde la misma tragedia se representa bajo nombres diferentes”.

Déjenme estar seguro (aquí mientras tomo un té en la mesa de mármol y forja en medio del epicúreo jardín) de que la excusa para dicha “tragedia bajo nombres diferentes” siempre nos ha aprisionado a los ateos y descreídos. Es cierto, se me puede refutar que también bajo regímenes repugnantes como el de la Unión Soviética, dimos riendas sueltas a nuestro fanatismo. Pero algunos renegamos de aquello: vimos claramente una «religión política». Nietzsche sabía de qué hablaba al igualar cristianismo y socialismo. Pero nosotros, hoy, sabemos conversar tranquilamente con un creyente que no sea un exaltado, desde el convencimiento de que nadie resultará “dañado” por lo que piense el otro: es un debate tan viejo como el humano.

Así que mientras Voltaire, deísta pero de inclinaciones católicas, defendía en juicios y resguardando en su propia casa de Ferney de una de las mayores masacres en la Francia pre-revolucionaria, a los protestantes que huían; Voltaire -decía- miraba con nítida admiración a Inglaterra.

Hasta un deísta la miraba con admiración en sus libertades. Yo, hoy, siempre, también. Aun cuando con petrodólares hayan aparecido en los últimos diez años sobre todo, enanos mentales que hacen aparecer a sus mujeres como sombras a las que obligan a caminar tres metros por detrás suya en nombre del “Altísimo”.

El darwinista Richard Dawkins quiere llevar a cabo una campaña publicitaria atea: ¿por qué no, en una ciudad como Londres, extremadamente tolerante, donde estos ojos que ya me fallan por llevar todo el día delante de ordenadores llegaron a ver un canal ex profeso para musulmanes donde a ninguna mujer se le veía mucho más que las pestañas?

Lean por favor la noticia: y aquéllos de Vds. que sean ateos, sabiéndonos los menos en este planeta, difúndanla.

Es una verdadera lástima estar en crisis, sobre todo domésticamente, y no poder participar en la campaña “atea” de Dawkins.

Sólo en el Reino Unido podía pasar.

Sólo en U.K.

Imagen: Un continente arrasado por guerras de religiones; disputas entre facciones repugnantes moralmente hablando y Voltaire viaja y mira a Inglaterra. Ya sólo ese detalle -después vinieron sus libros sobre el tema- merecía poner el busto del siglo XIX de tan insigne personaje en mi biblioteca. Quién me lo regaló es lo que no diré. Soy un caballero, griego de corazón y británico de razón. 😉

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Marco y el cine

Alguien tuvo la delicadeza -y yo el honor- de enviarme más de una dedicatoria desde su blog y también en este mismo Jardín, un poco tristón y lleno de maleza últimamente. Es Marco, claro, ¿quién si no?

El cine es Filosofía: la de guionistas, directores y actores, para empezar. No sólo tuvo que escribir sobre ello el filósofo francés Gilles Deleuze sesudos ensayos para descubrírnoslo, no. Todos sabemos que el buen cine, el bueno que tan poco abunda últimamente, es Vida. Es estudio de la Vida. ¿Acaso no es eso la Filosofía, antes de que se convirtiera en estigma y escusa para unos y otros en los ámbitos académicos?

Marco no sólo es alguien que tiene un blog sobre cine, éso sería un insulto. Marco es cine. Marco está tan alegremente «impregnado» de cine, que el voyeur que todos poseemos en una gran sala de cine, como bien decía Jim Morrison, sale a relucir sin necesidad de ir a una sala: nos brota en su blog.

Porque no sólo Marco ha conseguido descubrirme nuevas y fabulosas películas: ha sabido empaparme a mí y a cualquiera que por su blog pase, del mensaje que deja elegantemente entrever. ¿Nadie sabe qué hay detrás, por ejemplo, de «El hombre que mató a Liberty Valance«? Quien no lo sepa está perdido. O no ha leído a Marco: si el cine habla estéticamente a través de la poesía visual, Marco lo hace con la escrita.

Llevo dos pérdidas en mes y medio: la primera es la más presente, mi padre. La segunda, alguien que siempre me recordó a él en «La leyenda del indomable» animando con su nervio, su genio, su tesón y sus gritos de ánimo a sus compañeros de cautiverio a conseguir lo impensable: sorprender a sus captores.

Otra pérdida, pues: supongo que encuentro refugio en los clásicos para sobrellevar el querer regalar a cualquier indeseable el último año de mi vida, lleno también de sobresaltos de salud. Pero la voz de uno de los muchos dioses -¡tan humanos dioses!- que en la Ilíada y en la Odisea aparecen, es quien me da una consoladora respuesta que siempre nos ocultamos…como bien supo Freud.

La Ilíada es puro vértigo, trepidante, como cualquier buen Western: la Odisea es la obra de alguien más maduro, más hecho, más «a la vuelta de todo o casi…», Homero envejecía y ello se nota: la diosa Atenea«la de claras pupilas» , dice a Telémaco ( Τηλέμαχος), hijo de Odiseo (Ulises) las palabras que siguen:

«Ni aun los dioses podrían librar de la muerte, que a todos es común, al más caro varón, una vez se apodera de él la Parca funesta y le da una muerte tristísima«.

