Un pretexto valió para el tirano que nunca tuvo tantas facilidades gracias a la política de “appeasement”. Eternas negociaciones con quien no quería negociar. Las eternas conversaciones para quien sólo pensaba en ellas como en un teatrillo. Para quien únicamente quería salir en la foto haciendo pose. Debiera hacernos cavilar en los tiempos que corren. El humano siempre en conflicto con el humano, rompe a hablar con quien realmente no quiere. Sólo nuestra innata tendencia a la idealización nos lleva a ver lo que no es. Las dictaduras de todos los pelajes, siguen hoy haciendo burla. Y hay quien se tapa los ojos, los oídos, todo menos la boquita. El querer hablar con quien hace mofa de ello: la condición humana. La estupidez humana.
1 de septiembre de 1939: un pretexto. En aquel abismal caso: unos soldados polacos atacan una estación alemana. Y la “Gran Alemania” (Germania) pensada ya por los idealistas y románticos decimonónicos, iba a hacerse realidad. Pero la realidad nunca es de quien la idealiza y los “soldados polacos” no eran sino prisioneros alemanes de los campos de concentración disfrazados con uniformes polacos, cuyos cadáveres fueron abandonados en la estación de radio “atacada”.
Los idealistas tienen flaca memoria, ya nadie recordaba el pacto germano-soviético: reparto de Polonia. De ahí, de un acuerdo entre dictaduras enormemente parecidas, al abismo de la II Guerra Mundial.
No es un día grato para quienes únicamente hacemos bandera del pensamiento anti-totalitario. Pero agitamos igualmente dicho estandarte, acusando de dictadores donde otros ojos cándidos ven risueños caribeños cargados de petróleo, donde chilabas y petrodólares conviven “en paz” o fanáticos con ganas de reunirse con las “uríes” son respetados por “su cultura”.
1 de septiembre de 1939, 70 años ya. Y algunos jugando a hablar con cerebros repletos de cemento armado. Muy armado.