Levanten armas.

«No debemos menoscabar lo que ahora tenemos con el deseo de lo que nos falta sino que es preciso tener en cuenta que también lo que ahora tenemos formaba parte de lo que deseábamos» (Epicuro).

Y es que así veo el tema del año: alto el fuego permanente. Lo más odioso del ser humano puede ser su insaciable maximalismo (perdóneseme el pleonasmo).

Rajoy y ZP se reúnen desde el maximalismo: no nos engañemos pues. Lo de ayer no fue sino mal teatro en que cada «intérprete» jugó su papel frente a la «col mediática», que decía el Dalí visto por Els Joglars.

Maximalista está la plana mayor -nunca mejor dicho- de Batasuna. Maximalista la postura de un PNV en pleno ataque de cuernos infantiloide.

A la buena noticia de «alto el fuego», se sumió en mí rápidamente el escepticismo que todo lo envuelve. Recuerden: 1998-1999, nunca ETA dio tanta razón a su odiado P.P. Lo malo fue que algunos nos creímos tal falsedad: falsa «tregua». Tal vez porque algunos no habíamos despertado «del sueño dogmático» que el pesadito de Kant decía después de leer a David Hume: ése bendito escocés.

Siento tener que exponer mi primer artículo hablando de un tema tan espinoso como incómodo. Pero desde mi jardín -tranquilo y entrado en primavera- así lo veo. Así lo percibo. ¿Esperanza?: no se pierde. ¿Escepticismo?: todo.

La política que en este ámbito se mueve, siempre, repito, siempre ha tenido un sucio papel. Da igual qué gobierno y qué partido. Hablar, escribir de política no significa que uno apruebe la política de este país. Quede claro que quien suscribe -este vuestro humilde servidor- no puede evitar una media sonrisa escéptica (que no he encontrado en los Emoticons) cada vez que ve a un político hablar con convicción («Cuando un hombre tiene convicciones, deja de pensar» Nietzsche dixit).

Pero es primavera y el otro día desde una ventana de un populoso barrio de la capital del Viejo Reyno, vi a una guapa morena recoger una flor de un árbol como los de mi jardín: fue la imagen casi perfecta de la primavera. Hasta me hizo reconciliarme por un breve instante con el maldito polen.

Quien sabe, tal vez también la primavera sea época de buenas noticias…

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