«DEDICADO A MANOLO EL VAGABUNDO «
Hay realidades que deben ser conocidas. Hace unos meses vi un documental basado en un vagabundo llamado Manolo. La verdad que es sobrecogedora la historia de este ser humano tierno y humilde, su recuerdo me quedó grabado en mi mente y en mi corazón. Durante tres años, el director acompañó día y noche a Manolo, incluso hasta el mismo lecho de su muerte. Fue un auténtico testimonio de cómo es la vida de un vagabundo, de sus sentimientos y pensamientos, de cómo van pasando las horas en plena calle, sin el calor de una familia, sin el calor de un hogar. Un homenaje a estas personas que sufren en silencio, a quienes la sociedad margina por el simple hecho de ser pobres, de no tener dinero. Pasamos a menudo delante de ellos, bajando nuestras miradas al suelo para no enfrentarnos a la auténtica realidad de nuestra sociedad consumista y materialista.
Sus ojos tristes reclaman tan sólo un poco de ayuda, caridad, justicia y dignidad humana. Con sus almas apenadas lloran lágrimas de soledad, de abandono, en un mundo donde sólo se valoran los bienes materiales y la posición social. Ahora que llega la Navidad es cuando debemos tener presente a estas personas sin hogar, vagabundos perdidos en calles sin un techo donde cobijarse.
Debemos reflexionar como ayuda la sociedad, cada uno de nosotros, a estas personas. ¿Qué ayuda reciben los vagabundos por parte del Gobierno o de los ayuntamientos? . No hay que irse lejos, a otros países del tercer mundo, la pobreza está en nuestras propias calles y miramos hacia otro lado para ignorar la verdadera realidad. No queremos ser conscientes que junto a nosotros, existen personas que viven en circunstancias míseras pasando hambre y frío, sin un techo que les cobije. Cuando pensamos en un mendigo, lo relacionamos con una persona alcohólica con su botella de vino, mal vestida, con problemas psiquiátricos o familiares, abandonado en su higiene personal. Duerme en albergues en el mejor de los casos, en cajeros automáticos, estaciones de metro, o portales de casas usando cajas de cartones para resguardarse del frío de la noche. Para poder sobrevivir pide limosnas en las puertas de las iglesias, y a menudo le acompaña un perro, su fiel amigo que nunca le ha abandonado. Suele ser un individuo con baja autoestima y deprimido, ya que sufre el estigma social del rechazo. En su situación es difícil que encuentre un trabajo, así que se ve abocado a seguir en su indigencia. Los «sin techo» son discriminados y atacados por grupos de jóvenes neonazis, muchos han siendo asesinados, o quemados por estos grupos racistas, mientras dormían.
Cuando nos cruzamos con un vagabundo bajamos la mirada, o miramos hacia otro lado…. ¿Por qué actuamos así?. Por nuestro propio sentimiento de culpa, de esta sociedad que hemos creado, tan egoísta. Las personas se preocupan más de su bienestar personal que de la solidaridad, de compartir con los demás. Existen pobres en nuestras calles, vecinos nuestros que no tienen para comer, y esto no nos importa. Estos son los valores que hemos creado y que estamos enseñando a nuestros hijos. Un indigente es una persona como los demás, tiene los mismos derechos que hay que respetar. Malviven o intentan sobrevivir en la calles les falta todo lo que supone vivir en un hogar verdadero, carecen de las mínimas condiciones de vivienda que les permitan vivir con dignidad, el calor de una familia o de un grupo de amigos. Hay muchas personas que no tienen un hogar, pero están ocultas puesto que la soledad, el sufrimiento y la angustia se pueden disfrazar. Es difícil encontrar en los medios de comunicación alguna noticia que haga referencia a las personas sin hogar, a no ser para hablar de algún acto de violencia o de alguna muerte (porque de la mayor parte de las muertes de los vagabundos no se habla).
¿Se puede hablar de culpables? . Si observamos el funcionamiento social, casi siempre las personas excluidas han llegado a esa situación, debido a las circunstancias que les ha tocado vivir. No podemos olvidar las causas económicas. Las dificultades para acceder al mercado de trabajo. Las grandes empresas se han enriquecido a costa de los trabajadores de este país o de inmigrantes, que a duras penas pueden llegar a fin de mes. Pero como estamos en una sociedad materialista, parece indigno tener tantas personas en situación de marginación y pobreza. Por eso el gobierno y los dirigentes políticos que nos representan, han inventado las pensiones no contributivas y el PIRMI (Renta Mínima de Inserción) que oscilan entre las 38.000 y las 44.000 Pts/mes.
Ninguna persona puede sobrevivir con este dinero al mes y las ONG están detrás , ofreciendo apoyo para que la gente no termine en la calle. Sin embargo en nuestras ciudades, los ayuntamientos permiten hacer gastos suntuosos en obras innecesarias, cuando con ese dinero se podría emplear en ayudar a todas estas personas que están malviviendo. Lo que hace la Administración es dar respuestas aisladas, tratando de poner parches para que no estalle este sistema de globalización.
Todos los sin techo tienen detrás un nombre y una historia, pero también tienen unos derechos que a menudo se han olvidado y hemos de ayudarles a recuperar.
Esto es mi pequeño homenaje a esas personas, a los sin techo, mi corazón está con ellos, especialmente a Manolo, allá donde estés te recordaremos, gracias a tu testimonio de vida, a tu honestidad y humildad.