Acelere. Vértigo. Adrenalina y violencia anticlerical. Procesiones ateas con bidón de clarete por Virgen. Verano y mucha, mucha cerveza. Bandas urbanas y las historietas de Azagra en El Jueves. Revival Punk y casas okupadas. Excesos no confesables. Porrazos y carreras. Pelotazos y fuego real. Jaiak bai eta borroka ere bai: Gasteiz, Bilbo, y en el 89 el gigantesco follón en la Semana Grande de Donosti con fuego de postas incluido. Conciertos y… ¿Rock radical vasco?. Todo eso y más fueron para mí los ochenta.
Hasta mediados de la década no comienzo mi carrera en la universidad de la calle. Cosas de las que avergonzarme pero nunca arrepentirme. La vida es una y demasiado corta como para hacerlo. Los ochenta. Multitud de atentados y contra-atentados. Es la década de la guerra sucia dentro de una única sigla a diferencia de los quince años anteriores: los G.A.L aparecen dando razones a sus «enemigos».
En la Plaza del Castillo se entremezclan los camellos, los secretas y las putas hasta convertirse en lo mismo. La heroína, sistemáticamente trapicheada, hacía estragos como nunca antes.
Aquí lo que está de moda es hablar de los años 60, incluso y ahora más que nunca, de los 70 con su supuesta Transición política a cuestas. Pero los 80… ahí no hay nada de qué presumir… Nada que rascar.
Los 80 y la mierda en el suelo después de un concierto bailando “pogo” como animales. Sangre. Mucha sangre. La violencia en la calle se reproducía después de cada asesinato para-policial, después de cada refugiado etarra entregado, después de cada manifestación por los presos, después de la orden del cierre de los bares a la una – “a la una no nos vamos a la cuna” – , después de cada concierto por el aumento del precio de la birra y después de cada huelga estudiantil contra la intervención yanki en cualquier parte del planeta (daba igual) o contra los nuevos “chorizos” navarros, en este caso, con sabor socialista.
Todo esto menos estudiar claro. Eso ha venido mucho después. Entonces estaban más de moda las asignaturas del gran follón en el primer ciclo, y del gran exceso en el segundo.
Definitivamente los ochenta fueron unos años de mierda. Los Tijuana cantaron aquel “Que nos dejen en paz”…pero no fue así.
Otros se lo tomaban sólo como dictaban sus escasas neuronas: bombas debajo de mi antigua casa contra un par de sucursales bancarias: la habitual “bomba de las doce de la noche”, como las butizó la extinta “Telenorte”.
Interrupciones en el telediario a la hora de comer, hacían que la UHF (¿o era la VHF?)presentara un aspecto borroso, dejándose oír mientras un comunicado en bilingüe de E.T.A. (y yo con una adolescencia en ciernes, intentando discernir tantísima referencia al «Pueblo trabajador vasco…»)
Asesinato de un militar secuestrado por polimilis rebeldes y más asesinatos múltiples que acabarán al final de la década degenerando en indiscriminación pura y dura.
Es mi Pamplona natal, que no deja de despegarse su manto de polarización ideológica ni aun hoy.
Mientras la corrupción y la violencia lo enmarañaban todo, yo conseguía mi primer trabajo. Las primeras nóminas. Post-Navidades con pasta al fin.
No. Nada de qué presumir en los 80 en una Navarra tradicional y terca como siempre y como nunca.
P.S.: Típica «maketa» organizada por el colectivo punk: Katakrak (el heavy era Cocorock, si mal no recuerdo).
De nuevo el credo: Tabligh e Jamaa es el nombre ahora para justificar el “rigorismo”. El wahabismo imperante en el mundo islámico, curiosamente, busca lo mismo (y el salafismo): una interpretación literalista de El Libro. Pero es que siempre damos vueltas sobre lo mismo: ¿ha habido, desde el siglo VII, algún intento serio de “acomodar” el Corán a la realidad circundante? Pocos y totalmente reprimidos, desde el mismo momento de su escritura y expansión.
A una hora de vuelo de Venezuela (Tirano Banderas de rojizos colores al frente) y a poco más de Colombia: seguimos, en ratos tontos, la cadena de imágenes que se sucedían sobre la liberación de Clara Rojas y Consuelo González de Perdomo, en las cadenas de ambos países. Y, de nuevo y muy fugaz (pues de vacaciones nos hallábamos) nos recorrió una conocida sensación agridulce: son más los secuestrados por las estalinianas FARC, que los presos que tiene ETA en la actualidad, por ejemplo. Muchos más y en peores condiciones aquéllos, en mitad de la selva colombiana.
Como bien saben los filósofos, el ser humano es el único animal que se sabe mortal en este mundo. Así, nos enfrentamos al terrible momento de encontrarnos, literalmente, solos en o ante el mundo. Ahí está, ahí estamos. Podemos tener a la familia, a los amigos o lo que Vds. quieran: todos los días comenzamos un nuevo día, solos, en la más íntima soledad, frente al mundo.
Cada vez quisiera uno más, formar parte –imposible como protagonista- de un cuadro de Monet. Era 1873 y su cuadro “Impression: soleil levant” crea la necesaria crítica para dar nombre al incipiente movimiento: El Impresionismo.
Hasta Txomin Iturbe en su época y antes de su absurda muerte en Argelia, llegó a verlo claramente. El apoyo popular iría en detrimento por el aumento de las acciones indiscriminadas y la presión francesa, al alimón con la española, que harían asfixiar a ETA en cuanto a razones, economía y los mencionados apoyos “populares”. Todo ello, priorizaba la negociación en aquellos aciagos años ochenta. Así lo veía Iturbe.
Amena convalecencia. Por decir algo. Paseo diario. Dieta. Reposo vespertino. Lectura “ligera” (los estudios paralizados, pero con estas enfermedades ya se sabe…) y amenas visitas. Pero la noticia, triste, del fallecimiento de Fernando Fernán Gómez, me lleva –me llevó ayer- a varias reflexiones.
Hace tiempo sé que la política no es sino circo. Malo. Malísimo juego circense. “¿Por qué no te callas?”, se ha convertido en cancioncilla bailona y pegadiza en países limítrofes a la República Bolivariana de Venezuela. No me interesa, créanme: de la “escenita” repetida hasta la saciedad, nada me interesa. Ni si el monarca se saltó el protocolo esta vez de manera menos alegre, de si Zeta (antes ZP) hizo el ridículo intentando llevar hasta el final las teorías de Habermas sobre una “situación ideal de diálogo”, de si Bachelet hizo o no su trabajo, ni siquiera de si Chávez y Ortega estuvieron educados o no.
Lo vemos mucho. A diario. No hay día en que el desayuno no nos estropee el estómago. Nuevo asesinato “por celos”.
«La salud se anuncia (…) por el melancólico reírse de la pesadilla con que hemos estado peleando«.
