Cumpleaños en Colombia

“Los cumpleaños son siempre para los mortales un punto de reflexión en la vida, pero especialmente cuando se pasa al «cuarto piso«. El resultado de esta evaluación para las FARC no es alentador: si bien hoy en día son más fuertes económicamente y tienen más hombres que hace 40 años, han perdido políticamente en los últimos 3 lo que habían construido en 40, y en las guerras después de varios años prima lo político sobre los demás factores.
Estas acertadas palabras fueron realizadas por el ex asesor de paz para la orgía de sangre colombiana: Edgar Peñuela Pinto, cuando hace dos años se cumplían las cuatro décadas de fanática existencia de las FARC. El mismo año en que coincidí en un curso en Denia –a la sombra del grandioso Montgó y frente al Mare Nostrum– con el antiguo comisionado de paz con el anterior (y desastroso) gobierno Pastrana: don Camilo Gómez. Sus palabras sonaban abismales: hay generaciones de niños nacidos en la selva y en la guerrilla. Cuando se le ocurrió la feliz idea de, a cuarenta grados a la sombra y con una humedad ambiente típica de zonas selváticas, regalar un helado a una hija del «Papa» de la narco-guerrilla: Marulanda, la niña lo metió en un horno. No conocía otra cosa. Así, de manera más efectiva, seguro, el manejo de las armas. Pero es que el propio Marulanda que don Camilo Gómez tanto tratara, lleva desde 1.975 sin ver una ciudad…de 50.000 habitantes.
Pero en Colombia se cumplen años. Inmerecidos años. Cuarenta y dos años de guerra irregular aparentan demasiado. Los mismos años hace desde que unos jóvenes salidos de las filas liberales y posteriormente cercanos al incipiente Partido Comunista de Colombia, que curiosamente hoy repudia a las FARC con claridad, iniciaran en Marquetalia sus inicios revolucionarios. No parece, desgraciadamente, cercana la crisis de los cuarenta y pocos aquí. Una monolítica doctrina lo impide.

No sé si los cumpleaños sirven para reflexionar, pero desde luego sí sé que el ambiente no es propicio a ello cuando la cerrazón doctrinal manda. Las FARC hace tiempo que ya no pueden aspirar más que al narco-terrorismo puro y duro. Ya no es posible la toma directa del poder. Concentran todo su potencial militar en reclutar y dogmatizar su credo religioso. Todavía hoy poseo y tengo grabada en mi mente una fotografía. En ella, la plasmación de la realidad de dicho grupo: uno de los muchos carteles reivindicativos de dicho “Ejército del Pueblo” sirve de telón de foro a la imagen. En él reza: “No maltrate a los niños. Son el futuro. FARC-EP”. Delante, con ceño fruncido, como haciendo pucheros, una niña de trece años, no muchos más, ataviada con marcialísimo uniforme en perfecto estado y un kalashnikov en ristre.

Aún más curiosos todavía los diferentes análisis que dicho grupo tiene en su página Web. La ética revolucionaria es la única. La única poseedora de la ética, de lo bueno, de lo malo, es la lucha revolucionaria. Únicamente es la organización de carácter militar que la lleva a la praxis, la que en último término tiene la potestad de decir quién hace bien o mal. Una nueva Iglesia, levantada en armas, cumple años en Colombia, pues.

El asesinato en plena huida de compañeros menores de edad que asustados se rendían a los militares; el asesinato de centenares de campesinos de hoja de coca que no trabajaban para su sacrosanta organización; la intermediación económica, como así reconocen, entre el productor de la coca ya elaborada y el narcotraficante; los secuestros interminables; todo ello nos dice cuál es el credo de dicha cuarentona secta armada hasta los dientes: son lo mismo que los paramilitares, señores.

