“No hace ninguna gracia ver a un español de quince años al que se llevan del frente en camilla, aturdido y con la cara pálida asomando entre las mantas, y acordarse de ciertas personas bien vestidas que escriben folletos en Londres y en París para demostrar que este muchacho es un fascista camuflado”: no puedo decir nada a tan lapidarias palabras. Salvo, tal vez, que estaba más que cantado que en esta serie de perdedores de la historia saliera mi admirado Eric Arthur Blair: George Orwell para los cercanos. Pido disculpas por ello: nunca unas disculpas me hicieron sentir mejor.
No seré yo quien hable prácticamente en el presente artículo: que sea el propio Orwell y los atentos lectores del presente blog quienes lo hagan.
George Orwell aparece en España para defender la República como tantos otros aventureros que aquella época parió: André Malraux, Hemingway, etcétera.
El propio protagonista del presente artículo cuenta qué le ocurrió en el frente: “De súbito, en mitad de una frase, sentí… es difícil describir lo que sentí, aunque lo recuerdo con la máxima claridad. Fue más o menos como estar en el centro mismo de una explosión. Me pareció percibir una detonación fortísima y un estallido de luz enceguecedora (sic), y sufrí una sacudida tremenda, sin dolor, sólo una sacudida violenta, como cuando se toca un cable eléctrico; y una sensación de debilidad extrema, de estar enfermo y no tener fuerzas para hacer nada.” Evidente: cuando uno está en el frente de una guerra (incivil guerra) corre el riesgo de morir o de, es el caso, recibir un tiro. De lo que no es ni remotamente capaz de asimilar es el hecho de que su bando –de ello tratamos aquí- sería el que más daño le fuera a hacer.
Diálogo entre el recién herido y su mujer ya en Barcelona:
“-¡Vete!
-¿Qué?
– ¡Sal de aquí inmediatamente!
-¿Qué?
-¡No te quedes aquí! ¡Tienes que irte enseguida!
-¿Qué? ¿Por qué? ¿A qué te refieres? Me había cogido por el brazo y me llevaba hacia las escaleras. Estábamos ya en ellas cuando nos cruzamos con un francés; no diré su nombre, porque aunque no tenía nada que ver con el POUM se portó muy bien con nosotros (…) Me miró con cara de preocupación:
-Escuche, no debe estar aquí. Váyase ahora mismo y escóndase antes de que avise a la policía”.
Perseguido, además de por los Guardias de Asalto, el PSUC y por sus mismas Brigadas Internacionales: las mismas que, denuncia, hicieron a diez tipejos alemanes ataviados con vestimenta “nazi” “rescatar” a Andreu Nin para su posterior asesinato creando la perfecta paradoja, lo arrojan a las frías noches barcelonesas a la intemperie.
Pero Orwell consigue huir denunciando a cuantos cerdos (sí, pues nada más que cerdos hay en la granja) le acusaran a él y a tantos miles de milicianos de “trotskifascistas” (recuerden: la cuadratura del círculo para cualquier dogmático es algo sencillo).
Mas, sinceramente, algo infinitamente más interesante que el imprescindible “Homenaje a Cataluña” viene a ser la retahíla de cartas posteriores a su regreso a Inglaterra.
Junio de 1937. Desmitifiquemos por favor: ya somos mayorcitos. Left Review solicita opiniones sobre la guerra civil española en forma de cuestionario. Una tal Nancy Cunard (1896-1965), a la sazón hija de un rico armador que prestó su nombre a la naviera Cunard (de aquí que Orwell hable en su carta posteriormente de defender “los apestosos beneficios de usted”) envía dicho pepelucho, precedido por un llamamiento a tomar partido, “Porque ya es imposible no tomar partido”. Unos doce famosos e incautos autores figuran en él.
