¿Quién soy yo?

Y la pregunta no deja de repetirse a lo largo de la historia de la humanidad. De ese bicho tan complejo como cruel que es el humano. Ni, por supuesto, en la vida de quien suscribe. ¿Qué carajo es la vida?: una generación, diría en parte Ortega. Nada más. Pero la constancia de ver cómo una generación que precede a la mía va desapareciendo, mina la moral de cualquiera. La mía al menos.

¿Quieren un bonito dogma para vivir mejor consigo mismos?: lo respeto siempre que no ensucien terreno ajeno. Mi jardín tiene muros, me da igual si les parece bien.Ya me entienden. Lean, piensen. “El hombre rebelde” de un irreductible Albert Camus, sea tal vez una buena y grata compañía este verano.

¿Yo: qué es eso?: me preguntaba hace poco un familiar que se examinaba de la disciplina maldita por excelencia. La Filosofía, of course. Y lo mejor es que a un pesimista racional como yo, su actitud hizo ilusionarme cual niñato de 18 primaveras. Sería cosa de las dos generaciones que nos separan, digo yo y siguiendo a Ortega. Pero nada más grato que ver la ilusión en alguien que ve la ilusión de uno a través de la transmisión –humilde en mi caso- de conocimientos.

¿Quién soy yo?: alguien que no miente. Sigo escuchando mientras escribo para Vds. a The Kinks su fabulosa canción “I’m not like everybody else” que recientemente apareciera en un capítulo de los Soprano.

Quiero un funeral como el del musical Tommy de The Who: con “mano lenta” tocando aunque sea en diferido y en vez de la pelma de Marilyn, una Angelina Jolie que acabará destrozada como todo icono. Las pastillas y el whisky – nuevo cuerpo y sangre del Señor- estarán asegurados para todo el mundo.

No soy igual a nadie. Soy, pues, el anti-dogma. Soy yo. Nada más. Todos estamos unidos por un hilo biológico como demostrara el grato descubrimiento de la cadena de ADN. Pesadilla de racistas que nunca leyeron a antropólogos como Marvin Harris. Pobres.

Pero nada más, después de la biología: nada más. En mi mismidad: soy yo. El que rodeado de un ambiente festivo y masificado, tiene que trabajar el fin de semana. Yo, hoy, sábado. También soy ese. ¿Y qué?

El que no cree ni creerá en ninguna religión mística o política. La sustitución de una por otra fue inteligentemente vista por Nietzsche: recuérdese.

El dogma mata el yo.

La religión también.

La vida te hace forjar ese yo.

Yo soy yo y lo demás no.

Sólo con quien tenga en tan alta consideración su propia persona sin integrarse en masas uniformadoramente políticas, religiosas, alienantes en todo caso; sólo en ese caso: aquí me tienen.

Ética a Nicómaco” de Aristóteles: otra lectura estival recomendable, para que luego digan. Un elogio de la amistad.

Sólo yo puedo buscar a gente con quien disfrutar de ese estoico sueño que es la vida. Sólo a quien se tenga en tan alta estima.

Mis amigos.

Yo.

Imagen: en un principio había puesto la mía, pero ¿quién mejor que el Diógenes de Sínope de Rafael a quien tanto debo?

Acerca de epicuro

Alumno de todo, maestro de nada...
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