No hay bloque soviético. No hay URSS. No hay más que decir: una nueva sociedad sólo se dará luchando por un más allá. La muerte del guerrillero es un paso más hacia dicho escatológico concepto. Una piedra para el camino, por el cual “el pueblo” (ese manoseado Universal) conseguirá alcanzar la ideal y perfecta nueva mística sociedad. Que así sea, a la colombiana entonces, el nuevo socialismo.

La retórica de sus dirigentes, demenciales dirigentes, asusta por aburrida. “Tirofijo” hace tiempo que se erigió en Papa de la nueva Iglesia desde la más pura ortodoxia marxista. Su lugarteniente militar “Mono Jojoy” lo dijo: “Marulanda Tirofijo» es el mote que denota su profesión de fe) es un hombre de una claridad absoluta. Es nuestro líder y es totalmente transparente”. Acababa la homilía explicando al alucinado periodista la nueva reflexión llevada a cabo en el seno de su organización: la posibilidad de dejar de utilizar bombonas de gas repletas de explosivos que lanzaban y lanzan a poblaciones totalmente inermes. Algo todavía hoy irresoluto, al parecer. Reconocía, el tal Mono, que habían llegado a matar a demasiados “amigos nuestros” (literal en una entrevista concedida a TVE-1).

Escasísimo cerebro para ser mono. Más balas que neuronas. Así siguió demostrándolo dicho aspirante a simio haciéndose un auténtico lío al intentar explicar que alguna vez se había “mentido” desde las FARC por “motivos ideológicos, nunca estratégicos”. Todavía poseo el vídeo de dicha entrevista. Tal vez el Mono militarizado quería decir lo contrario. Igual no. ¿Un acto fallido freudiano tal vez? Todo sería gracioso si no fuera porque la congregación que preside se nutre de alrededor de 22.000 fieles bien armados.

Los paramilitares -nada mejor que decir de ellos- entraron en negociaciones con el gobierno de Uribe el 1 de julio del 2004 (en su web llegaron a poner la canción de Ana Belén y Victor Manuel: “Sólo le pido a Dios”, hortera detalle que movería a risa si no fuera otra narco-guerrilla que también alcanzaba a más de 30.000 alzados en armas: pues la desmovilización sigue y ya nadie cree que fueran 18.000). El Ejército de Liberación Nacional, no menos místico (recuérdese al cura aragonés fundador de dicha congregación menor: Manuel Pérez), también se aviene a negociar en la Cuba de Castro con escasos resultados.

Pero las FARC no son así. Su doctrina es toda una auténtica cosmogonía donde el brazo ejecutor de la justicia del pueblo no tiembla. Nunca. Aunque sea para subyugar y tiranizar al pueblo que dice representar. Esclavizar a través de una “ética del trabajo” a los pobrísimos campesinos, es algo que el Protestantismo ya descubriera hace tiempo.

En Colombia alguien celebra cumpleaños. La envejecida cara de Marulanda y la aburrida verborrea que tanto adormeciera al filósofo francés Bernard-Henri Lévy (léase sus «Reflexiones sobre la guerra, el mal y el Fin de la Historia» la parte referida a Colombia) se confunden. La vieja cara sonríe, dando más miedo que otra cosa, mirando hacia un horizonte soleado. Esto también lo vimos. El siglo XX dio mucho de sí: Stalin, Hitler, Mao, Pol Pot, Franco y Mussolini miraban en sus cuadros siempre a un místico horizonte iluminador que sólo ellos atisbaban.
La santísima guerra de salvación sólo aparece en la prensa, incluso en la colombiana, únicamente si sobrepasa la treintena larga de muertos en una sola acción. Lo reconocen los propios editorialistas de allá: más muertes diarias que en Irak hasta hace dos años no han valido para cubrir noticias. Lo único realmente efectivo y que han conseguido dichos «revolucionarios»: la reelección aplastante de Uribe. El que más ha perseguido sus bases y ha detenido a cabecillas como “Simón Trinidad”: el aristócrata y vividor marxista-bolivariano.

