¿Y qué demonios sería de nuestras vidas sin él?: el rock. ¿Y sin ella?: “la música es lo que hace que la poesía no caiga en el abismo” decía María Zambrano.
Poesía y música intiman: eso lo supo ese juglar moderno que jugueteaba tanto con su único amigo, “The End, my only friend”: Jim Morrison y su eterno cuero pegado.
«El poeta de la muerte» fue el mejor cuando su decadencia era más evidente: un buen blues no se canta sin la voz desgarrada por el tabaco y el whisky.
Escucho a alguien más reciente: Diamond Dogs. Cuando una canción evoca en mí situaciones pretéritas, casi siempre alocadas y rayando el límite físico y psíquico, soy capaz de escucharla cuantas veces aguanten mis vecinos. Mientras, escribo. Escribo y aporreando el teclado recuerdo una amante pasada, muy pasada: la noche. La noche me envolvía como un enorme abrigo de pieles: cálido, incitando a la complicidad y también al anonimato cuando era menester.
La noche, la música y la poesía. La noche: la perdición. La música: el ritual chamánico que precedía a aquélla. La poesía: el recuerdo posterior a tanto exceso. Caras carcajeantes por gracias que no se recuerdan; el humo, el jodido humo y su impregnante olor; los claustrofóbicos “garitos”; las eternas callejuelas que entre risas nunca acaban; los coches a toda velocidad; la cerveza; el tapón de whisky; el tequila; el cubata.
Pero Heráclito tenía no pocas razones para afirmar que todo fluye, nunca nada, ni nadie, es el mismo. Todos evolucionamos. Sólo gente enferma no lo hace. Un accidente, digamos, natural.
Así pues, hace tiempo que no voy a conciertos. Así pues, hace tiempo que no voy al fútbol (antaño complemento directo de la noche al menos en mi caso).
Me he convertido en rockero de biblioteca y en aficionado de salón.
Mas no importa: queda el narcótico recuerdo que me hace evadirme de la “actualidad” y la ilusión de que dicho pasado se haga presente alguna vez.
Foto: Jim Morrison en décadence
Diamond Dogs!!!! Muy buenos! Los estuve viendo en Madrid hace un par de años en un concierto acojonante.
Jim Morrison, todo un clásico pero nunca me gustó su estilo.
Un saludo.
Alabo su buen gusto: Diamond Dogs es un grupo de los que, pudiera ser, me incitarían a regresar a un concierto.
Eso sí, cerquita de la barra… 😉
Un afectuoso saludo amigo rockero…