Mañana cumplimos años: tanto el blog como servidor (todo empezó, ahí tienen el enlace, con un «post» sobre una tregua y otro «post» como un sincero homenaje al Rock y a la noche).
Mañana es mañana: no es todavía. Vivimos en gerundio perpetuo: viviendo. El presente es ahora, mientras termino de escribir esta frase, siendo el principio de la misma ya lo que llamamos: pasado. Así de rápido y subjetivo es el tiempo (“Tempus fugit”).
Pero más allá de ciertas consideraciones, uno se acuerda de nuestros mayores por aquella sabia frase: “te das cuenta de que el tiempo pasa conforme van quedándose en el camino amigos y conocidos”. Bien, presupongo que me queda vida y no sé si conoceré eso que han conocido nuestros mayores como “jubilación”, pero está claro que, en lo que llaman “mediana edad”, uno ya ha vivido lo suficiente como para haber viajado, no viajado, amado, desenamorado, trabajado, desempleado, subido, bajado, hecho, deshecho, construido, destruido, ido, venido, tener mil amigos, tener pocos y buenos, conocer debilidades ajenas, aprender a no juzgarlas, desconocerse un poco a sí mismo y compadecerse, dejar de hacerlo conociéndose y queriéndose.. de todo…
Decía Baltasar Gracián que dos cosas acaban rápidamente con la vida: la necedad o el vicio. Nunca unas palabras fueron tan actuales. En todas las vidas que fueron y serán, me temo. En esas vidas donde todas y todos cumplimos años (hoy, mañana, en general: “mejor cumplir años que dejar de hacerlo”; certera de nuevo la sabiduría de nuestros mayores).
Y me obsesionan las frases de Gracián:
“Quien vive deprisa en el vicio, pronto termina de dos maneras: acaba con la vida y con la honra. Quien vive deprisa en la virtud, nunca muere. La entereza del ánimo se transmite al cuerpo: la vida buena es larga no sólo por su intensidad, sino también por su extensión”.
No creo que haga falta mayor explicación: vivir deprisa (yo lo hice) conlleva riesgos. Elevadísimos riesgos. No son pocos los que conocí, en pasado, que así vivieron.
“Vive deprisa y tendrás un bonito cadáver” fue el lema de un par de generaciones. Aquello fue devastador, respetable, fulminante.
Vivir deprisa en la virtud, que en Gracián se traduce en el vivir indagando, estudiando, observando; se me antoja muchísimo más difícil y atractivo que vivir deprisa en el vicio. En esta forma “viciosa” y acelerada de vida el momento no se disfruta. En la otra manera reivindicada es vivir deprisa por el rápido fluir, placentero, de ir de descubrimiento en descubrimiento. La fascinación, como las preguntas de un niño que reivindicara Descartes como el inicio de la Filosofía, forma parte nuclear de ese “vivir deprisa en la virtud”.
Y luego está el carácter de cada cual, por supuesto. Si los estoicos decían que el carácter de un hombre es su destino por saber cómo amoldarse a los cambiantes avatares de esta azarosa vida, más a tener en cuenta todavía estaría el protagonista de “Todo fluye”, novela de Vasili Grossman. Iván Grigórievich. Es pertinente rememorar aquí cómo reflexiona Grossman sobre su atormentado protagonista “Así, no se trataba de una cuestión de circunstancias externas. El destino desafortunado y amargo de Iván dependía de sí mismo”.
Esa sabiduría, ese saberse dueño del destino de uno sin depender tanto de circunstancias graves, exógenas, hace que se consiga ese equilibrio que tanto busca la Ética: el arte del buen vivir. (El arte de la Prudencia es el título del libro que tanto admiro de Gracián).
La virtud es vivir deprisa, claro, pero con la vista puesta en la Realidad, tozuda y sagrada hasta para un ateo. Esa Realidad que acaba con cualquier dogma, con cualquier credo. Y saber que todo, a fin de cuentas, todo, depende de uno.
Y en eso reflexionaba mientras hoy caminaba y caminaba por mi jardín este aspirante a “juntaletras”.
Sean felicitados todos aquellos que hoy, mañana, ¡cuando sea!, tengan a bien pasarse por estos pagos.
Y vivan en un profundo Carpe Diem; pero no derrochando vida…no derrochando tiempo (escribo aplicándomelo, créanme) y viviendo con la intensidad requerida para fascinarse por todo. Pequeñas cosas sobre y ante todo. Y recuerden que el miedo paraliza: nos hace anticipar cosas que no han ocurrido. Así que viendo si hay agua previamente nada más: zambúllanse en la piscina vital sin ningún miedo. De todo se sale. Salvo de una cosa: el final mismo. Lo que queda hasta ese momento es presente continuo: vida.
Así, quitándome el pesado abrigo de la nostalgia de encima: vivo ahora mismo brindando sinceramente por todos Vds.
¡Salud!
Foto superior: Baltasar Gracián.
Foto inferior: Vasili Grossman.
Felicidades permanentes
Muchísimas gracias amigo Javier. Un fuerte abrazo.