Se cumplen años en Colombia entonces. Y yo no pienso enviar felicitaciones.

Foto de arriba a la izquierda: la increíble «ética revolucionaria».

Foto de abajo a la derecha: un Uribe exultante tras su reciente victoria sin necesidad de una segunda vuelta.

Acerca de epicuro

Alumno de todo, maestro de nada...
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Una respuesta en “Cumpleaños en Colombia

  1. Epicuro dijo:

    Aquí coloco una noticia del periódico Clarín que, tal vez, a personas de buena fe que crean todavía en «luchas revolucionarias justas» les abra los ojos:

    Las FARC asumen su culpa en una matanza de civiles

    Nelson Padilla. BOGOTA. ESPECIAL PARA CLARIN.
    Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) reconocieron ayer públicamente que fueron las causantes de la muerte de 116 campesinos, incluidos 45 niños, durante un enfrentamiento ocurrido hace cinco días con miembros de los clandestinos grupos paramilitares en el selvático municipio de Bojayá, cerca a la frontera con Panamá.

    A través de un comunicado entregado a los periodistas en Quibdó, la capital de la noroccidental provincia de Chocó, el principal grupo rebelde del país que negoció la paz con el gobierno hasta el 20 de febrero pasado, lamentó la tragedia, anunció que indemnizará a las víctimas civiles y culpó del desangre a los paramilitares por utilizar como escudo a los habitantes del olvidado caserío a orillas del río Atrato.

    El pronunciamiento fue hecho por el bloque José María Córdova, el frente insurgente que se disputa a sangre y fuego con las llamadas Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) una región estratégica para el tráfico de armas y de narcóticos a pocos kilómetros del Océano Pacífico y del mercado negro proveniente de Centro América.

    «Lamentamos el fatal descenlace por lo sucedido con los paramilitares. De nuestra parte jamás hubo intención del hecho y del daño a la comunidad», dice el mensaje.

    En otro aparte del comunicado, las FARC señalan que los combates se iniciaron en zona rural pero que los paramilitares entraron al municipio de Bojayá (580 km al norte de Bogotá), donde se protegieron en medio de la comunidad negra. Cerca de 300 de los amedrentados habitantes se refugiaron en la iglesia local, que fue rodeada por los paramilitares y luego los guerrilleros la bombardearon con cilindros cargados de dinamita que al explotar acabaron con la vida de un tercio de los pobladores.

    Ayer las AUC, a través de un comunicado de su comandante Carlos Castaño, culparon a la guerrilla del hecho y acusaron al gobierno de olvidar ese tipo de zonas a las que sólo se puede llegar por río. Castaño admitió que el ejército, que apenas ayer llegaró a la zona, destruyeró un helicóptero suyo «que evacuaba hombres nuestros heridos de gravedad mientras intentaban defender la población».

    El grupo de extrema derecha criticó a los militares por atacarlos justo cuando el gobierno de los EE.UU. exige al gobierno colombiano resultados contra los paramilitares, mientras los generales no hacen nada por frenar el avance de la guerrilla.

    En tanto los cuerpos de socorro seguían evacuando heridos hacia las ciudades de Quibdó y Medellín. En las aguas del río Atrato empezaron a aparecer cadáveres baleados y todavía se habla de 45 personas desaparecidas. Un centenar de familias sobrevivientes se resisten a regresar a Bojayá y pasaron a engrosar la lista de desplazados por la violencia que según la ONU supera el millón y medio de personas en los últimos diez años.

    El Defensor del Pueblo, Eduardo Cifuentes, encabezó en esa región una marcha civil contra la violencia y para criticar al gobierno que desde hace mucho tiempo sabía que allí podía ocurrir una matanza de grandes proporciones. La Iglesia aseguró que desde hace dos años reclamó protección para los pobladores de la zona pero ni los ministros del Interior ni de Defensa le prestaron atención.

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