Dos muertes que como bien sabe Marco desde su ventana de platonismo puro, van muy unidas para mí. Una: cercanísima, tanto que quema. La otra: la de un mito que tanto mi familiar como yo admiramos y compartimos.

Me despido con la mirada del aguerrido luchador en Éxodo que tantos políticamente correctos de mierda siempre olvidan. Con la del pícaro de «El buscavidas» y de tantísimas obras y, sobre todo, con la mirada sonriente que veía venir una vida llena de mierda e inconvenientes.

Marco y el cine son uno.

La Filosofía y Marco son uno.

Es a lo que yo aspiro: pero no puedo reprimir el querer que la vida pueda parecerse más a una buena película con un buen final…

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Defensa de la individualidad

I’m not like everybody else: The Kinks. Los siempre irrespetuosos diablillos que tanto contrastaran con los buenos modales de los Beatles a finales de los 60.

Ellos no hablan de amor: hablan de follar por no tener dinero para salir. Quedar en su piso con su chica: unas cervezas, un tocadiscos, una cama y ella, el paraíso.

Siempre me ha gustado ese punto cockney que ellos destilaban como whisky barato. Pero el grito de libertad de estos otrora working class boys, siempre me ha parecido esa reivindicación: “yo no soy como los demás”. Yo no soy como nadie más. Nunca. Las personas, no los pueblos, son las diferentes. Es lo más cojonudo del humano. Una lástima que algunos no se den cuenta y vivan la vida como zombis. Tontos útiles a cualquiera menos a sí mismos. Vida de maniquí que otro da vida. Vida que sólo existe por una vez: nadie ha demostrado lo contrario. Vivir así tiene que ser peor que no vivir. Vivir dejándose llevar por el aire que más fuerza tenga.

Así, el individuo, no “mi pueblo” –al cual pertenezco por algo así como por mandato divino- sino “yo mismo”: mi mismidad , por así decir, es lo verdaderamente importante. O como dice la buena de Hannah Arendt en “La promesa de la política”, el “dos-en-uno” es lo verdaderamente importante. Somos un “dos-en-uno” dice graciosa y acertadamente Arendt, puesto que siempre hablamos con nosotros mismos, nuestro pensamiento es puro diálogo con uno mismo. Las religiones llaman a eso: “conciencia”.

Llámenlo como quieran: es cierto. De ahí la complejidad a la hora de analizar los grandes asuntos humanos. Somos tan complejos como para, en el caso de que Vds. hayan pasado una noche “toledana” dando vueltas en la cama sin parar de pensar en esto y lo otro, reconozcan que hablaban consigo mismos. Los peripatéticos alumnos de El Estagirita que filosofaban por pasillos caminando (de ahí el nombre), no eran muy diferentes de nosotros en una mala noche o en momentos en que una tragedia personal le plantea a uno, en la intimísima soleda que le acompañará a uno hasta morir, el tener o no el coraje de enfrentarse a uno mismo. El valor de enfrentarse a la pura realidad. Si todos somos un «dos-en-uno», convivir con los demás conlleva grandes dosis de tolerancia. Es algo tan necesario como el agua: lógico.

Mas nadie – es imposible – es igual a mí, a mi “dos-en-uno”. Otra cosa es el hecho biológico, hilazón de todos los seres humanos, algo que no sólo los descubrimientos de la espiral de ADN se ha encargado de demostrar científicamente. Otra cosa es que muchos creamos en la igualdad de derechos independientemente de cómo nos haya tocado en suertes la tómbola genética: ¿hombre o mujer?. Así, me emocioné el otro día al ver a unos pocos valientes (guapos y guapas) atreverse a celebrar, con grandes dosis de humor, el día de la Bisexualidad, en mi cada vez más querida Madrid, como una opción sexual … y punto. ¿Para qué poner calificativos redundantes como “respetable” si ya lo es? Y más me emocionó si aprovecharon la efeméride homenajeando al Freud más acertado.

Ser uno mismo: hacer caso omiso a los idiotas que tientan la suerte de invadir nuestra “mismidad”, debe ser el ejercicio más sano. La “higiene mental” que tanto preconizara Bertrand Russell en “The Conquest of Happinness” (“La conquista de la felicidad”) debe ser bandera de quienes así pensamos. Lean el libro: barato y fácil de encontrar. ¿Alguien da más?

Pero donde digo bisexualidad, digo rastafaria, tatuado, alguien con ganas de demostrar lo mal que escribe en público (ahí estamos) o a quien le guste beber o fumar sin molestar a nadie.

Únicamente mi libertad, mi individualidad, se ve limitada donde comienza la del de al lado.

I’m not like everybody else: al final cuando su letra entona un “No voy a contentarme con lo que me dejen los demás y fingir…” y acabar el estribillo con un desafiante “…porque una vez que empiezo llego hasta el final”, no hace sino resumir la frase de Platón y de la que Arendt se hace eco (también El Estagirita lo hizo en parte): “Es mejor estar en descuerdo con el mundo entero que, siendo uno solo, estar en desacuerdo conmigo mismo” (Gorgias, 482 c.).

¿Hay mayor defensa del individuo en la historia de la Humanidad que reclamar su derecho a marcharse de donde no se esté a gusto, del derecho a la libertad a disentir de los demás por muy mayoría que sean y siempre que no se joda a nadie?: “yo no soy como los demás, yo no soy como los demás…”. Fin de la canción: defensa del sanísimo individualismo.

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