Contestación de Orwell tras su paso por el frente:
“Por favor, no me mande más esta basura despreciable. Ya es la segunda o tercera vez que la recibo. Yo no soy una de sus mariquitas (sic) de moda, como Auden y Spender; estuve seis meses en España, luchando la mayor parte del tiempo, tengo un agujero de bala encima y no me apetece escribir bobadas sobre la defensa de la democracia (…). Además, sé lo que ocurre y ha ocurrido en el bando republicano durante los últimos meses, a saber, que se está imponiendo el fascismo a los trabajadores españoles so pretexto de oponerse a él; y que desde mayo se ha impuesto un régimen de terror y las cárceles y cualquier lugar utilizable como cárcel se llenan con presos que no sólo van a parar allí sin juicio previo sino que se mueren de hambre y reciben golpes e injurias. Me atrevería a decir que también usted está al tanto, aunque Dios sabe que cualquiera capaz de escribir lo que hay al dorso tiene que ser tan idiota como para creer cualquier cosa, incluso las noticias sobre la guerra que publica el Daily Worker. (…) Llevo escritas más de seis líneas, pero si condensara en seis líneas lo que sé y pienso de la guerra civil española usted no lo publicaría. No tendría agallas. Por cierto, dígale al mariquita (sic) de su amigo Spender que guardo muestras de sus versos heroicos sobre la guerra, y que cuando se muera de vergüenza por haberlos escrito, como se están muriendo ahora los que escribieron propaganda bélica en la Gran Guerra, se los pasaré por la cara.”
¿Qué decir? ¿Quién se atreve a decir que el muchacho no se “mojó”? ¿Quién de entre los memos políticamente correctos tira la chinita, señores? La fuente es más que directa.
¿Qué más da?: sólo quien de todo hace religión (también laica) es tan inane como para mitologizarlo todo.
Escucho, mientras escribo, a los Sex Pistols: “Submission”.
Lo único que puedo pedirte a ti, a ti que tienes dos dedos de frente: piensa en lo que ves. No pienses a priori: eso se llama ideología. Querer hacer un marco con un bonito color y que la realidad circundante se adecúe armónicamente a dicho marco: es peligroso. Supersticioso.
Rebélate y exclama lo que Orwell dijera en su inmediata obra tras su traumático paso por la guerra civil española: «Rebelión en la Granja«.
Atrévete a ser crítico incluso con lo que piensas. Él lo fue con un comunismo incipientemente asesino:
TODOS LOS ANIMALES SON IGUALES,
PERO ALGUNOS ANIMALES
SON MÁS IGUALES QUE OTROS.
Y recuerda: el cerdo Napoleón ha existido y existirá en todas las épocas. Es la condición humana.
Hola Iñaki. A la mañana he entrado en tu blog pero no me ha permitido, seguramente con buen criterio dejarte un mensaje porque me ha impresionado tus dos últimas colaboraciones. He leído con atención tu tercera entrega de los perdedores de la historia, lista de la que estoy convenciado de que acabaré formando parte. Me ha impresionado varios temas. Por cierto puedes dar más información de la novela a la que te refieres. Aquí nos quedamos viendo como montan los belenes y los árboles e Navidad. En el fondo la idea de rebelión en la granja no termina de controlarnos de una u otra manera: stalinismo y consumismo en plan corte inglés no están demasiado alejados. Buen viaje y no te olvides de nosotros.
Muchísimas gracias Javier. Espero que quien a bien haya tenido leer -que siempre es un esfuerzo, pequeño pero deseable- las dos colaboraciones que comentas, haya tenido tan buena impresión como tú (con «El zar no sabe» dedicado a Vladímir Putin tenía una espina clavada: apunté sobre lo que podía pasar en este mismo periódico allá por el 2003, cuando fueron las elecciones legislativas en Rusia).
En esta (espero no ser pretencioso) serie de «Perdedores de la historia«, espero que si algún día tienes que aparecer, sea formando un dueto literario con quien suscribe: dejándome trasladar -no hago otra cosa en esta serie- tus experiencias vitales.
Si te refieres a «Homenaje a Cataluña» no es una novela: es un libro autobiográfico descarnado donde los haya (como muchos otros sobre la Guerra Incivil).
Paso a transcribirte, tanto a tí como a nuestros lectores, las reseñas pertinentes:
Título: «ORWELL EN ESPAÑA: «Homenaje a Cataluña» y otros escritos sobre la guerra civil española«.
Autor: George ORWELL
Editorial: Tusquets Editores, S. A.
ISBN: 84-8310-882-8
Libro altamente recomendable, sinceramente.
Un abrazo Javier, espero que nos cuentes cosas sobre el continente africano.