La muerte de un Kennedy

Teddy Kennedy ha muerto y todos debemos llorar. Tanto quienes conocieron la era dorada del clan fundado por Joseph, un mafioso defensor del “apaisement” con Hitler, como quienes no habíamos nacido todavía (yo lo hice el año, si como Chesterton dice en su autobiografía, creo lo que me dijeron aunque no tenga una prueba fehaciente y empírica, el mismo año en que murió Jim Morrison).

Ha muerto un Kennedy, lloremos. Ha muerto el último “mito” y yo, que ya nací iconoclasta, me río.

Tantos años con la película de Oliver Stone a cuestas –con decenas de fallos, por cierto-, con artículos, con libros leídos como “JFK, el último testigo” de William Reymond o “Conspiración” de David Talbot y con webs, para que uno acabe sospechando no ya de las conspiraciones – la política es pura conspiración que cuando no encuentra lo que persigue, recurre a lo que sustituye: la guerra, encubierta o no- sino de los hagiógrafos de pacotilla que en vez de centrarse en el tema, nos hablan de personajes irreales.

JFK no era ese santo varón que siempre venden, era un puterillo de tres al cuarto. Inteligente, sí. Humano, aunque no lo digan. Pero disoluto: ¿cómo en “Trece días”, película basada, por cierto, en el libro de su hermanísimo Bobby Kennedy también asesinado, aparece como un amante de la familia ante un posible “holocausto nuclear”?

A JFK le preparó los discursos la CIA, sí, la mayor sospechosa de su muerte. ¿También pudo ser el servicio secreto cubano, el G-2? Y digo yo ¿qué demonios importa? ¡Ese era el ajedrez político de los 60!: sucio, como siempre.

Bobby Kennedy que compartiera amante con su hermano John, una tal Marilyn Monroe, no dijo nada cuando ésta se suicidara después de que él le diera unas calabazas de órdago. Manipulada por los dos hermanos, la muchacha creó otro mito: los hombres no la comprendían. También hay teorías de conspiraciones a su alrededor.

Queda claro pues, que los dos asesinados supuestamente defendían valores progresistas –incluyendo valores familiares que aquí algunos dirían “conservadores”- teniendo a dos esposas que podían hacer una lucha de ciervos en plena berrea.

Pero muerto el primero del clan, quedaba el segundo. Bobby dejó un rastro de tramas ocultas como el de su asesino (compañero hoy de celda del “simpático” Charles Manson). Su asesino, Sirhan, podía haber sido objeto de una “manipulación mental” por parte de la CIA a través del proyecto MK Ultra.

La recaraba. Oigan, ¿es que nadie sabe/sabía que los servicios secretos son el papel higiénico que todos los políticos utilizan, incluyendo asesinatos de contrarios? ¿Ahora se va a caer alguien de ese guindo?

Pero es mucho más facilito decir que JFK y Bobby Kennedy eran buenísimos (al lado de Nixon tampoco es de extrañar que haya tanto incauto). Pero la gran paradoja de la relación entre el político y los supuestos “hacedores” de tramas que acaban con él, se ve claramente en JFK como dije: la CIA le aúpa al poder para después ser puesta en ridículo por el ¿pacifista? que intentara asesinar más veces que ningún otro presidente estadounidense a otro impresentable: Fidel Castro. La chapuza de la Bahía de Cochinos picó, y mucho, a la CIA.

Pero ya sólo quedaba el “mito Ted”.

Hoy un periódico habla sólo de un “accidente” en que murió la que fuera secretaria de su hermano Bobby, que murió un año antes. Dicho accidente “le persiguió toda su vida política”. Nada más. Una muerte más ¿qué demonios importa?

El mismo periódico, mediados los noventa, hablaba de cómo un detective que investigó el caso, siempre sostuvo el “asesinato” de un Ted cargadito de whisky, tirando el coche al lago Chappaquiddick tras algún tipo de discusión con Mary Jo Kopechne, la chica que falleció en tan extrañas circunstancias. Ella pagó, cual sacrificio maya, el precio de la rabia de otro niño mimado de la vida pública estadounidense.

Al menos como homicida involuntario, más que todo porque no había dios que ocultara el hecho de salir pitando mientras el coche caía al lago, el susodicho llegó veladamente a reconocerse como tal. Una ducha, afeitarse y presentarse en una comisaría diciendo “yo conducía el coche con esa señorita” horas después, fue todo lo que hizo.

Pero manchas de sangre en la espalda, heridas no producidas por el coche, así como testimonios de un Teddy borracho –sus dos famosos hermanos ya asesinados hacían bromas en periódicos y revistas serias al respecto- nervioso, cabreado y con ganas de bronca, fue visto antes del suceso, precedido de una fiesta en la isla de dicho lago, donde se bebía de todo menos agua.

Y dejando atrás tanta hipótesis, quedaba objetivamente Ted Kennedy como seguidor del clan (del lobby, habría que hablar) que acaba siendo engullido por conspiraciones con un “efecto boomerang” de lo más perfecto.

Nunca consiguió llegar a donde se propuso. Nunca pasó de senador. Nunca quiso hablar del tema: un año de libertad condicional es el precio de alguien con poder ante tales más que sospechosos hechos.

Y me queda la certeza más arriba indicada, de que cuando un político muere, también tiene que ser recordado por sus miserias. Siempre éstas peores que las de muchos de nosotros, pobres contribuyentes. Y la certeza de que a ellos, que juegan en ligas mayores, también les llega lo que a todos: el final.

Acerca de epicuro

Alumno de todo, maestro de nada...
Esta entrada fue publicada en Sin categoría. Guarda el enlace permanente.

4 respuestas a La muerte de un Kennedy

  1. Claro que sí Iñaki. A ellos también les llega el final. Y es curioso cómo aquel empuje de la década de los 60 hoy está apunto de desaparecer o huele ya a ancianidad. «El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos. El amor no lo reflejo como ayer» cantaba otro cubano Milanés.

  2. Epicuro dijo:

    Pues sí, amigo Javier, tal vez el «empuje» de aquellos años 60, de tanto mirar al firmamento y a tan altas expectativas, algunos olvidaron, como Tales de Mileto, de mirar al suelo con terribles resultados.

  3. Maika dijo:

    Iñaki algunos se creen que por pertenecer a un estatus social alto o a una saga familiar de alta alcurnia tienen en sus manos el derecho de poder hacer lo que ellos quieran, pero no son dioses….se olvidan que son humanos.
    La muerte no hace distinciones entre ricos y pobres, todos somos iguales en ese momento…Y como tu dices Iñaki se debe recordar a esa persona por lo que ha sembrado en su vida, tanto lo bueno como lo malo.

    Un abrazo amigo.
    -.Maika.-

  4. Epicuro dijo:

    ¡¡¡Y cuánta razón tienes Maika!!! De hecho quien te escribe -probablemente sospechando la cantidad de noticias lacrimógenas y mitifacadoras que se avecinaban cuando escribí el otro día- se mostró excesivo en las formas.

    Quiero decir que recalco lo que comentas en cuanto a que habrá que recordar al interfecto también por las cosas buenas. Y ahí es donde me muestro escribiendo un tanto excesivo, pero es la esencia de este jardín tan exuberante: ello crea debate y comentarios tan interesantes como el tuyo.

    Dicho lo cual, efectivamente, cuando la parca llega todos somos igualitos. Y, repito, también el senador Kennedy hizo y promulgó cosas buenas. Pero de ahí a hacer una hageografía de alguien que, como poco, fue alguien un tanto desgraciado y miserable…no seré yo, desde luego.

    Un saludo amiga Maika, espero que todo te vaya muy bien. Cuéntame cuando quieras.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *